El sustento familiar viaja en una carreta

La historia de Rosa Maura Ascencio está llena de esfuerzo, trabajo y mucho amor por su familia. Dedica su vida a sus hijos y al comercio. 

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Entre las frutas y verduras

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05 August 2016

LA UNIÓN. El amor de una madre por los hijos lo puede todo, lo logra todo y lo aguanta todo. La vida de Rosa Maura Ascencio Santos es una muestra de ello, pues la mujer, para alimentar a sus  hijos y darles lo necesario, sale todos los días muy temprano de su casa a comercializar verduras en su carreta.

Reside en la colonia Nueva Esperanza de Conchagua, desde donde se desplaza a barrios y colonias de la cabecera de La Unión acompañada de una de sus hijos, una pequeña de dos años de edad, quien entre frutas y verduras hace su esfuerzo propio y ve el de su madre para llevar el pan a la mesa.

Maura es madre de cinco hijos, dos de ellos ya con sus hogares formados y tres más que aún necesitan de ella para salir adelante. La mujer los ama sin igual y explica que dos de los niños, de 13 y 14 años, tienen capacidades especiales y estudian en la escuela de Educación Especial de La Unión, en donde prácticamente permanecen durante su jornada laboral que es por la mañana.


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La mujer siempre se ha dedicado a vender cargando en la cabeza canastos y durante sus embarazos hizo lo mismo, pero con la preocupación que en el caso de su última pequeña, a quien bautizó como Génesis,  no encontró quién se la cuidara, por lo que la acompaña a sus labores.

Ante ello, el dueño de un taller de estructuras metálicas le sugirió hacer una carreta de hierro para que cargara las verduras y frutas, pero además acondicionarla para cargar a su hija.

“Tengo dos años de salir a vender en esta carreta y desde los dos meses me acompaña mi niñita y por eso compré la carreta, me costó 175 dólares y la pagué por cuotas”, rememora.

Rosa Maura es madre soltera, tiene ocho años haberse separado del padre de sus niños y debe trabajar para sobrevivir junto a sus tres hijos. Detalla que es revendedora, por lo que si vende 20 dólares de producto, le pagan cinco dólares, un trabajo sacrificado con una recompensa no muy gratificante, pero que le sirve para alimentar a sus pequeños.

“Hay días buenos de ventas y otros malos, pero Dios no la desampara a uno”, agregó la mujer sin quejarse o reprochar al creador por lo que le brinda cada día.

Por ese pensamiento y el esfuerzo que a diario realiza, es la admiración de muchos de sus clientes que han tenido la oportunidad de verla pasar todos los días por las colonias.

Muchos le vieron en estado de embarazo cargando en la cabeza  frutas y verduras, y hoy sigue en la lucha, pero empujando una carreta pesada, cargada de lo que le brinda el sustento diario y adonde lleva una de las razones de su vida, la pequeña Génesis.

Asegura que mientras Dios le permita seguir adelante, procurará que a sus hijos no les falte nada a base de trabajo, esfuerzo y amor.