Conductas desviadas y encubrimiento oficialista

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25 febrero 2014

La semana pasada se registró el choque de un vehículo de lujo en el redondel Masferrer, cerca de la residencia presidencial. Coincidentemente, el mismo día, el presidente de la República, según la versión oficial, sufrió una inofensiva caída mientras se amarraba sus zapatos, causándole una grave fractura pélvica que forzó a los doctores intervenirlo quirúrgicamente para colocarle una prótesis total. Las autoridades niegan que exista una relación entre los incidentes, pero diferentes elementos que orbitan alrededor de ellos han llevado a que hipótesis contrarias dominen las redes sociales y el discurso político.

El tema ha cobrado tanta relevancia y tracción en diferentes espacios, que muchos analistas consideran que le quita espacio a la discusión de propuestas concretas en esta coyuntura electoral, impidiendo que los candidatos y sus partidos puedan transmitir sus planes al electorado. Estoy de acuerdo con que necesitamos escuchar cómo y con quiénes los candidatos pretenden resolver los problemas críticos que agobian al país, pero también es importante analizar los incidentes antes planteados en el contexto de otros similares que denotan prácticas institucionales indebidas y preocupantes, ya que la premisa central de la campaña oficialista es que su forma de gobierno tiene que continuar y "profundizarse".

El accidente de tránsito antes mencionado recibió una inusual atención exprés y élite de parte de las autoridades: al lugar se hizo presente un equipo táctico de la Policía, el conductor no fue detenido, el vehículo fue retirado de la escena en tiempo récord y funcionarios de tránsito se apresuraron a dar una confusa y contradictoria versión oficial. Hay denuncias públicas concretas, además, que señalan la presencia de agentes de inteligencia que amedrentaron a testigos y obligaron a negocios aledaños a entregar los videos de sus cámaras de vigilancia.

Similarmente, personas han hecho denuncias públicas en relación al dispositivo de seguridad excesivo y hermético en el lujoso hospital privado en el que fue intervenido el mandatario. También argumentan que los empleados del nosocomio fueron amenazados exigiéndoles confidencialidad. Integrando todos estos elementos, parece como que si se estuviera narrando el contenido de una película que combina conspiración gubernamental, encubrimiento criminal, persecución y políticos sumergidos en excesos y desviaciones. Sin embargo, constituyen la explicación que actores importantes de la sociedad ofrecen sobre hechos reales y puntales.

Lo más preocupante es que no sea el único incidente en el que se combinen dichos elementos. Hace algunos días se registró, por ejemplo, un hecho igual o más alarmante en el que dos jefes pandilleros fueron encontrados al interior de un vehículo registrado a nombre del hijo de un diputado oficialista. Otra historia digna de una trama de Hollywood. Similarmente inquietantes son las grabaciones en las que exfuncionarios de este Gobierno revelan que, por orden superior, sustraían dinero de forma ilegal de fondos institucionales, con la finalidad de financiar una negociación entre el Estado y cabecillas pandilleros. Las autoridades, en un esfuerzo por continuar encubriendo esto, recientemente negaron una solicitud de este periódico para acceder a los registros de las cuentas públicas señaladas en las grabaciones.

La lista de incidentes similares a los anteriores no acaba allí, lastimosamente el espacio de este tipo de publicación es reducido. No obstante, los antes descritos son suficientes para establecer un patrón para esta administración, en el que las conductas desviadas son aceptables para los funcionarios y su encubrimiento está garantizado por los aparatos de seguridad del Estado. Esto es especialmente relevante considerando que el candidato del partido oficial, con fines electorales, trata de negar su afinidad, vínculo, admiración y lealtad para con gobiernos autoritarios de corte radical (como Venezuela, en donde son comunes situaciones como las antes descritas) y organizaciones criminales (como las FARC colombianas, para las que las desviaciones son normales). La inamovilidad y permanencia en posiciones dominantes de la actual cúpula de izquierda, comprometida con esquemas antiguos y oscuros, no augura un buen futuro para el país.

*Criminólogo

@cponce_sv