El polémico Programa de Apoyo Temporal al Ingreso (PATI), además de haber favorecido a unos 400 pandilleros en el marco de la tregua, no tuvo el impacto que el Gobierno de Mauricio Funes esperaba, porque los jóvenes y las madres de familia beneficiadas no fueron capacitadas de acuerdo a las habilidades que requería el mercado laboral en su momento, según se desprende de un estudio realizado por la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades) en abril de 2014.
La evaluación del programa PATI, la cual fue dirigida por la experta Margarita Béneke de Sanfeliú, fue hecha para medir el impacto que pudo haber tenido en el bienestar y en las oportunidades de empleos que habrían tenido los jóvenes participantes, tras ser capacitados en oficios genéricos.
Con este programa, el gobierno de Funes buscaba reducir el impacto en el desempleo de los jóvenes y mujeres jefas de hogar que residían en zonas urbanas de alto riesgo delictivo. Pero en realidad, el programa fue para favorecer a pandilleros y sus familias, dice el alcalde de Ilopango.
Otras de las pretensiones de la evaluación del Pati era determinar el impacto que habría tenido en la violencia y la victimización en las comunidades donde residían los participantes del programa, quienes en su mayoría eran jóvenes de 16 a 24 años de edad; así como mujeres jefas de hogar.
El estudio de Fusades recomendó en su momento que “el programa tuviera cierta flexibilidad para ofrecer ciertas modalidades (de capacitación), de acuerdo con las motivaciones y necesidades de los potenciales participantes: jóvenes buscando empleos asalariados y que podrían beneficiarse de capacitación en áreas que son requeridas por el mercado laboral”.
También sugirió que los participantes tendrían que haber sido capacitados en habilidades para la búsqueda de empleo como las técnicas de entrevista, en vez de capacitaciones vocacionales genéricas como por ejemplo panadería.
Las capacitaciones que ofrecía el programa Pati se limitaba a la reparación de computadoras, elaboración de piñatas, crianza de aves de corral, vivero de camarón, artesanías en madera, artesanías en hierro forjado, zapatería, corte y confección, bisutería, arreglos florales, electricidad residencial y cocina básica, entre otros.
Sin embargo, el estudio destaca que en la actualidad, el mercado laboral demanda de algunas habilidades como el conocimiento de otros idiomas, el uso de computadora y saber utilizar internet.
Además se descubrió que la mayoría de los participantes que fueron entrevistados para la evaluación del programa no tenían los suficientes conocimientos sobre las habilidades anteriores.
Se demostró que era necesario reforzar a beneficiarios con habilidades que requiere el mercado laboral. El estudio consideró en ese momento que se necesitaba mayores esfuerzos para facilitarles a las personas con menor educación a completar educación básica y bachillerato.
Antes de entrar al programa, una buena parte de los entrevistados, entre mujeres, adultos y los que dijeron tener menos educación, valoraron que estaban mejor preparados para buscar trabajo e incluso para poner su propio negocio.
Lo anterior lo observaron con similar percepción los jóvenes y los que tienen un nivel educativo más alto. Esa percepción aumentó en el corto plazo, luego de haber participado en el programa.
Sin embargo, esa mejora en la percepción no fue duradera y se desvaneció con el paso del tiempo, según el documento.
Lo anterior, según el estudio, pudo haberse debido a que no todos los participantes en el programa recibieron el módulo de capacitación que forma parte del PATI.
Otros de los hallazgos fue que menos del 40 por ciento de los participantes dijeron haber sido capacitados en la búsqueda de empleo o para trabajar por cuenta propia.
Los resultados del estudio demostraron que el aprovechamiento de los contenidos de los módulos de capacitación correspondientes fue bajo, dado que muy pocos asistentes señalaron conocer algunas de las técnicas que fueron impartidas. “El poco efecto del PATI en al área de preparación para la búsqueda de empleo puede ser producto del tipo y la calidad de la capacitación recibida”, señala.
Otro de los efectos que pretendía el programa era influir en mejorar la participación de los beneficiarios en las actividades comunitarias del mismo con lo que se lograría un aumento en las relaciones sociales y la convivencia social en las comunidades.
Además de buscar incrementar el nivel de confianza entre los habitantes de las comunidades beneficiadas con el PATI, se pretendía reducir los índices de inseguridad y victimización.
En ese sentido, el programa no dio los resultados esperados por cuanto hubo un “muy pequeño aumento en el nivel de participación civil en espacios de la comunidad, ya sea en organizaciones comunitarias o en posiciones de responsabilidad”.
El estudio también evidenció que el programa no influyó en mejorar la confianza ciudadana, es decir, que se tuvo una reducción en la confianza entre las personas de la comunidad. Pero lo más significativo de los hallazgos es que la gente beneficiada no ha percibido una mejora de la seguridad en sus comunidades.
“En esto el programa no ha influido, sino más bien pareciera que la situación de inseguridad y la falta de confianza se hubiese exacerbado”, señala una de las consideraciones del estudio.
A lo anterior se le suma que la entrega de los 100 dólares a los beneficiarios pudo haber cumplido con ayudar temporalmente a los ingresos de las personas de escasos recursos económicos en las áreas urbanas, y también permitió reducir la pobreza extrema de los participantes, pero solo un año después de haber participado en el mismo.
Otras de las deficiencias del Pati es que al culminar la participación en el programa, disminuyó el estado de ánimo de los beneficiarios, sobretodo, cuando no había “una transición hacia una salida más permanente en materia de empleo o hacia otros programas”, señala el informe.