¡Ay de mí!

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20 agosto 2013

¡Ay de mí si no evangelizara! Una exigencia ineludible de todo cristiano es dar a conocer a Jesús. Debemos sentir una urgencia especial en nuestro corazón por compartir el tesoro que hemos descubierto, por llevar a la fe a los que no creen o no conocen a Jesús, por fortalecer la espiritualidad de aquellos que ya lo siguen. No se vale enfriar la pasión por Cristo por temor al rechazo. No se vale relativizar la fe con el supuesto fin de propagarla. Los que hemos conocido el poder de Cristo y hemos sentido de cerca el Reino de los Cielos no podemos menos que entusiasmarnos por esta misión de la Iglesia.

Esta semana inicia la misión evangelizadora en la Parroquia Cristo Redentor. Más de 170 misioneros de todas las fuerzas vivas comienzan a visitar casa por casa en la colonia Escalón. Cuando participamos este fin de semana en la ceremonia eucarística de envío de los misioneros no había manera de no sentir sana envidia por aquellos que estaban siendo enviados. ¡De dos en dos desde la época de Jesús! Lo increíble de estas misiones es que la gracia no sólo está presente en el propio trabajo misionero, sino que en el proceso de conversión personal que sufren los mismos misioneros. Buscando dar se recibe a manos llenas.

La Parroquia Cristo Redentor está llamada a ser luz. Se siente el entusiasmo de los misioneros que han crecido casi 350% desde hace tres años que se comenzó con la misión. A pesar que tuvieran que pasar varias décadas para que este espíritu evangelizador llegara a esta parroquia, hoy el fuego está ya propagándose. Cristo Redentor debe invitar casa por casa a los vecinos para que se acerquen a la Iglesia y conozcan a Jesús. El desafío más grande es que estos vecinos además de palabras esperan testimonio de vida: acciones motivadas por el Espíritu Santo en cada misionero, que hagan evidente la presencia de Jesús entre nosotros.

Y esta expectativa se convierte en otro reto. ¿Cómo los cristianos de la Parroquia Cristo Redentor vamos a cambiar nuestras comunidades? Cuando uno es testigo de las realidades de pobreza de la zona, de la convivencia de la opulencia con la marginalidad, de las tantas necesidades de nuestros hermanos, no es posible seguir impávido. El fuego del amor a Jesús debe motivarnos a ir más allá, a ponernos como meta que en Cristo Redentor la realidad sea diferente. Debemos lograr que haya un esfuerzo solidario y compasivo por mejorar las oportunidades de todos. Ninguna vida debe estar en peligro por vivir cerca de las quebradas.

Varios esfuerzos han estado confluyendo en la colonia Escalón en busca de un desarrollo con mayor equidad, tales como el proyecto Comunidades Sostenibles de FUNDEMAS, la Asociación La Escalón y US/AID. Al igual que en la Iglesia, pobres y ricos, educados y analfabetas, hombres y mujeres, adultos y jóvenes, todos somos parte de una misma comunidad que debe velar por un desarrollo en armonía, en solidaridad y con justicia. Los misioneros y todos los miembros de las fuerzas vivas estamos llamados a evangelizar en cualquier circunstancia y también estamos llamados a dar testimonio de nuestra conversión por medio de nuestras acciones, de nuestra forma de vivir y de amar.

Ojalá la fuerza transformadora del Espíritu de Dios logre convertir tantos corazones de piedra. El Salvador necesita de sus mejores hijos para salir adelante y convertirse en un país digno de su nombre. Ojalá que los misioneros y todos los cristianos aceptemos el reto de evangelizar, pero también de convertirnos en verdaderos apóstoles de Jesús para transformar el mundo en el Reino esperado.

*Columnista de El Diario de Hoy.