El Basil Tropical estaba situado a pocos metros del puesto policial de El Cuco, una playa del municipio de Chirilagua, tal vez la más famosa del departamento de San Miguel. El establecimiento tiene dos entradas. La entrada principal estaba a la vista del puesto policial.
Era una cervecería donde los clientes también encontraban compañía de mujeres, cocaína, crack o marihuana, de acuerdo a lugareños.
No tenía mucho de funcionar como tal. Los vecinos más próximos al “chupadero” y algunos policías solo conocían a la dueña como Alicia.
No sabían de dónde era ni de dónde habían llegado. Eso no lo sabían los vecinos, pero sí lo sabía un grupo de hombres que ejecutaba mareros o personas que se relacionaban con esos grupos.
La madrugada del 10 de abril, aproximadamente 20 hombres fuertemente armados, simulando ser policías y militares, con los rostros encapuchados, irrumpieron en la cervecería la cual, según fuentes policiales y lugareños, servía como guarida a miembros de la mara Salvatrucha ( MS-13) que extorsionaban a otros comercios y manejaban el negocio de drogas.
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“El que nada debe nada teme”, dijo uno de los encapuchados para calmar a los clientes que a esa hora se hallaban en el lugar.
Luego, uno de los encapuchados, el que parecía que lideraba al grupo, preguntó: quiénes son pandilleros.
El angustioso silencio fue roto por los gritos histéricos de una mujer de la tercera edad que suplicaba que no la mataran.
El atacante le dijo que no se preocupara: “Tranquila, madre, le doy mi palabra de que usted no morirá esta madrugada”.
Como nadie aceptó ser miembro de pandillas, el hombre comenzó a llamar por sus nombres a la dueña de la cervecería: Alicia Cáceres a quien le dijo también su edad y que moriría por ser una extorsionista.
Luego, llamó a otra mujer: Guadalupe Clímaco. También le dijo la edad, tal vez por si acaso había alguien con el mismo nombre y de una vez le dictaron la sentencia: A vos te vamos a matar porque colaborás en las extorsiones con los pandilleros.
Al Negro lo insultaron y, luego, le dijeron que habían llegado a matarlo porque los pobladores de El Cuco estaban hartos de sus estafas y de que anduviera acostándose con adolescentes de ese lugar.
Luego llamaron a Mayimbu, como era conocido David Margarito López Rodríguez. Éste, según vecinos de El Cuco, era un reconocido marero que tenía el control de las extorsiones de vendedores ruteros y comerciantes de esa comunidad.
El silencio fue roto por las súplicas de las víctimas a quienes los encapuchados les dijeron que eran unos cobardes. Inmediatamente, lo mataron a cuchilladas y balazos con un arma con silenciador.
Luego, dibujaron un número 18 en la espalda de las víctimas, según han relatado sobrevivientes de aquella madrugada.
Cuando estaban por retirarse, un encapuchado asestó una cuchillada en el cuello a una persona que se le quedó viendo. Los exterminadores lo dejaron por muerto, pero logró sobrevivir.
De aquella masacre fueron testigos unas 20 personas que departían en El Basil Tropical esa madrugada, sin embargo, aparentemente, de poco o nada valió eso para las investigaciones del múltiple crimen , pues, la veintena de verdugos andaban todos con los rostros cubiertos.
En El Cuco ni los policías locales saben dónde fueron enterradas las cuatro víctimas. Sólo hay especulaciones que también resultan ser inciertas.