“Mis padres me enseñaron el respeto por el trabajo”

Dominga  no ve impedimento para laborar a sus 96 años de edad pese a dificultad para movilizarse.

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Dominga Cruz Vanegas de 93 a?os de edad.

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26 June 2016

LA UNIÓN. Con 96 años de edad, Dominga Cruz Vanegas,  conocida cariñosamente por los unionenses como “niña Minga”, continúa siendo un ejemplo de perseverancia,  trabajo y orgullo. 

A su edad, ella vende hojas secas de orégano con fines medicinales, además de pastillas y jarabes para diversos malestares de salud.

Minga instala todos los días su negocio en el parque central de la cabecera.

 Apoyada de su silla de ruedas y una muleta, parte desde el barrio San Antonio, en donde vive con unos parientes,  hacía el populoso parque y al mercado local.

En esos sitios  ya tiene su clientela, a la que atiende al crédito y contado.

Asegura que no salir a trabajar le genera una enorme preocupación, pues no le gusta pedir dinero a los ciudadanos  a cambio de nada, aunque acepta que siempre hay personas que llegan a regalarle comida, dinero u otro tipo de ayuda.

La nonagenaria, quien enviudó hace ya varios años,   asegura que el ritmo de trabajo, en comparación a 2015, ha disminuido y que la venta que logra es mínima. 

Incluso, recuerda que el año anterior viajaba a Honduras a comprar orégano y medicinas para revender, algo que por cuestión de salud y movilidad ya no puede hacer.

En 2015 llevaba pescado del lado salvadoreño al hondureño y de lo que vendía en el vecino país, compraba el producto que regresaba a vender a El Salvador.   

“Hoy me cuesta trabajar, ratos paso sentada en la silla y después agarro la muleta y me voy a cobrar o vender  y descanso ratos por un dolor que me da en los huesos, el estómago o el corazón”, agregó la anciana.

Cuenta que el año pasado le hicieron una operación de corazón y que se ha enfermado y estado hospitalizada por varios días, pero sigue luchando para no quedar postrada en cama.

Muchos comerciantes y vendedores ambulantes, consideran a esta mujer un ejemplo para la juventud. 

Admiran que escucha perfectamente y su sentido de la vista está intacto.

La nonagenaria dice que desde pequeña, sus padres le enseñaron a trabajar. 

Con admiración y ternura recuerda que  su madre se llamaba Teófila Cruz Ramírez,  de origen hondureño y su padre era el salvadoreño José María Vanegas. 

Asegura que muy joven conoció a quien denomina su primer amor y que identifica como Gregorio Rivera, que era miembro de la extinta  Policía de Hacienda. 

“Tuve dos hijas, una se murió de año seis meses, la otra a los cincuenta años de edad y dejó tres nietos; Gregorio  me llevaba para su pueblo, pero yo no quise separarme de mis padres y fue así como empecé a trabajar en el mercado”, expresa.