Votemos por una agenda de crecimiento y oportunidades

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04 marzo 2014

La campaña electoral concluye en horas y todos los ciudadanos tendremos a través del voto, la posibilidad de incidir en el destino de nuestra patria. Independientemente de los resultados, el próximo Presidente deberá trabajar arduamente para restablecer un ambiente de armonía social, en donde se pueda trabajar con visión de largo plazo en beneficio de El Salvador. Ahora bien, si la futura Presidencia mantiene la confrontación característica del actual gobierno, el proceso destructivo tendrá repercusiones incalculables para la democracia.

En los planes de gobierno, tanto de ARENA como el FMLN, se presentan las propuestas para resolver los desafíos que enfrenta el país, y aportan elementos para propiciar votos razonados. Cada vez los votantes están más inclinados por las propuestas que por las ideologías. La realidad impone analizar lo que está sucediendo en la mente del votante, los cambios generacionales, las nuevas visiones sobre la forma de estrechar el vínculo entre los políticos y los ciudadanos, entre otros. También se deben valorar las actitudes hacia la política cuando los salvadoreños, mayoritariamente jóvenes, están con las valijas empacadas, listos para emigrar hacia países democráticos y con oportunidades.

El solo hecho de contar con una cuarta parte de nacionales en el exterior es un rasgo demográfico sumamente significativo. 2.5 millones de salvadoreños han decidido vivir fuera de El Salvador, y de los que vivimos en el país, el 65% estamos en áreas urbanas. Somos gente que mantiene una sonrisa natural y cuando somos visitados por extranjeros, siempre se reconoce que somos gente amable, que invita a entrar en casa, manteniendo la generosidad a pesar de cualquier circunstancia.

Sin embargo, la fotografía del salvadoreño también muestra que lo vivido en nuestra historia nos ha hecho un poco individualistas y desconfiados, tanto de nuestros vecinos, como de los políticos. La desintegración familiar causada por la emigración ha provocado también serios problemas de violencia social.

La preocupación del salvadoreño en su día a día es llevar la comida a la mesa, más que estar involucrado en otro tipo de actividades. De allí la poca participación en causas o movimientos sociales, o bien, integrar partidos políticos. Esto es corroborado por el Estudio de Opinión Pública de América Latina, LAPOP, siendo los salvadoreños los penúltimos en el hemisferio en interesarse en estos temas. Se ha identificado que muchas personas se sienten incapaces de incidir en la solución de los problemas que aquejan a la sociedad y de allí nace el alejamiento y la desconfianza en las instituciones del Estado, así como el desánimo en el voto.

Es importante que tomemos conciencia que el país cuenta con un "bono demográfico" de jóvenes, en edad productiva, capaces de cambiar el rumbo nacional si se logra cautivarlos y comprometerlos con el país. Además, el rol de la mujer se ha ido transformando hacia un mayor empoderamiento, ampliando fortalezas sobre las cuales construir. Para ello, necesitamos que los jóvenes, que representan más de la mitad de la población, tengan una educación de calidad. Este debe ser un esfuerzo que inicie desde la familia, la cual debe adoptar las condiciones necesarias para priorizar la formación de los hijos. Según el Índice de Desarrollo Humano, si un hijo crece en un hogar con padres ausentes, este posiblemente estudiará menos.

Por todo lo anterior se debe construir "el corazón de una agenda transformadora", capaz de brindar oportunidades adentro del mismo El Salvador. Esperemos que pasada esta etapa electoral, tanto gobierno, sector productivo, academia y demás actores, cambiemos el enfoque hacia la construcción de oportunidades. Es importante restablecer un clima de negocios adecuado para que se desaten las amarras del empresariado para invertir. Deben renovarse esfuerzos por fomentar la productividad, permitiéndonos aprovechar los potenciales de los mercados internacionales. El crecimiento económico debe conducir a la creación de empleos. Es hora de despertar y de renovar la confianza en que los salvadoreños somos capaces de lograr nuestros sueños.

Vivir en el sistema democrático implica que a veces se gana y a veces se pierde, y el ganador no se lo lleva todo. En una república democrática se debe propiciar un diálogo profundo con base a las aspiraciones de un mejor país, para lograr consensos de políticas públicas que se traduzcan en prosperidad para todos.

¡Salgamos a votar este próximo 9 de marzo por el país que queremos y por los candidatos que tengan las características para lograr los objetivos de desarrollo y más democracia!

*Columnista de El Diario de Hoy.