“La gasolina del populismo ha sido la corrupción”

Gloria Álvarez y Axel Kaiser, autores de "El engaño populista", comentaron sobre los riesgos y características de este fenómeno político.

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Según Gloria Álvarez y Axel Kaiser

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28 July 2016

El populismo ha sido considerado el cáncer político más representativo de la actualidad. Sus efectos económicos, políticos y sociales han sido devastadores y la sed de poder de sus principales iconos ha logrado quebrar sociedades otrora prósperas.

El Diario de Hoy conversó con Axel Kaiser, abogado chileno y Gloria Álvarez, politóloga guatemalteca, autores del libro “El engaño populista”, sobre sus experiencias al investigar este fenómeno político.

Los expertos explican los tres momentos clave del populismo: previo a su instauración, cuando se establece y la salida. 

La etapa previa al populismo:

¿Cuál es en pocas palabras el “engaño populista”?

Axel Kaiser: La esencia del engaño es la promesa de que al llegar un populista al poder se mejorará sustancialmente la realidad, sin decir cómo lo va a hacer. No hay una lógica económica racional detrás del discurso, sino palabras vacías que apelan a un sentido de justicia y con eso persuade a la población para obtener su apoyo.

Gloria Álvarez: El engaño es la promesa de volver al paraíso anterior al “estado de opresión actual”, pero los opresores no dejan de existir cuando se instalan estos regímenes. 

¿Por qué una sociedad abandona la institucionalidad y busca un personalismo?

AK: No siempre abandona la institucionalidad una sociedad que pone a un populista en el poder, pero hay factores que lo favorecen como la angustia económica, las crisis, o si las estructuras tradicionales no responden a demandas que han sido frustradas. 

Por otro lado, está la hegemonía cultural, cuando persiste la idea de que el gobernante se tiene que hacer cargo de la vida de las personas. 

¿Hay forma de diagnosticar a una sociedad propensa a caer en este vicio?

GA: Sí, sobre todo en sociedades latinoamericanas donde ya está instalado un tipo de resentimiento de clase. Ahí hay un caldo de cultivo para que estas propuestas políticas tengan cabida en la sociedad. Si no, no pasarían de ser discursos que nadie compraría.

¿Hay “vacunas” a tiempo contra este mal?

GA: Hay vacunas como movimientos de sociedad civil que defienden ideas, no a un candidato en un momento determinado. Cuando los derechos del individuo empiezan a ser violentados, si existe esa organización civil se pueden contrarrestar los abusos.

¿Hay frenos institucionales?

AK: Sí. Los límites al endeudamiento o los tribunales constitucionales independientes capaces de botar leyes que violan principios fundamentales pueden contener el populismo. Por eso los populistas buscan una nueva constitución, para eliminar los frenos a la concentración del poder. Con instituciones sólidas, sin importar quién gobierne, el sistema sigue funcionando.

Una vez en el poder:

¿Hay un “ambiente” que caracterice al populismo?

GA: Sí, el populismo arremete contra la institucionalidad. En el Legislativo deja de haber oposición o hay transfuguismo, se deforman los presupuestos, hay un desdén por el servicio civil y se dan ataques sistemáticos a las libertades civiles; hay expropiaciones, compra de medios o persecución a periodistas. Muchos empresarios se ven amenazados también y mientras algunos siguen firmes, otros solo agachan la cabeza, se acercan al gobierno y se genera un “capitalismo de amigos”.

¿Hay un “cambio de élites”?

AK: Sí. El populista para llegar utiliza conceptos muy vagos, pero no hay mayor cambio, solo se reemplaza una línea de poder por otra. Nunca existió un país sin élites, solo que en estos casos imponen élites más explotadoras y más duras. Eso también es parte del engaño: que no habrá élites o el poder será del pueblo.

¿Es monopolio de una bandera política?

AK: No, porque no tiene un contenido programático definido, sino un intento vago de reivindicación de sentimientos y emociones. Aquí convergen distintos grupos sin importar su procedencia política o ideológica. En América Latina hay experiencias estatistas y antilibertades de todo tipo. 

¿Cómo abordar la política del espectáculo del populismo?

GA: Quienes defienden el Estado de Derecho y el mercado por mucho tiempo creyeron que solo hablando de desarrollo económico y dando indicadores de crecimiento iba a ser suficiente, pero la mayoría nos dejamos guiar por la pasión, no la razón. El populista opera con base en el sentimiento primario, iracundo, en la reacción inmediata sin pasar un filtro analítico. El sistema al que aspiramos es más analítico, pero no podemos obviar cómo las personas tomamos las decisiones.

AK: En la batalla cultural hay avances. Da esperanza ver que hay apertura a las ideas de una sociedad libre.

¿Cuál es el efecto económico del populismo?

GA: La idea del “pan para hoy” y de “comerse la industria”. Si nos cerramos al comercio internacional tendremos una abundancia momentánea, pero luego viene una profunda escasez. Y ahí vienen las expropiaciones, los excesivos impuestos...

¿Y qué hay de la corrupción?

GA: La gasolina del populismo es la corrupción. Necesitas discrecionalidad para poder manipular el dinero que se paga en impuestos y financiar el clientelismo. Donde no hay equilibrio de poderes, la corrupción se exponencia. Los mejores ejemplos son los grandes escándalos de corrupción en la Argentina de los Kirchner, los escándalos de Rousseff y Lula, el patrimonio de la familia de Chávez o la riqueza de los Castro.

El fin del populismo:

¿Cómo evitar caer en el descontento de la población una vez cae el populista?

AK: Quienes gobiernan tras el populismo se enfrentan a décadas de una institucionalidad degenerada. Si en la transición post populismo no existe el trabajo de difundir las ideas correctas, podrás lograr cambios económicos pero no se corrigió el suelo fértil del populismo. La sociedad civil debe crearse un “nuevo sentido común” en el cual no sea el gobierno ni el Estado el encargado de satisfacer las necesidades ciudadanas. 

¿Cuál es entonces la senda de regreso a la libertad?

Por un lado, abrir el mercado porque aspiramos a que, tras  el clientelismo, exista un clima de inversión y prosperidad. Por otra parte, no podemos salir a quejarnos de la corrupción sin estar dispuestos a cerrar los chorros por donde robaban los políticos. Finalmente, educar y empoderar a la sociedad y que esta fiscalice y exija resultados a los políticos de turno.