Los años maravillosos

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11 September 2013

Tenía entonces 11 años y leía cualquier cosa que cayera en mis manos: paquines de Superman, Flash y Batman; novelas de Julio Verne y Mark Twain; el reverso de las cajas de cereales y las viñetas de los botes de salsa; fotonovelas mexicanas y novelillas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía. Rimas y leyendas de Bécquer; los periódicos y las revistas Vanidades y Selecciones que compraba mi mamá.

Era el año de 1969, El Salvador disputaba con gran actuación una plaza para el mundial de México 70. Hubo una guerra de cinco días con Honduras, precisamente después de la eliminatoria mundialista, que El Salvador ganó. Dos astronautas caminaron por la superficie lunar y miles de chicos estadounidenses regresaban muertos de Vietnam envueltos en bolsas negras.

Al tope de las listas de popularidad estaban Proud Mary de los Credence Clearwater Revival, Come Together de The Beatles y I Want You Back de los Jackson Five. Los grupos nacionales sonaban en las radios con ingeniosas versiones en español de las grandes bandas de Estados Unidos; el Águila era Campeón Nacional; entre los grandes locutores figuraban Willie Maldonado, Tito Carías y Leonardo Heredia. Gobernaba Fidel Sánchez Hernández y ya olía a chamusquina.

En alguna parte leí que se estaba armando el más grande festival de rock de todos los tiempos. Estarían presentes las mejores bandas del momento y se esperaban que llegaran unos sesenta mil jóvenes de diversas partes de los Estados Unidos. Hacía rato que ya existía el movimiento contracultural de los hippies, quienes escuchaban rock psicodélico, se drogaban con marihuana y LSD, creían en el amor libre y rechazaban la guerra de Vietnam.

Amor y paz era el lema. Se dejaban crecer las barbas y las melenas. Amaban las flores y los colores y soñaban con un mundo donde nadie tendría que odiar y trabajar. Hasta la Coca Cola aprovechó y lanzó al mundo uno de los más bellos jingles jamás creados por la publicidad: "Quisiera al mundo darle hogar… hay que compartir el momento feliz, hay que compartir la chispa de la vida".

Pero la muerte rondaba por las selvas de Vietnam. El aire allí olía a napalm. "Me encanta ese olor a fuego en las mañanas", dijo un oficial de los Boinas Verdes y la frase se hizo famosa en la película Apocalipsis Now. Woodstock, decían los organizadores, era la contraparte de la guerra en el sudeste asiático. En medio de una guerra impopular, habría tres días de paz, música y amor. Y también de sexo y droga aunque esto último no lo publicitaran los organizadores.

No llegaron los 60 mil esperados, sino más de medio millón de alborotados jóvenes de diversas partes del mundo. Fue el más grande "togetherness" juvenil en la historia de la humanidad, dicen algunos.

Se calcula que 250 mil jóvenes más no pudieron llegar por problemas de gasolina, extravío o sobredosis, para el caso, casi es lo mismo. El concierto arrancó el 15 de agosto de 1969, a las cinco y ocho minutos de la tarde. Richie Havens encendió los ánimos en la plomiza tarde con la canción "High flying bird". El resto es historia. Hubo drogas y sexo, música y lodo, flores y colores y la inolvidable interpretación de Joe Cocker de "With a Little help from my friends".

Muchos años después del evento la revista Life publicó un reportaje de algunos de los asistentes al festival. Era asombroso. Jóvenes con cabello largo y revuelto, con la mirada tocada por el hachis y sucios; dos décadas y media después eran pulcros ejecutivos o presidentes de alguna gran corporación, eminentes médicos, o artistas. Mujeres de pezones al aire, vestidos flojos y sandalias, se convirtieron en conservadoras madres que mantenían a sus hijos adolescentes a raya con eso del tabaco y el alcohol, no digamos drogas.

Yo, como dije, tenía 11 años entonces y el concierto lo vi en un cine de San Salvador que olía a marihuana. El documental, muy bien realizado, ganó un Oscar. No ha habido otro acontecimiento musical como Woodstock. Todos los intentos han fallado. Y menos lo habrá ahora con esto de los chats y la música por youtube. Ningún tiempo pasado fue mejor, claro.

* Columnista de El Diario de Hoy. marvingaleasp@hotmail.com