Las lecciones del Doble Diez

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12 October 2013

TAIPEI, República de China. En 1992, el año de la firma de la paz en El Salvador, en Taipei se construía el metro, enjambres de motociclistas en Lambrettas recorrían las calles, Acer despuntaba en la fabricación de computadoras, crecía aún más la demanda de cerveza taiwanesa y vino de arroz y todavía se hacían simulacros para enfrentar una eventual invasión de China Continental.

En 2013, la República de China en Taiwán cuenta con un eficiente metro, servicio de buses y tren bala, exporta hasta uno de los mejores güisquis, inventa localizadores, teléfonos doblables y hasta cremas cauterizadoras de heridas, tiene el segundo edificio más alto del mundo y ha firmado 19 tratados de cooperación y cultura con la República Popular de China.

Ese es el panorama que he encontrado al regresar a Taipei 21 años después y con amargura concluyo que mientras nosotros perdemos el tiempo en pugnas ideológicas y debates estériles, toleramos la corrupción y dejamos que crezca la inseguridad, ellos han aprovechado el tiempo, trabajando y creando.

El secreto: le han apostado a la educación, la ciencia y la investigación, han fomentado la creatividad, su cultura milenaria, el comercio y el ahorro.

Un viejo amigo, Luis Chong, la voz oficial de los documentales que escuchamos en Latinoamérica sobre Taiwán, nos lo explica así: desde que un niño nace, tiene un número asignado para que llegado el momento trabajadores sociales se ocupen de que los padres lo envíen a la escuela, sin excusa. La educación es gratuita y obligatoria y si los padres de familia no lo cumplen, reciben sanciones. Si no envían a sus hijos porque viven en lugares recónditos, el Estado tiene que construir una escuela en el sitio, incluso si sólo es por un niño.

Si les parece que exagero, los resultados están a la vista. Esta isla de 36 mil kilómetros cuadrados y más de 23 millones de habitantes es uno de los países más prósperos del mundo y respetados por su producción. Partes de nuestros autos, medicinas, prótesis, biocombustibles, computadoras, teléfonos y hasta lo que comemos, vestimos y calzamos son producidos aquí. Eso es ser progresista de verdad.

Nosotros todavía seguimos pensando en la guerra de los 80, caemos en las trampas de los delincuentes y sus pactos y no sabemos ni cómo echar a andar un puerto. ¿De qué sirve ufanarnos de que les damos un vaso de leche o útiles y uniformes a los escolares si después los amenazan, los matan y las escuelas tienen que cerrar? ¿De qué nos sirve decir que se apoya a los jóvenes dándoles dinero si se deja que el crimen se apodere de comunidades enteras y sean ellos los primeros en ser reclutados?

Mientras en El Salvador y en Latinoamérica algunos quisieran que los chinos continentales invadieran a Taiwán, acabaran con Estados Unidos lanzándoles misiles, destruyeran el dólar y se creara un nuevo imperio totalitario, a los chinos no les interesa más que vivir en paz y desarrollarse. Así lo han manifestado tanto los de China Continental como los de Taiwán.

La muestra de su deseo de paz y fraternidad estuvo a la vista el jueves, cuando China cumplió 102 años de independencia el Doble Diez (el día 10 del décimo mes).

En la República de China, en Taiwán, sincronizadas y elegantes paradas militares, coloridos desfiles escolares y destrezas y coreografías juveniles entre coloridas banderas marcaron la jornada.

Más que el desfile militar en la pulcra Taipei, lo que predominó fueron las demostraciones y festejos de los estudiantes y la participación de las familias.

El presidente Ma Ying-jeou, en su discurso ante el Palacio Presidencial, abogó por la democracia y libertad, crear una isla de libre comercio, elevar el nivel de sus productos y mejorar el sistema de seguridad social.

Ma también subrayó la importancia del "desarrollo pacífico" de los lazos con China continental y de los lazos internacionales.

"Taiwán elige la democracia y libertad y también la paz y cooperación con China continental", dijo Ma.

Mientras aquí en Taiwán se siguen desarrollando tecnologías avanzadas para iluminación LED y para la medición ocular del azúcar en los diabéticos, se trabaja en combustibles menos contaminantes y más eficientes y dos antiguos enemigos estrechan aún más sus lazos, en El Salvador seguiremos postrados y narcotizados por las ideologías y nuestra falta de voluntad para crecer.

Ojalá que El Salvador no tenga que perder otros 20 años para cambiar su ruta y competir con los más avanzados, en el mejor estilo de los chinos con su paciencia y sabiduría.