Íntima historia detrás del Escudo Nacional

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01 September 2013

Aunque no solía ser vehemente en la expresión de sus estados emocionales, aquel día, el caballero abrazó efusivamente a su hija Fita, la tomó por el talle y la hizo girar con entusiasmo infantil, al tiempo que exclamaba gozoso: "¡Ganamos, hija, ganamos..!" Corría entonces el año 1912. A don Rafael Barraza Rodríguez le acababan de notificar que era el ganador del Primer Premio por el diseño del Escudo Nacional, en un concurso promovido por el Ministerio de la Guerra y la Marina.

Este episodio íntimo es parte de la vida del magnífico calígrafo y hombre de bien, narrado en las "Memorias de la Familia Barraza", compiladas por mi querido y recordado amigo Manuel David Ulloa Barraza, nieto del autor del Escudo Nacional. Manuel, quien falleció hace un año sin haber podido terminar su acariciado proyecto de publicar el documento en forma de libro, transcribe el testimonio de su madre, doña Fita Barraza de Ulloa quien relata que, meses antes del cierre del concurso, don Rafael anticipó, con absoluta certeza, a sus hijos y a doña Teódula, su esposa: "Ya verán. Voy a participar y voy a ganar". En efecto, compitió juntamente con otros 30 participantes, por el premio consistente en diploma de honor y 150 colones, una pequeña fortuna por aquellos días. Cuenta doña Fita que los treinta dibujos concursantes fueron expuestos durante varias semanas, en agosto de aquel año, en las vitrinas de la Ferretería Sagrera. "Mi papá nos llevaba a verlos y gozaba mostrándonos cómo la gente se detenía a admirar los diseños y discutían sobre cuál era el mejor. Muchos preferían el de mi papá".

En el curso de un solemne acto, celebrado el 15 de Septiembre de 1912, en el entonces "Campo de Marte" --ahora "Parque Infantil"-- se adoptó oficialmente el Escudo Nacional. El presidente, doctor Manuel Enrique Araujo, pronunció el discurso de estilo ante una selecta audiencia compuesta por don Rafael Barraza, invitado de honor, miembros de los tres poderes del Estado, del cuerpo diplomático acreditado en el país y por otras personalidades.

Don Rafael nació el 31 de octubre de 1879. A los 15 años desempeñó su primer trabajo como escribiente de la Inspección General del Ejército. "Ser escribiente en esa época, afirma Manuel, significaba escribir a mano documentos oficiales, actas, cruce de notas confidenciales, conferencias o auténticas, entre otros, lo que requería no sólo de buena caligrafía y discreto carácter, sino también capacidad intelectual y buen criterio para seleccionar los conceptos más importantes".

En 1899, don Rafael comenzó su carrera diplomática en el Ministerio de Relaciones y Justicia (hoy Ministerio de Relaciones Exteriores), la que sería su profesión de toda su vida. A los 32 años don Rafael fue nombrado colaborador de la Secretaría Privada de la Presidencia de la República. El propio doctor Araujo (1911- 1913) lo designó su colaborador inmediato en el ramo de Extranjería. Otros datos citados por Manuel, muestran a don Rafael como persona de gran inventiva: "Contrató a un carpintero y luego a un zapatero de quienes aprendió ambos oficios. Fabricaba muebles y zapatos para la familia. También diseñó una máquina despulpadora de café y compró una pequeña impresora para reproducir su obra, "Recopilación de Leyes Administrativas de la República"; seis tomos y dos apéndices en dos tomos. Las oficinas de gobierno y los abogados los tuvieron por muchos años como valiosos documentos de consulta".

Don Rafael casó con doña Teódula Monterrosa Escobar, viuda de Morán, con quien procreó cinco hijos: Fita, Rafael, Elena, Berta y Teódula Barraza Monterrosa, quienes se sumaron a dos hijos, el doctor Rosendo Morán Monterrosa y doña Guillermina Morán Monterrosa, del primer matrimonio de doña Teódula con el capitán mayor Rosendo Morán De León.

Don Rafael falleció el 9 de febrero de 1948, pocos días después de haber sido objeto de un homenaje oficial, en ocasión de jubilarse, en el que le fue impuesta Medalla de Oro al Mérito, por el entonces Presidente de la República, general Salvador Castaneda Castro.

Sobreviven al ilustre calígrafo, sus hijas doña Berta Barraza de Martínez, de noventa años, y doña Elena Barraza de Dávila, quien cumplió los cien, en abril, así como sus numerosos nietos y biznietos.

*Periodista.

rolmonte@yahoo.com