Vox populi no es vox Dei

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06 October 2013

La frase vox populi, vox Dei (La voz del pueblo es la voz de Dios) ha sido esgrimida en las últimas semanas, por algunos socialistas salvadoreños que pretenden seguir en el poder en 2014, para dar carácter casi divino a la voluntad popular y justificar con ello la inclusión de nuevas figuras jurídicas, como el plebiscito o referendo, en la Constitución de la República. Se les hace agua la boca al ver lo bien que les ha servido el recurso a los chavistas y a otros regímenes totalitarios, para perpetuarse en el gobierno e investir de poderes omnímodos a los caudillos.

El concepto viene de la antigüedad y fue documentado en la Edad Media por un teólogo llamado Alcuino de York, cuando escribe en latín, una carta al emperador Carlomagno en la que le advierte: "No debería escuchar a los que acostumbran a decir vox populi vox Dei, pues el desenfreno del vulgo está siempre cercano a la locura", lo cual demuestra que la frase tiene ya siglos de desprestigio encima.

En el curso de la historia ha sido empleada ya sea por la ignorancia de unos, la conveniencia de otros y la perversidad de los más que pretenden validar las consultas pupulares en las que se hace creer a las multitudes que participan de manera directa en la toma de decisiones que afectan a la vida ciudadana. Estos procesos están referidos a temas políticos, como reformas constitucionales para cambiar la forma de gobierno, la economía, la anexión o secesión de países o regiones, asuntos de cuya naturaleza y consecuencias, las multitudes o "masas", como las llaman los nacionalsocialistas y los comunistas, no comprenden del todo.

El resultado de un referendo puede ser manipulado mediante propaganda, formulación ambigua de las preguntas, emisión de falacias, verdades a medias, mentiras cosméticas con las que alegan ilustrar al pueblo pero que en realidad sólo lo confunden para que al final de cuentas se obtenga de la mayoría un voto favorable a los intereses de los manipuladores.

Por ejemplo, la reforma constitucional de Chávez en Venezuela, derrotada en el referendo de 2007, fue relanzada en una nueva consulta popular amañada, en 2009, logrando esta vez la aprobación de 69 enmiendas, entre las cuales se hallan: "Permitir la reelección indefinida del presidente; poner fin a la autonomía del Banco Central y otorgar al presidente su administración y la de las reservas internacionales de Venezuela; permitir al presidente decretar el ilimitado estado de emergencia, etc". Pero además, Chávez lanzó, en forma simultánea, un par de caramelos a sus adeptos: "disminuir la jornada semanal de trabajo de 44 a 36 horas; reducir la jornada diaria de ocho a seis horas y reducir la edad de los votantes de 18 a 16 años". ¿Resultado de aquella jornada "participativa"? En 2013, los venezolanos ni siquiera papel higiénico tienen.

Como se puede ver Chávez legitimó, mediante la supuesta aprobación mayoritaria de los votantes del referendo, la masiva acumulación de poderes en su persona. Es evidente que el resultado de ese "referendo participativo", el mismo modelo que nos ofrecen los comunistas criollos, no contribuyó a enriquecer la democracia venezolana y menor servicio le haría a la nuestra.

Pero, veamos cuál es la diferencia entre las llamadas "voz del pueblo y voz de Dios". A menudo se identifica la "vox populi" con la opinión pública, lo cual es cierto ya que este último concepto destaca por sucarácter inestable, cambiante, sujeto a prejuicios, circunstancias y a otros factores que inciden en las actitudes o propensión a actuar de las personas en favor, en contra, con indiferencia o manifiesta ignorancia, ante determinados asuntos de interés general.

La opinión pública suele ser voluntariamente desinformada, inconstante y casi siempre responde de manera emotiva: un ejemplo histórico lo da la multitud que recibe con palmas y alabanzas a Jesús cuando este entra a Jerusalem, el Domingo de Ramos y que, poco tiempo después, ante la corte de Pilatos, vocifera que lo crucifiquen.

La vox populi o voluntad popular, hay que admitirlo, es la base de las democracias de Occidente, por lo menos en lo que a comicios se refiere, pero a menudo se equivoca como cuando en las urnas termina eligiendo a Hitler, a Chávez, a Ortega, a Evo, a Bucaram, a Maduro, lo que pone una abismal distancia entre la voz del pueblo y la voz de Dios.

La voz de Dios, sin que tenga yo pretensiones de teólogo es, como se aprende en el Buen Libro, única, inequívoca, omnisapiente; la voz de Dios, es la que insta a Israel a escuchar que "Dios es uno y sólo uno"; la voz de Dios es la que da vigencia universal y eterna a la norma pétrea de los Diez Mandamientos.

Digamos ¡No! al referendo.

*Periodista

rolmonte@yahoo.com