En los próximos dos meses Luis Ramírez se quedará sin seguro y ya no podrá seguir su tratamiento en el ISSS.
El trabajo de Luis era hacer calles, así lo describe, y continuó haciéndolas aún cuando le detectaron daño renal, hasta que un día cayó y despertó en el Hospital Rosales.
Luis tuvo que volver a su natal Jiquilisco, en Usulután, donde inició la diálisis peritoneal continua ambulatoria (DPCA) con el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS). Pero, pese al tiempo que llevó como empleado, se quedará sin seguro.
“Me han dicho que busque un trabajo sencillo para tener seguro... pero no he podido conseguir”, dice Luis frustrado ante el estado de su cuerpo, no puede ayudarle a su esposa en labores que él hacia antes.
Luis pasará a hemodiálisis en el Hospital Nacional de Usulután, espera no tener problemas para cuidar a sus tres hijas.
Su tratamiento lo inició en 2015, fue parte de las decenas de pacientes que llegan de emergencia con un daño renal tan extenso ya han perdido la función de sus riñones.
La estadística más conocida de la enfermedad renal crónica (ERC) es la de los 50 pacientes mensuales nuevos que llegan al Rosales con necesidad de diálisis. Pese al impacto de la epidemia renal, hay pocos registros sobre la enfermedad, manifiesta el nefrólogo Ramón García-Trabanino, lo que limita el enfoque de los programas en la atención.
La Asociación de Nefrología e Hipertensión Arterial de El Salvador (ANHAES) estudió la prevalencia de pacientes en tratamiento sustitutivo renal (TSR) en 2014.
Los resultados demuestran cómo la ERC continúa afectando a los salvadoreños.
La cantidad de pacientes en TRS se ha triplicado en los últimos 11 años.
En 2003, un estudio detectó mil 200 pacientes en TSR de ocho hospitales.
Para 2014, la cantidad de pacientes en TRS fue de 3 mil 807, a partir de los datos recolectados de 31 centros renales, que cubren el 99.5% de los pacientes renales del país.
En ese entonces aún no se había inaugurado el centro de hemodiálisis del hospital San Pedro, de Usulután.
La prevalencia nacional, que se refiere a los pacientes que se mantienen en tratamiento, no los casos nuevos, es de 595 por millón de población (pmp). La mayoría en municipios costeros.
Al 50% de los pacientes se les reporta que la causa de su enfermedad es desconocida; el 21% por hipertensión y el 18.9% por diabetes, que son las condiciones más relacionadas al desarrollo de ERC.
El estudio señala que en 2008, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) informó que El Salvador ocupaba el primer lugar en muertes por fallo renal en América, con una tasa de 61.6 muertes por 100 mil habitantes. Pero, debido a la falta de un registro oficial, es poca la información que hay sobre los pacientes con ERC terminal (ERCT).
ANHAES calcula que la incidencia es de 2 mil 500 a 3 mil casos nuevos de ERCT al año.
“¿Cuántos nuevos llegaron a diálisis en 2014? Nadie sabe porque no hay un registro”, expone García-Trabanino.
Pero, considerando la fuerte carga de pacientes nuevos, la prevalencia en TSR debería ser mucho mayor.
La prevalencia es menor a la del promedio latinoamericano, de 660 pmp. “Para estar en la prevalencia hay que estar vivo. Todos esos pacientes nuevos que llegan a diálisis, no se quedan porque se mueren”, señala García-Trabanino.
El caso del ISSS
La salud del país está fragmentada en varios subsistemas. La cobertura poblacional teórica es que solo el Ministerio de Salud atiende a 72%, el ISSS a 25%, Comando de Sanidad Militar 2%, Bienestar Magisterial y servicios privados de salud 1%.
Se descubrió que, aunque el ISSS cubre solo al 25% de la población, atiende al 49.7% de los pacientes en tratamiento sustitutivo renal (TSR). Además tiene en tratamiento al 91% de los pacientes con trasplante renal funcionante.
“Son mucho más los que atiende el ministerio, pero no tienen sobrevida”, declara el nefrólogo.
A escala nacional, la modalidad de TSR más prevalente es la diálisis peritoneal con mil 848 de los pacientes. El 25.4% utiliza catéter rígido, todos ellos son del Minsal.
La hemodiálisis es la segunda modalidad más prevalente, pero solo el 4.8% logra dializarse tres veces por semana. Pacientes con trasplante renal funcionante (TRF) son 471, todos de donante vivo. Solo el 4.9% son pacientes del Minsal, la mayoría del Hospital Bloom.
Una pobre sobrevida
En 2014, según el estudio, el 75% de los pacientes están infradializados, con técnicas anticuadas, como el uso de catéter rígido o con períodos de espera entre diálisis más largos que los adecuados.
Para García-Trabanino, la demanda insatisfecha en los tratamientos se refleja en la alta mortalidad que persiste en la zona del Bajo Lempa.
En 10 años, de 271 pacientes detectados con ERCT solo 94 recibieron TSR y de ellos apenas 41 estaban con vida al año de comenzar el tratamiento.
De los 56 atendidos en el Minsal solo 10 seguían vivos. En el ISSS, de los nueve pacientes que iniciaron su tratamiento murió uno. De los 26 que pudieron pagar servicios privados, 21 seguían con vida.
“La tabla de sobrevida a un año es triste porque denota desigualdad social en cuanto al nivel de atención”, expone García-Trabanino.
Julio Miranda, miembro del Fondo Social de Emergencia para la Salud del Bajo Lempa, cuenta cómo persiste el temor a la diálisis, porque el uso del catéter rígido lo relacionan a dolor y muerte.
“El día que le dijeron usted está para hacerse diálisis siente que es la muerte ya”, coincide Juan Paniagua, de 72 años, quien inició sus diálisis en 2011.
Cuenta cómo trabajó por años con una mochila en el hombro regando veneno en plantaciones de algodón.
“Nos envenenábamos de vez en cuando. Me llevaron como tres veces casi muriéndome envenenado, pero uno sigue trabajando, haciendo su familia”.
Cuando inició sus diálisis, tenía las tobillos tan hinchadas que no podía moverse por sí mismo, necesitaba que dos personas le ayudaran a subirse al carro para llevarlo al hospital.
“Luché tres años casi muriéndome, primero me ponían el catéter en el cuello, después pasé a la diálisis peritoneal en la casa”.
Juan recuerda cómo casi sucumbe a la depresión después de que le dijeron que sus riñones ya no servían y necesitaba diálisis. Incluso cuenta que debido a la retención de líquidos y tóxicos en el cuerpo, comenzó a ver alucinaciones y a discutir con su familia.
Piden no dejar de consultar por temor
“Es bien importante decirle a la persona que usted no se muere de eso”, comenta Juan, quien recibe el tratamiento de hemodiálisis en el hospital San Pedro.
Él quiere animar a las personas para que pasen consulta y vayan a los hospitales antes de que desarrollen los síntomas más graves, que no tengan miedo a la diálisis.
“Uno no se muere, yo tengo varios agujeros y no me he muerto”. Juan reconoce que no podría pagar una diálisis por su cuenta ni los medicamentos. “El hospital me regala una diálisis el martes y el viernes. Me lo gano con llegar a esperar”, señala.