El Reino del Poder y la Cultura: La Prensa, la Pólvora y la Brújula

“Debemos tomar nota de la fuerza, el efecto y las consecuencias de los inventos que no fueron conocidos por los de la Antigüedad: la imprenta, la pólvora y la brújula.  Por estos tres han cambiado la apariencia y el estado del mundo entero”. Sir Francis Bacon, Novum organum (1620).

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Ilustración de la historia del origen y el progreso temprano de la impresión. 

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01 October 2016

¿Qué tiene que ver la imprenta, la pólvora y la brújula con el desarrollo del comercio y la cultura? Es posible que una respuesta, entre muchas, pudiera ser que los tres inventos llevaron a sus sociedades a nuevas formas de intercambio a través de la cultura y el trabajo intelectual, gracias al financiamiento de ricos mercantes y el aporte de eruditos ansiosos de noticias e información, aún antes del advenimiento de la digitalización.

Desde el siglo XII, las noticias de las redadas asesinas y la práctica del comercio de los vikingos en Irlanda tienen registro en pergaminos escritos a mano por monjes irlandeses en The Book of the Dun Cow (Libro de la vaca color café). Fue necesario utilizar la piel de la vaca del monasterio para producir el pergamino en que escribieron las noticias de los saqueos y masacres y también del comercio traído por los guerreros campesinos de Escandinavia -los vikingos- y sus incursiones en los monasterios y mercados de las “islas Esmeraldas” (en referencia a Inglaterra e Irlanda).

Quienes hemos estudiado siguiendo los planes de estudios de los colegios y universidades dominados por la alianza anglo-americana, construida por los Estados Unidos y Gran Bretaña, los poderes económicos, políticos y militares más fuertes después de la Segunda Guerra Mundial, talvez conocemos una sola figura aislada, promovida por esta alianza protestante:  el impresor Johannes Gutenberg, quien publicó en su imprenta la primera Biblia Protestante.

Pero, hay que ampliar la visión de la cámara histórica para incluir al resto del mundo y en ese esfuerzo encontramos la reconocida imprenta de Aldus Manutius en Venecia, en donde se imprimió la Biblia políglota complutense (siglo XVI) del Cardinal Jiménez de Cisneros, en la España de Fernando e Isabela, que presenta el texto de la Biblia en cinco columnas impresas paralelamente, en equivalente cantidad de idiomas: hebreo, arameo, siriaco, griego y latín, para que los cristianos pudieran asegurarse, por medio de la palabra impresa y la comparación de la traducción bíblica, que estaban siguiendo el camino filológicamente correcto al Paraíso.  

La pregunta aquí sería: ¿Si alguien leía la Vulgata, versión de la Biblia traducida al latín desde el griego y el hebreo por San Jerónimo, con sus multitudinarios errores gramaticales, pudiera estar seguro de que iba a ir al cielo por leer una doctrina que no entendía por su mala traducción?  Tenemos que admitir que la historia de la imprenta y la redacción está caracterizada por una interrelación cercana entre la innovación técnica y el cambio social, tal como ocurrió con la doctrina del Concilio de Trento de la Iglesia Católica, impresa por la imprenta de Aldus Manutius, y la doctrina en las biblias de la Reforma Protestante impresas por Gutenberg.  La doctrina está impresa para que sea correcta y no sea inventada por la palabra hablada.

La imprenta sobrepasó los pergaminos escritos a mano como medio para la diseminación de la información, la clarificación de las doctrinas religiosas, la precisión de los códigos de leyes, las genealogías y otros asuntos socialmente importantes que, antes de la imprenta, tenían que ser memorizados y transmitidos oralmente, con todos sus posibles y concomitantes errores.  

Además de Manutius y Gutenberg, hay una plétora de impresores en Florencia, por mencionar algunos Vespasiano da Bisticci, Zanobi di Mariano (ambos en1482) y William Caxton en Bruges (1474) entre otros, que garantizaban que las imágenes, textos, leyes y doctrinas fueran exactos cuando los leyeran en cualquier parte de la Cristiandad (Europa Occidental).  Así que en el mundo de la difusión de las ideas es tan importante la imprenta como la pólvora en la arena militar y la brújula en la navegación durante los Renacimientos.

La asociación entre mercantes ricos y eruditos de las universidades e iglesias produjo nuevos sindicatos financieros para proveer mano de obra, consumibles y materia cruda. Pero para ir más cerca de nuestro tiempo este mismo año, un erudito trazando la historia de la imprenta y las noticias, publicó: “La proliferación de mercantes y empresarios quienes pudieron leer en las ciudades de Florencia en el siglo XIV es no menos notable que la presencia de un comandante militar analfabeto”. (Eisenstein.  The Printing Press as an Agent of Change. Cambridge University Press, 2016).

 El primer periódico llegó a Inglaterra desde una imprenta de Amsterdam el 2 de diciembre de 1620 con lo más reciente de las noticias del continente sobre las guerras, los escándalos y las celebridades pertenecientes a las familias reales.  De manera inmediata, la información explotó en los coffee houses y tabernas y se incorporó a las conversaciones de la clase política y surgieron publicaciones seriadas impresas en papel más barato.

Estos periódicos del siglo XVII llevaban flamantes titulares, editoriales y noticias que daban cuenta de la vida económica y el crecimiento del comercio de sus tiempos, traducidos al inglés en el instante.

Cuando en 1618 comenzó la Guerra de los Treinta Años en el continente, la sed por las noticias creció y desbordó en el periódico A Perfect Diurnall (El Diario Perfecto) que incluía tanto noticias domésticas como de guerra. Fue publicado semanalmente desde el comienzo de la Guerra Civil Inglesa en 1642 y continuó hasta 1655, en el comienzo del Interregnum de Oliver Cromwell como Lord Protector de la Mancomunidad de Inglaterra, Escocia e Irlanda y su éxito alentó el surgimiento de imitaciones. 

Sin embargo, durante la Guerra Civil Inglesa el primer periódico que podemos considerar como tal, en el sentido más cercano a lo que hoy tenemos: un diario que circula con regularidad y estructurado en su contenido, fue el publicado con el apoyo del rey Carlos I, en la Universidad de Oxford y reimpreso ilegalmente en Londres bajo el nombre Mercurius Aulicus (literalmente El Mensajero de los Dioses tan rápido como el viento). Este periódico maravilloso fue leído por ambos bandos en conflicto.

Muchos periodistas estuvieron presentes durante el proceso legal del rey Carlos I, quien fue ejecutado por decapitación en 1649 y escucharon sus últimas palabras desde el cadalso, casi 150 años antes de la muerte por guillotina del rey Luis XVI durante la Revolución Francesa. La prensa siempre como testigo.

Al paso de los años, los periódicos se establecieron en el continente y en Inglaterra, sus periodistas se formaron en una manera más profesional y sus dueños comenzaron a vender anuncios pagados como medio para financiar la publicación y distribución. Además de las noticias, comenzaron a incluir homilías, guías para la exterminación de ratones y bebidas tales como “Dr. Butler's Ale”, una “bebida famosa y cordial para curar todos los males”.

La bolsa de valores de cada país prosperó con la publicación de los diarios nacionales. The Daily Courant (El Corredor Diario) comenzó en marzo de 1702 y lo siguieron los más famosos de los periódicos ingleses publicados por Addison y Steele:  The Tatler (El Chismoso) y The Spectator (El Observador) para los lectores que querían o necesitaban noticias del gobierno, chismes, temas de moralidad o críticas al teatro y cuya frecuencia era de tres veces por semana.

Así es que, desde la invención de la imprenta (siglo VI a.C.) y el descubrimiento del papel (en 105 a.C.) en China, posteriormente convertido en el negocio más valioso para el crecimiento del comercio,  hasta el manuscrito The Book of the Dun Cow, las imprentas del Gutenberg en el Norte Protestante y Aldus Manutius en el Sur Católico de Europa, la prensa, las noticias y el comercio se han combinado por medio del inevitable intercambio de la palabra escrita, que es-y siempre ha sido-un negocio más importante que la pólvora y la brújula. Y vino el día, siglos después, en que Napoleón Bonaparte declaró, a propósito: “Se tiene que temer a cuatro periódicos poderosos más que a mil bayonetas”.

FIN