Víctor Ruano, el artista experimental

Apasionado, luchador y persistente. El salvadoreño del mes de junio nos comparte sobre sus más grandes pasiones y motivaciones para convertirse en el artista visual que ahora es. Te invitamos a conocer más sobre él.

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Víctor se ha destacado por diseñar importantes trabajos para empresas reconocidas a nivel internacional

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19 June 2016

Víctor, también conocido como šsombraš, es un cineasta, animador digital y diseñador gráfico nacido en Santa Ana y radicado en Los Ángeles, California. Ha trabajado en la animación gráfica de diversos proyectos de NBC Olimpics, Shed Media de Warner Bros, entre ellos la animación de las olimpiadas realizadas en los últimos 10 años.

Egresó de Diseño Gráfico en la Universidad José Matías Delgado en el año 2000. No obstante, no finalizó la carrera debido a que ganó una beca de pregrado para estudiar en Savannah College of Art and Design, por la cual tuvo que partir. En dicha institución permaneció hasta 2006.

Su primer paso al ser aceptado fue nivelar sus estudios en Diseño Gráfico y estudiar el idioma inglés. Posteriormente, comenzó su primera maestría en motion graphics - que es cualquier tipo de diseño en movimiento- y luego, en Computer Arts. Después logró que le extendieron la beca y cursó estudios de cine.

Nuestro salvadoreño del mes de junio se describe a sí mismo como una persona obsesiva y piensa que dicha característica es su principal cualidad y defecto, el cual se muestra a través de su trabajo y su tendencia de dedicarle mucha atención a lo que realiza. Es, en gran parte, por tal dedicación es que Víctor ha sido ganador del Festival Internacional de Cine ÍCARO, 5 veces nominado al Premio Emmy y 3 veces ganador del mismo.

Además del impacto que sus estudios superiores y su personalidad ha tenido sobre él, su madre ha tenido una gran influencia en el artista que ahora es. Como Ruano recuerda, su madre siempre fue una apasionada a la lectura, lo cual lo hizo despertar su imaginación a muy corta edad. šCómo niño nunca soñé con ser diseñador gráfico, ni trabajar de 9 a 5, ni diseñar imágenes para una compañía equis; mis sueños eran los sueños de El Principito, los sueños de Hansel y Gretel, de Lolita o de Heidi. Los sueños de un niño que vivía inmerso en un mundo fantástico, gracias a ellaš.

Lo que sí se propuso desde su infancia fue salir del país. Al preguntarle cómo tomó la decisión de partir, Víctor la divide en dos momentos: el momento psicológico y el momento físico. El primero fue cuando tenía apenas 7 años, durante la guerra, cuando sus padres sentaron a toda la familia para preguntarle si querían dejar el país. “De toda la familia, yo fui el único que quiso irse. Yo voté šVámonosš. Nadie más quiso, ni siquiera mis padres, entonces nos quedamos. Desde ese día yo me lo propuse que algún día iba a salir de El Salvador”, comenta. El segundo momento fue cuando partió físicamente en el año 2000.

A pesar de haber partido hace más de una década, Víctor considera que la conexión con su país natal nunca se pierde. Es por ello que él ha hecho uso del arte cinematográfico para expresar las distintas realidades en las que ha estado inmerso, tanto en el país como en Estados Unidos. En sus películas Ever Amado y El cadáver exquisito retoma dichos temas.

En la primera de ellas narra la historia de un inmigrante; y en la segunda, lanzada en 2008, retoma la violencia de El Salvador utilizando una técnica conocida como el cadáver exquisito, la cual consiste en que varios sujetos sentados en una mesa redonda elijan un tema y cada uno de ellos escriba algo - sin ver lo de las otras personas- sobre ese tema.

“Entonces eso fue lo que quisimos hacer con el cadáver exquisito. El tema elegido fue la violencia y dijimos “no vamos a tener un guion especifico, sino que el lugar mismo nos va a dar los insumos. Y luego durante la edición vamos a crear la historia”, comenta. Para la realización de dicha película contó con la colaboración del salvadoreño Rossemberg Rivas y una de sus excompañeras de Savannah College of Art and Design.

A fin de evitar los prejuicios que suelen acompañar al proceso de edición, pidió ayuda a uno de sus amigos, quien no hablaba español. De esta forma tuvo la facilidad de crear un cadáver exquisito, de hacer conexiones que ninguno de nosotros tres que estuvimos en los lugares grabando pudimos ver, hasta crear una ilación extraña.

Porque así ve la película: extraña. “A veces difícil de ver, pero también como un pequeño golpe al estómago que te da ese momento para reflexionar; quizás a garrote, pero te lo da”, comenta.

Ruano considera que el cine es su veta de comunicación más personal y, a pesar de que en la actualidad se dedica principalmente a la animación gráfica, espera poder dedicarse en algún momento exclusivamente al cine. “Mi sueño de toda la vida es hacer cine. Estoy dividiendo mi tiempo entre el cine y el motion graphics porque el cine no me da de comer”, enfatiza. Lo último debido especialmente a que su principal interés cinematográfico es el cine independiente, el cual tiene un público más reducido que el cine hollywoodense.

Nuestro salvadoreño del mes de junio señala al cineasta lituano Jonas Mekas como una de sus principales influencias y motivaciones para incursionarse en el mundo del cine. Como él mismo lo recuerda, cuando era joven creyó que no iba a poder hacer cine, hasta que tomó una cámara y se dio cuenta de que no se necesita una producción de millones de dólares para contar su historia personal. “Eso es lo que me gusta del cine experimental, que se hace mucho con poco”, agrega.