Ideas tercermundistas

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01 agosto 2013

Es triste ver cómo en nuestro país se confirma la idea de que el subdesarrollo es un estado mental. Si definimos el subdesarrollo como una deficiencia, esta deficiencia se manifiesta en una serie infinita de ideas absurdas que la población adopta haciendo que una y otra vez cometamos los mismos errores y nos empantanemos en la pobreza mientras otros países, inicialmente más pobres que nosotros, se desarrollen y eliminen su pobreza.

¿Por qué nuestra población se traga estas ideas absurdas? La respuesta es fácil. Lo hace porque todavía no ha pasado por la evolución mental que llevó a Europa al desarrollo hace más de 400 años con la introducción del pragmatismo científico. Antes de Sir Francis Bacon (1561-1626) prevalecía el pensamiento medieval, escolástico, en el que se buscaba la realidad en la revelación divina, no en la realidad misma. El énfasis estaba en decidir cuál era el mundo que debía existir, no conocer el mundo que realmente existe. La pregunta no era cuántas patas tiene la araña, sino cuántas debería de tener, y en las discusiones escolásticas a nadie se le ocurría contarle las patas a la araña para zanjar el argumento.

En El Salvador esto sucede con el pensamiento social. Existe la idea de que cualquiera puede inventar la manera en la que debería funcionar el país y la economía (manera a la que llaman "el modelo") y que ante cualquier problema hay que cambiarla por otro "modelo" que el que habla acaba de inventarse.

Así, es común oír gente diciendo que "el modelo capitalista ha fallado en El Salvador" al ver los tristes resultados que ha producido el pésimo manejo económico del FMLN. Los que lo dicen no razonan que el fracaso es el resultado natural de tener un gobierno incompetente, de llenar el gobierno de burócratas que no saben lo que hacen, de gastar a manos llenas desperdiciando los dineros del público, que endeudarse para gastos corrientes en vez de inversión pública, de insultar y amenazar continuamente a los potenciales inversionistas hasta que dejan de invertir, de dejar que la calidad y volumen de los servicios públicos declinen catastróficamente, y de dedicarse a gozar de las mieles del poder en vez de atender a las necesidades del pueblo.

Esto es como comprarse un carro, chocarlo continuamente, no echarle aceite, cambiarle las velocidades sin meter el embrague, quitarle las llantas y dejarlo en la playa para que la marea lo bañe por meses, y luego, al verlo todo corroído y sin llantas ni asientos, decir que el carro no sirve. Hace unos cuantos años, El Salvador se encontraba entre los éxitos de la América Latina. Su tasa de crecimiento era sustancialmente mayor que la de la región entera (de fines de los ochenta a 2004 el ingreso por habitante en dólares subió de ser el 47 por ciento al 89 por ciento del promedio de Latinoamérica); estaba entre los dos o tres países más competitivos de la región; su deuda era menos del 36 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y tenía una calificación de grado de inversión. Ahora, después del gobierno del FMLN, el ingreso por habitante ha vuelto a ser 66 por ciento del promedio de América Latina, hemos caído como cuarenta puestos en competitividad global, y hemos perdido la calificación de grado de inversión. El culpable no es el "modelo" ni el "sistema" sino la pésima administración.

Por supuesto, al FMLN le conviene echarle la culpa de su propio fracaso al "sistema". Eso no debe sorprender a nadie. Lo que sí sorprende es que haya gente que les crea y peor aún, que digan que hay que cambiar el "modelo" para incorporar ideas que el mismo FMLN propone y que han fracasado en el mundo entero. Eso pasa porque a nadie se le ocurre contarle las patas al FMLN, y encontrar que tiene muchísimas, y que todas corren para llevar al país al fracaso.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.