El abusador y sus beneficiarios

descripción de la imagen

Por

11 febrero 2014

Mauricio Funes se encuentra fuera de control, fuera de quicio. La democracia le impone límites que no está dispuesto a respetar. Si hay que desobedecer las leyes con tal de destruir al adversario político, nuestro presidente ha demostrado fehacientemente que ni la Constitución de la República va a detenerlo. Hará lo que juzgue necesario hacer para conseguir su propósito. Ya ni se molesta en guardar las apariencias.

A cuatro meses para entregar el poder, el mandatario de todos los salvadoreños es el primer faccioso del país. Hasta el mismo día de las elecciones se mantuvo en nuestras pantallas de televisión usando dinero del Estado para inclinar la balanza electoral. Y cuando por fin, forzado por tan anómalas circunstancias, el TSE tuvo que suspender --in extremis-- la insufrible propaganda gubernamental, quienes llevamos registro de los atentados perpetrados por Funes tuvimos que anotar en su "haber" uno de los peores gestos antidemocráticos que puede encarnar un presidente: el irrespeto al único soberano, el pueblo, justo el día en que todos los poderes públicos están obligados a permitirle decidir en silencio.

Pero Mauricio Funes ya no respeta nada ni a nadie. Pisoteó cuanto quiso la dignidad de su alto cargo, a lo largo de cuatro años, y va a terminar su gestión pasando encima del ápice de vergüenza que le quedaba. Hoy nos dice que los delitos de difamación que se le imputen, si llegaran a comprobársele, serán pagados con fondos del erario nacional. Ni siquiera él parece capaz de controlarlos, ¡pero su temperamento y su lengua tienen el respaldo de nuestros impuestos! Nos guste o no nos guste, ¿verdad, presidente?

Funes es caso perdido, desde luego. Lo que preocupa es el silencio del FMLN ante estos atropellos. Nadie que tenga conocimientos básicos sobre democracia y Estado de derecho podría negar que la "cruzada" de nuestro presidente constituye un precedente inaudito y peligroso. ¿Por qué calla el partido oficial y no censura este inicuo comportamiento? ¿Es suficiente que los abusos le favorezcan para que sus promesas de respeto a la legalidad se hagan humo?

He escuchado a varios voceros del Frente asegurar que nadie debe temer réplicas de regímenes foráneos en nuestras tierras. Lo paradójico es que la agresividad de Mauricio Funes se está elevando a tonos cada vez más parecidos a los que utiliza Nicolás Maduro en Venezuela, mientras que el partido que lo llevó al poder sigue hablándonos de fraternidad, paz y unidad nacional. La incongruencia, perdónenme, es del tamaño del estadio Cuscatlán. Si los buenos deseos de armonía y diálogo social no motivan al FMLN a pedir a Funes que por lo menos respete la Constitución, ¿qué prueba está esperando darnos el profesor Sánchez Cerén para que creamos en su repentina "conversión" a la tolerancia, la flexibilidad ideológica y el rechazo del autoritarismo?

Las medidas cautelares promulgadas por la Sala de lo Constitucional el pasado 24 de enero eran clarísimas, pero sin ningún rubor fueron violentadas por funcionarios de todos los partidos políticos, encabezados por el presidente de la República y la primera dama. Anteayer, habiendo Funes presentado sus justificaciones, la Sala tuvo que emitir una oportuna aclaración sobre el alcance de la medida cautelar, recordando que su estricta observancia "sirve al cumplimiento de una finalidad más amplia y fundamental: solo si los servidores estatales son y parecen imparciales (lo que incluye la neutralidad política partidaria) se favorece la confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas, y dicha confianza es el fundamento de la democracia".

Por tanto, a menos que el verdadero objetivo del FMLN sea destruir nuestro sistema democrático, es imposible desentrañar por qué esta resolución del máximo tribunal del país les suscita tanta resistencia. Y lo peor es que no será Salvador Sánchez Cerén quien nos aclare el punto, porque es evidente que en campaña se exacerba la sensibilidad de su piel a las preguntas incómodas.

*Escritor y columnista

de El Diario de Hoy.