Secuelas de Los Caballeros Templarios y las pandillas

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21 enero 2014

El Estado mexicano de Michoacán se ha convertido, según analistas, en el obstáculo más prominente que el presidente del país azteca, Enrique Peña Nieto, tendrá que superar para lograr proyectar una imagen diferente de su nación. Recientemente, la crisis en seguridad en México se ha agudizado debido a grupos de ciudadanos que han decidido tomar la justicia en sus propias manos, organizándose en estructuras autodenominadas inicialmente como policías comunitarias y, más recientemente, rebautizadas como autodefensas. Juan Manuel Mireles, médico de profesión y ahora etiquetado como el "líder moral del Consejo General de las Autodefensas de Michoacán", en un video difundido el año pasado en el ciberespacio describe, con bastante detalle, la grave situación delincuencial y la debilidad de los aparatos de seguridad pública que, según el dirigente de los autodefensas, explica, justifica y hace necesaria la existencia de dichas organizaciones.

Mireles, residente del municipio de Tepalcatepec, del Estado de Michoacán, no ha tenido reparos en acusar públicamente a Los Caballeros Templarios y señalar a miembros específicos de esa agrupación criminal, como autores de secuestros, asesinatos, violaciones y otros delitos puntuales perpetrados en contra de ciudadanos honrados. Tampoco le ha temblado la voz cuando ha denunciado, con el fin de explicar el origen y fin de las autodefensas, acuerdos entre las fuerzas del orden y estructuras delictivas.

Las autodefensas mexicanas en los estados de Michoacán y Guerrero, en los que se concentran principalmente este tipo de movimientos, con el tiempo han mejorado, de forma significativa, su organización, equipo y armamento. Aunque han existido rivalidades entre diferentes subgrupos, la mayoría de acciones desarrolladas por las autodefensas están orientadas a debilitar estructuras del narcotráfico y funcionarios corruptos. Al principio del 2014, por ejemplo, se tomaron la ciudad michoacana de Paracuaro y arrestaron a quince policías.

Similarmente, las autodefensas han proclamado varios municipios hasta la fecha. Los enfrentamientos entre dichas agrupaciones, las estructuras de narcotraficantes que pretenden neutralizar y los cuerpos de seguridad, que intentan desarticular a ambas organizaciones, han agudizado el problema de inseguridad en México. La influencia, control y poder de las autodefensas es tan fuerte y el apoyo que reciben de sus comunidades es tal, que las autoridades se han visto obligadas a buscar un entendimiento con los más altos dirigentes. Sin embargo, no lo han podido lograr, ya que para desmovilizarse y desarmarse, exigen que la policía capture a los siete cabecillas principales de Los Caballeros Templarios. El escenario se complica aún más cuando hay señalamientos concretos en donde se sugiere que algunos de los grupos de autodefensa están infiltrados por las organizaciones criminales, con la finalidad de utilizarlos para concentrar sus esfuerzos en desarticular estructuras delictuales rivales.

En el pasado, he escrito artículos de opinión sobre vigilantismo --término académico utilizado para describir situaciones en las que la ciudadanía decide tomar la justicia en sus manos--, haciendo referencia a casos puntuales registrados en El Salvador durante los últimos años. También advertí, en esas ocasiones, sobre el peligro que representa el surgimiento de estructuras similares a las autodefensas en nuestro país y las graves implicaciones que esto conllevaría en términos de seguridad.

El poder e influencia que han logrado alcanzar las pandillas y el excesivo deterioro del aparato de seguridad pública experimentado en los últimos años, aunado con un problema de vigilantismo, agravaría la situación a niveles prácticamente incontrolables. Es necesario que las autoridades atiendan con celeridad, responsabilidad y contundencia cualquier síntoma que denote el surgimiento de autodefensas en nuestro país. Debido a la triste situación que vivimos los salvadoreños, es común escuchar posturas en apoyo al vigilantismo. Muchos incluso inconscientemente lo asocian con el rol de los superhéroes de las tiras cómicas de antaño. No obstante, la proliferación de autodefensas en nuestro país tendría consecuencias desastrosas en la seguridad pública.

*Criminólogo

@cponce_sv