Fenomenología del sufragio

descripción de la imagen

Por

06 febrero 2014

Existen dos maneras de atentar contra el ejercicio del sufragio: 1) la imposición y 2) el fraude. Con respecto al segundo --el fraude-- nada nos autoriza, hasta hoy, para afirmar que existió en las elecciones presidenciales del pasado domingo dos febrero, y hasta podemos felicitar al Tribunal Supremo Electoral por los avances tecnológicos y logísticos introducidos al proceso. Enhorabuena.

Pero en cuanto a la primera --la imposición-- una palabra resume la camándula de atropellos llevada a cabo: brutal. Sí, la imposición fue brutal. Tanto, que en frase coloquial de nuestro pueblo, bien podemos decir que, a pesar de todas las maniobras oficiales, fue "un verdadero milagro" que el porcentaje de votos del partido triunfante no alcanzara la mayoría requerida y se mantuviera oscilante en las columnas que reflejaban las pantallas de los monitores, acelerando el pulso de los televidentes en un clímax de alta tensión y de suspenso, ante la amenaza de que el partido oficial cruzara la raya fatal que determinaría la consumación en primera vuelta de una imposición mayor que la de los gobiernos militares. ¿Son exageradas mis palabras? Que respondan los hechos: A) La anticipación de la campaña electoral por más de dos años en franca transgresión a los artículos 81 de la Constitución y 172 del Código Electoral; B) La múltiple campaña del Gobierno, de ALBA Petróleos y del FMLN, los cuales formaron un tridente altamente ofensivo y letal; C) El inconmensurable caudal de fondos, proveniente de fuente extranjera, que dio soporte, durante todo ese tiempo, al más increíble alarde de propaganda tripartita; D) La ostensible compra de voluntades por medio de toda clase de regalos y ofrecimientos que llevó a cabo el tridente oficial en contra de lo establecido por el Art. 75 de la Constitución; E) La desbordada propaganda electoral efectuada por funcionarios y empleados de gobierno, autorizada por el Decreto Ejecutivo N° 181, finalmente declarado inconstitucional por la correspondiente Sala de la Corte Suprema de Justicia; F) La insolente participación del Presidente de la República, injuriando y difamando a sus opositores, y haciendo propaganda a su mal gobierno aun el propio día de las elecciones, en una forma tan abierta y descomedida que ha sido llamado al orden por el jefe de la Misión de Observadores de la OEA don Gustavo Fernández G) La acción directa o la sorda intimidación de las pandillas cuyos vínculos con el gobierno son probadamente innegables.

La actuación del Tribunal Supremo Electoral, cuya integración urge cambiar cuanto antes, merece comentario aparte. Es obvio que su composición actual le impide proceder con imparcialidad, autoridad y oportunidad. Me refiero al Organismo, no a las personas. Pero es imposible pedirle peras al olmo mientras sean los partidos políticos quienes, en su mayoría, lo integren. Su conformación fue un grave error histórico, hijo, sin duda, de las buenas intenciones de las que está empedrado el camino del infierno. En efecto: A) Toleró una campaña prolongada, parcial y desmedida que victimizó inclementemente a la sociedad. B) Asumió la inmoble tarea, desechada por el veto al decreto legislativo N° 412, tendiente a censurar sin motivos válidas la propaganda de los partidos de oposición. C) Impidió examinar a plenitud las ilustrativas hojas de vida de los candidatos, sus luces y sus sombras, privando al electorado de un conocimiento básico para expresar su voluntad. D) Jamás estructuró un llamado a la ciudadanía a concurrir masivamente a las urnas, como sí lo hacía el antiguo Consejo Central de Elecciones. El drástico abstencionismo (53%) que afectó particularmente al partido ARENA, cabe imputárselo, en gran medida, a la acción por omisión del TSE. e) La mayoría de legítimas denuncias efectuadas contra las actuaciones oficiales fue declarada sin lugar.

Como es sabido, quien escribe estas líneas no pertenece a ningún partido. Dejó de hacerlo desde que se frustró una iniciativa promisoria (Acción Democrática: 1981-1985), cuyo credo era el Estado Democrático Constitucional de Derecho. Su voz es la de un simple ciudadano, preocupado por el destino de su país, adversario frontal y sin ambages de los totalitarismos de cualquier signo, como es el socialismo del Siglo XXI, que tanto daño ocasionan a los pueblos a pesar de sus cantos de sirena. Un ciudadano que a lo largo de su ya prolongada vida, ha visto cómo el ejercicio del sufragio, ha sufrido y sufre las más negras embestidas. Con todo, no se pueden ocultar las graves fallas de los otros partidos contendientes, causantes de los resultados obtenidos. El FMLN no aumentó su voto duro. Fue ARENA la que disminuyó su caudal. ¿Por qué? Responder crudamente a esta pregunta, y aplicar urgentemente las medidas correctivas necesarias, es no sólo su tarea histórica de sobrevivencia, sino la vía coyuntural de salvación para el país.

Gobernantes y gobernados pregonamos el respeto a la Constitución y a las leyes. Pero cuando vemos el escandaloso comportamiento de aquellos que con su conducta ocasionan literalmente la muerte del Estado de Derecho, nos preguntamos una vez más ¿para qué sirvió la sangre derramada por doce años de guerra civil? ¿Para volver a las andadas? ¿Para que la nueva oligarquía defendiera sus privilegios a sangre y fuego? ¿Para mordernos la cola como la alegórica serpiente?

En esta hora crucial para la República, alentamos vehementemente a la ciudadanía para que el próximo 9 de marzo concurra masivamente a las urnas y otorgue al nuevo gobierno, en vez de un soporte precario, una legitimidad sustancial.

*Doctor en Derecho.