Irina Flores, una balletista comprometida

Nuestra Salvadoreña del Mes  es Irina Flores,  quien con su talento en el ballet clásico ha conquistado a los amantes de este arte. Gracias a su esfuerzo y tenacidad ha logrado destacar y ser reconocida a nivel nacional e internacional representando al país en diferentes eventos.

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Para Irina

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22 August 2016

Una bailarina de ballet clásico profesional muy trabajadora en lo que le gusta y apasionada por los retos, así se describe Irina Flores. Ha logrado lo que se ha propuesto y ha representado al país con orgullo en numerosos festivales alrededor del mundo. No obstante aún considera que le falta más por explorar. Te invitamos a conocer más sobre nuestra salvadoreña del mes de agosto.

Desde siempre, Irina ha contado con el apoyo incondicional de su mamá, “cuando dije que quería bailar, rápido me hicieron el examen de admisión y quedé en la Escuela Nacional de Danza. Mi mamá siempre trató de apoyarnos, a mí y a mis hermanos, en lo que nosotros queríamos y de hecho ella me sigue apoyando”, dice.

 Asímismo, tiene el soporte de toda su familia, su novio, la Fundación y la maestra Alcira Alonso, a quien cataloga como su impulso para ser la bailarina que es ahora.

A los 17 años, dio sus primeros pasos como bailarina, ya que formó parte de los tés shows que organizaba la maestra Alonso. “Era como desfile de modas, pero de ballet, hecho para los papás y a mí me tocó el tutú del Lago de los Cisnes. Fue bien interesante porque vinieron unas niñas de Guatemala a interactuar con nosotros”, dice.

Sin embargo, no fue sino hasta años más tarde que participó profesionalmente en una presentación con la Orquesta Sinfónica. Se abrió con “Las Silfides de Chopin”; de ahí “Estancia de Ginastera”, coreografía de la maestra Alcira, y se cerró con las “Danzas Polovtsianas. Ella tuvo el rol principal en cada una de esas representaciones.

A pesar de haber tenido obstáculos, estos no le han impedido lograr lo que ella tanto anhela, “sea como sea tiene que salir adelante”, comenta. Irina cree que uno los mayores desafíos para los bailarines son las lesiones, no obstante, a lo largo de su carrera ha sabido trabajar con su cuerpo y evitar los accidentes graves.

“Una vez fui invitada a bailar en Guatemala, en el ensayo general me fracturé el dedo gordo del pie y no me di cuenta porque estaba caliente. Me enfrié y me dolía, pero podía caminar. La noche que  llegué a la presentación empecé a calentar y me dolía cada vez más y más. Me puse hielo y tomé pastillas, así bailé, como invitada no podía dejar de bailar. Al día siguiente, me llevaron al médico y no me pusieron yeso porque cuesta más recuperar el tono muscular. Pasé un mes inmovilizada con vendas y el pie hacia arriba”, recuerda.

Por otro lado, la vida de esta bailarina salvadoreña ha estado llena de triunfos y satisfacciones. El más grande fue cuando la vieron, junto a su pareja de baile, Alex Cornejo, en una gala en Nicaragua y los invitaron al 40 Aniversario del Ballet de Camagüey. “La primera obra era “La Sílfides”, la bailó un ballet de Cuba, estaba muy bonito, pero no era nivel profesional. Fernando Alonso estaba presente, por lo que al terminar la presentación solamente se levantó y se fue. Al día siguiente, había ensayo en el Salón de Camagüey, todos hacíamos clase juntos. “a la mitad de esta llegó Alonso enojado y reclamó que todas las presentaciones en su aniversario tenían que ser profesionales, nosotros bailábamos ese día” menciona.

Esa noche, junto con su pareja, presentarían “Sansón y Dalila”, una coreografía original de Irina, “estábamos nerviosos, al final lo hicimos y volteamos a ver al balcón, donde se sentaba Fernando Alonso, y estaba aplaudiendo, ya pudimos respirar tranquilos”, sonríe.

 Esta experiencia marcó a Irina, jamás se había sentido tan nerviosa como ese día.

Al día siguiente, cuando ensayaban el “Encuentro de Di Blasio”, Alonso los guío y les hizo algunas sugerencias. “Como maestro tomó el ensayo y nos hizo algunas sugerencias en el dúo que íbamos a bailar esa noche”. Al final, las coreografías que llevamos quedaron en el repertorio, cedí el derecho para que “Sansón y Dalila” fuera parte del Ballet de Camagüey”, dice.

La población salvadoreña está cambiando su perspectiva conforme al ballet, según Irina, “poco a poco la gente se ha dado cuenta que el ballet no es aburrido, se ve bastante afluencia en las obras y se está llegando a los jóvenes”. Además, piensa que ya es mejor visto y más respetado que antes, aun así “hay gente que no cree que uno puede dedicarse al arte, por ejemplo, yo tuve que estudiar una carrera en la universidad, la saqué para dedicarme al ballet de lleno,” indica.

Dentro de unos diez años, esta destacada bailarina se ve como una coreógrafa y maestra, que asiste a festivales con sus coreografías, pero para mientras desea seguir bailando “unos años más hasta que Dios me lo permita, hemos bailado en diferentes países y hemos representado al país con orgullo. Estoy bien satisfecha con mi carrera”, afirma.

Aconseja a los jóvenes que si desean iniciar una carrera como bailarines, “no pierdan el tiempo y que si de verdad hacerlo que se dediquen, que trabajen para lograrlo”.