La prensa complaciente es distinta de una prensa seria e independiente

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10 agosto 2013

Un funcionario de tercera fila reclamó hace poco la cobertura noticiosa que el periódico hace a la institución; los argumentos de su protesta estaban basados en cuatro cuestiones, no se dice lo positivo, no se recoge el esfuerzo que se realiza, no se toma en cuenta el calamitoso estado en que se recibió la institución y, por último, no dicen todo lo que nosotros les informamos en nuestros comunicados y en las conferencias de prensa. Formalmente, me parece válido el planteamiento, sobre todo si hacemos el análisis desde una prensa complaciente e institucional pero que no refleja lo que sucede en el quehacer de estas instituciones que se deben a la población, ni mucho menos interesa a los salvadoreños que están preocupados en resolver sus problemas, ya sea en el ámbito de la salud, la educación o cualquier otra área gubernamental.

Una prensa complaciente, tiene su validez y hasta cierto punto es necesaria para conocer de alguna manera las "maravillas" de la gestión gubernamental; en este sentido, el panfleto de propaganda gubernamental denominado "Transparencia" o algunos programas en la televisión del Canal 10 o Radio Nacional, hay que leerlos, verlos y escucharlos con cierta regularidad, aunque estoy casi seguro no sólo poco o nada gustan a los ciudadanos sino además tampoco tienen credibilidad e influencia entre las audiencias.

Sin embargo, no es esta la tarea de una prensa seria y profesional; por poner en ejemplo de lo que estamos hablando, esta semana el mundo entero ha sido impactado porque uno de los periódicos más influyentes del mundo, The Washington Post, pasa a manos del fundador de Amazon, y otro rotativo de relevancia, The Boston Globe, fue vendido al principal dueño del equipo de béisbol Boston Red Sox; inmediatamente, la familia propietaria y editora de otro periódico grande, The New York Times, salió al paso aseverando que el medio no está en venta.

Amén del hecho que estamos viviendo un tiempo de crisis y de cambio, incluso sé que están modificando las estructuras básicas del negocio tradicional de la prensa, tal como se ha desarrollado en los dos últimos siglos, la prensa seria y profesional reflejada en estos tres medios estadounidenses, ocupa un puesto privilegiado en el tinglado social como instituciones que tienen por tarea informar y entretener, así como desarrollar una labor fiscalizadora. Y no sólo se trata de que un medio pueda "opinar" sobre uno u otro suceso, que de hecho lo practica y le imprime un gran impacto, sino además porque informa y fiscaliza el poder, lo que permite a la ciudadanía conocer los entretelones de la vida aparente y cotidiana.

La prensa seria e independiente, agrego este último adjetivo que hace del ejercicio informativo una labor de gran credibilidad, permite a los ciudadanos conocer, por ejemplo, el porqué los diputados toman de las arcas del Estado unos doscientos mil dólares para la compra de "regalitos" y supuestas obras de arte; mientras que otra institución dedica varios decenas de miles de dólares para renovar la flota vehicular, porque los autos oficiales tienen tres, cuatro o cinco año. Más de fondo es, develar los hechos de ineficiencia gubernamental que hacen que unas entidades dedicadas al servicio de la población sean incapaces de resolver los problemas más acuciantes de la sociedad, como son la pobreza y la marginación. Mucho más grave es cuando estos funcionarios son corruptos y se apropian de grandes cantidades de dinero proveniente de los impuestos; las licitaciones amañadas para obtener lucro ilegal o simplemente enriquecerse, cuando se trata de personas con un historial de ingresos modestos.

Ya, en otras ocasiones, he dado cuenta de una anécdota que viví hace unos años, cuando participé en una reunión internacional, a la que concurrían funcionarios y periodistas; un ministro de Educación, en su ponencia, lamentaba amargamente la cobertura noticiosa en su país: "Nos propusimos construir mil escuelas, sólo construimos 900 y el resto no lo hicimos porque hubo hechos de corrupción. La prensa puso el énfasis noticioso no en las 900 escuelas construidas sino en las cien que se dejaron de hacer. ¡Qué prensa más amarillista!", concluyó.

¿Y qué quería este funcionario? Su labor y obligación, el mandato que le dio la población, los fondos que se le asignaron eran para que construyera mil escuelas. La corrupción no era parte de su labor ni de su trabajo, esto era la noticia, su labor es una obligación. ¿O, qué?, ¿Quiere que se le premie porque ha cumplido con su labor, porque ha sido honrado, porque ha sido eficaz? Esto no debería ser la noticia, sino lo normal y cotidiano de su labor.

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com