Luto por muerte de niño migrante de Sonsonate

Sueño americano le cobró bien caro a esta familia que buscaba reencontrarse en EE.UU. Erick Adrián fue enterrado ayer, su padre que sobrevivió lloró sobre el ataúd de su hijo  

descripción de la imagen

Por

27 July 2016

Los seis años de Erick Adrián terminaron en un río de Chiapas, México, en un viaje para reencontrarse con su familia en Estados Unidos donde nadie asegura la vida.

Erick vivía en Sonsonate, pero junto a su padre partió en busca del “sueño americano”. En búsqueda de mejores condiciones de vida. 

El niño murió ahogado. Lo había mandado a traer una tía.

El padre del menor, Rigoberto Robles, tenía una forma establecida de vida en Sonsonate. Se dedicaba a la mecánica automotriz y tenía un taller para ofrecer su servicios, pero él y su hijo eran los únicos que habían quedado en El Salvador pues toda su familia se encontraba en el país norteamericano.


Sepelio de niño migrante que murió en México


Una hermana de Rigoberto quiso ayudarles a viajar a ese país (los mandó a traer) para encontrarse allá.

Además de reunificar la familia, la pariente  tenía nobles propósitos para los dos, que el niño estudiara en Estados Unidos y que el padre se desarrollara aún más con lo que sabía hacer, mecánica automotriz.

Foto/ Marlon Hernández

El pequeño Erick Adrián estudiaba en el colegio Ensueños de Sonsonate, estaba en kinder, sección seis (por su edad).

Con ese sueño, Rigoberto e hijo salieron vía terrestre rumbo a los Estados Unidos, pasaron por Guatemala y pocos kilómetros después de la frontera con México el 20 de julio, se tenían que subir a una embarcación sin imaginarse lo peor.

Relata una familiar, que el infante fue el primero en embarcarse, Rigoberto tenía cierto temor, pero empujado por el entusiasmo de Erick Adrián se subió a la lancha que los adelantaría en su trayecto hacia Estados Unidos.

“En la lancha el niño iba muy contento, el papá tenía miedo, pero el niño le decía que no tuviera miedo, que le faltaba mucho por llegar, parecía como que el niño presentía que tenía que partir al más allá”, afirmó.

Rigoberto nunca se imaginó que quien lo animaba a subirse a la lancha (su hijo), minutos después moriría ahogado al sucumbir entre la corriente la lancha en la que navegaban.

El padre del niño rechaza “rotundamente” haber abandonado a su retoño y que eso haya sido la razón de la tragedia. 

Erick Adrián asistía a la Iglesia Católica y su padre a la iglesia evangélica. 

El progenitor luego de la tragedia no tuvo opción que interrumpir el viaje y regresar a El Salvador para darle cristiana sepultura a su hijo. Otro familiar viajó a México para ayudarle a realizar los trámites de repatriación el 22 de julio.

La despedida de Erick 

Con una concurrencia de familiares, vecinos y amigos que cubrían unas cinco cuadras se realizó la tarde del miércoles las exequias de Erick. 

La ceremonia del último adiós se desarrolló con un  emotivo culto evangélico. Un amigo de la familia abogó porque todo ser humano tiene derecho a luchar por su bienestar.

Reconoció que los padres estaban en la libertad de decidir el futuro de sus hijos y que esta no era la excepción.

El padre del niño en su dolor no quiso referirse a la pesadilla que les tocó vivir en el río  mexicano ni el sueño que les motivó emprender el viaje.

Foto/ Marlon Hernández

 Como un hecho de amargo dolor se inclinó en el ataúd y a solas se comunicó por última vez con su pequeño hijo.

Erick Adrián terminaron en un río de Chiapas, México, en un viaje por tierra a Estados Unidos para reencontrarse con su familia donde nadie asegura la vida. 

Erick vivía en Sonsonate, pero junto a su padre partió en búsqueda del “sueño americano”. En búsqueda de mejores condiciones de vida. 

El niño murió ahogado. Lo había mandado a traer una tía.

El padre del menor, Rigoberto Robles, tenía una forma establecida de vida en Sonsonate. Se dedicaba a la mecánica automotriz y tenía un taller para ofrecer su servicios, pero él y su hijo eran los únicos que habían quedado en El Salvador pues toda su familia se encontraba en el país norteamericano. 

Una hermana de Rigoberto quiso ayudarles a viajar a ese país (los mandó a traer)  para encontrarse allá.  

Además de reunificar la familia, la pariente  tenía nobles propósitos para los dos, que el niño estudiara en Estados Unidos y que el padre se desarrollara aún más con lo que sabía hacer, mecánica automotriz. 

El pequeño Erick Adrián estudiaba en el colegio Ensueños de Sonsonate, estaba en kinder, sección de seis (por su edad).

Con ese sueño, Rigoberto e hijo salieron vía terrestre rumbo a los Estados Unidos, pasaron por Guatemala y pocos kilómetros después de la frontera con México el 20 de julio, se tenían que subir a una embarcación sin imaginarse lo peor.

Relata una familiar, que el infante fue el primero en embarcarse, Rigoberto tenía cierto temor, pero empujado por el entusiasmo de Erick Adrián se subió a la lancha que los adelantaría en su trayecto hacia Estados Unidos.

“En la lancha el niño iba muy contento, el papá tenía miedo, pero el niño le decía que no tuviera miedo, que le faltaba mucho por llegar, parecía como que el niño presentía que tenía que partir al más allá”, afirmó

Rigoberto nunca se imaginó que quien lo animaba a subirse a la lancha (hijo), minutos después moriría, ahogado al sucumbir entre la corriente la lancha en la que navegaban.

El padre del menor rechaza “rotundamente” haber abandonado a su retoño y que eso haya sido la razón de la tragedia. 

Erick Adrián asistía a la iglesia católica y su padre a la iglesia evangélica. 

El progenitor luego de la tragedia no tuvo opción que interrumpir el viaje y devolverse a El Salvador para darle cristiana sepultura a su hijo. Otro familiar viajó a México para ayudarle a realizar los trámites de repatriación el 22 de julio. 

La despedida de Erick 

Con una concurrencia de familiares, vecinos y amigos que cubrían unas cinco cuadras se realizó la tarde del miércoles  las exequias de Erick. 

La ceremonia del último adiós se desarrolló con un  emotivo culto evangélico. Un amigo de la familia abogó porque todo ser humano  tiene derecho a luchar por su bienestar.

Reconoció que los padres estaban en la libertad de decidir el futuro de sus hijos y que esta no era la excepción.

El padre del menor en su dolor que lo embargaba no quiso referirse a la pesadilla que les tocó vivir en el río  mexicano ni el sueño que les motivó emprender el viaje.

 Como un hecho de amargo dolor se inclinó en el ataúd y a solas se comunicó por última vez con su hijo.