Lecciones de Roger Daltrey

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16 enero 2014

Ya inició el año electoral y con este, una sucesión interminable de cancioncitas de mal gusto y promesas vacías. En momentos como estos, es apropiado bajar volumen a las campañas y recordar a algunos genios de la música que además de maravillas musicales, nos han regalado más de alguna lección aplicable a nuestro país.

En 1971, los genios británicos Keith Moon (QEPD), John Entwistle (QEPD), Pete Townshend y Roger Daltrey, integrantes de The Who, le regalaron al mundo una de sus obras principales, la canción "Won't Get Fooled Again" (No nos dejaremos engañar de nuevo), que celebrara de manera cínica el fenómeno del poder, advertía los peligros de confiar en quienes pretenden dirigirnos y nos pedía, en buen salvadoreño, no dejarnos ver la cara...

Los salvadoreños estamos, desde hace algunos meses, siendo testigos de una de las campañas con menor altura de los últimos años. Ataques personales, descalificaciones, promesas insensatas y un desinterés por mostrarnos cómo se llevaría a cabo cada plan son los aspectos fundamentales de esta temporada electoral.

Es realmente lamentable ver cómo miembros de la sociedad civil, que en teoría persiguen la misma finalidad (fortalecimiento institucional y un país con mejores oportunidades para los salvadoreños) con diferentes métodos, se encuentren hoy rivalizando, atacándose y defendiendo una moral que sus respectivos candidatos dicen defender pero no demuestran con sus actos. Justo lo que señalaba Daltrey con su estridente voz.

Por otro lado, la excesiva confianza que tenemos en su envolvente retórica, sus pésimas adaptaciones de canciones populares a jingles políticos (¿recuerdan la versión Macarena de ARENA? ¡Nunca más, por favor!) y sus altamente emotivos comerciales televisivos nos hacen ver que somos ciudadanos altamente impresionables, un poco torpes por momentos y cómplices de un espectáculo caro, de baja calidad y del cual, a diferencia de un mal circo, no nos podemos retirar a la mitad de la función.

Por eso, yo me pliego sin reservas a la canción antes mencionada de The Who. "Yo hago reverencias a una nueva revolución". No una revolución que busque reivindicar derechos por medio de violar otros tantos, como la libre movilidad o la vida, sino una que nos haga despertar, que nos haga recordar día con día que somos los arquitectos de nuestro futuro y no simplemente el experimento recurrente de nuestros políticos.

Y con esa misma energía con que me sumo, llamo a quienes leen estas letras a dejar atrás la ingenuidad política que hemos demostrado. Los cambios que el país necesita no vienen de cambiar el apellido de quien nos gobierna, sino de los límites que establezcamos y el control periódico que hagamos de nuestros políticos. Si el país va mal, culpar a los funcionarios es olvidar que los responsables de vigilar el buen manejo de la cosa pública somos nosotros. Culpar únicamente a los funcionarios es engañarnos a nosotros mismos…

Meses después de la campaña electoral, cuando los afiches vayan cediendo al paso de la gravedad, se despinten las piedras camino al aeropuerto y las estaciones de radio al fin dejen de ser bombardeadas con palabras inspiracionales, llegará la toma de posesión.

Frente a medios de comunicación, comunidad internacional, los diputados de la Asamblea Legislativa y demás invitados, el nuevo presidente de la República jurará defender la Constitución y quienes le apoyaron aplaudirán sin parar y en el peor de los casos le rendirán, por los próximos cinco años, ciega lealtad.

Mientras tanto, los escépticos recordaremos las últimas palabras que Daltrey cantaba. "Conoce al nuevo jefe, igual que el anterior".

Y nosotros, ¿nos volveremos a dejar engañar?.

*Colaborador de El Diario de Hoy