El alto costo del bajo rendimiento educativo

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15 agosto 2013

Los candidatos presidenciales andan buscado fuentes de milagros económicos para ofrecer a la población y ganar las elecciones. En general, pareciera que sólo eso es lo que les importa, porque hasta ahora no han hecho ningún esfuerzo serio para presentar ideas razonablemente organizadas al electorado. Pero, si algún pensamiento le dedican al progreso del país, está orientado a encontrar el milagro que, sin ningún esfuerzo, nos hará más ricos que los países desarrollados. Por andar buscando esta cura milagrosa no prestan atención a las acciones que son indispensables para el desarrollo del país.

Esta es una de las características más trágicas del subdesarrollo: la tendencia a buscar el desarrollo y la derrota de la pobreza a través de alguna cura milagrosa --la impresión de dinero, la expropiación de los ricos, el aumento de los gastos del gobierno-- en vez de tomar el único camino real a la riqueza, que es aumentar la capacidad productiva de la población a través de mejorar su educación y su salud. Las curas milagrosas son supuestamente fáciles pero no funcionan y llevan a repetidas crisis económicas debidas a los gastos excesivos y los desincentivos a la inversión que las acompañan. La América Latina ha esperado descubrir estas curas milagrosas por doscientos años y lo que ha logrado es elegir farsantes que han prometido producirlas mientras la región se mantiene en la pobreza. La cura verdadera, la inversión en capital humano, es trabajosa y requiere disciplina y esfuerzo, pero es mucho más barata que las milagrosas porque, a diferencia de éstas, la inversión en la gente sí funciona.

Pero es una tristeza que en los países subdesarrollados como el nuestro la gente no se dé cuenta del alto costo del bajo rendimiento educativo. Este --el alto costo del rendimiento educativo-- es el título de un estudio exhaustivo que sobre el impacto económico de la educación ha publicado recientemente la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD), la asociación de los países desarrollados. El estudio fue elaborado por el profesor Eric A. Hanushek, de la Institución Hoover de la Universidad de Stanford y por el profesor Ludger Woessmann, del Instituto Ifo de Investigación Económica de la Universidad de Munich.

El estudio analizó la relación entre los resultados del examen internacional Programa para la Evaluación de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) y el crecimiento económico. Encontró que hay una relación muy estrecha entre estas dos magnitudes. Cada cien puntos de promedio en el examen (cuyo máximo es 600) está asociado con una tasa de crecimiento mayor en 2 puntos porcentuales en el largo plazo (diez años o más). De esta manera, por ejemplo, los estudiantes de África al Sur del Sahara sacaron un promedio de 395 en el examen y su economía creció 1.22 por ciento en promedio durante los últimos diez años, mientras que los estudiantes de Europa del Norte sacaron un promedio de 462 y su tasa de crecimiento promedio en los últimos diez años fue de 2.90 por ciento. Los estudiantes de Asia Oriental e India sacaron un promedio de 520 y su economía creció en 4.20 por ciento.

Mientras El Salvador y la América Latina no prestan ninguna atención a estos resultados, varios países europeos han formado comisiones gubernamentales para mejorar sus programas educativos y ponerlos a la altura de la competencia asiática o de Finlandia, el país con mayores resultados en el mundo. Los reportes de estas comisiones coinciden en una conclusión de sentido común: la calidad de la educación depende crucialmente de la calidad del profesorado. Este ha sido el principio fundamental en las reformas educativas en los países como Finlandia, que ahora lideran la educación en el mundo.

El Salvador no participa en el programa PISA, pero los resultados de PAES sugieren que estaríamos a la altura de África al Sur del Sahara. Si pudiéramos aumentar nuestro promedio de 395 al del sur de Europa (485), podríamos aumentar nuestro crecimiento en dos puntos porcentuales por año. Eso sería ayudarle al pueblo.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.