Por falta de recursos usan método obsoleto en enfermos renales

Director del Rosales asegura que la diálisis ambulatoria es la opción para descongestionar el hospital. Jefe del servicio de Nefrología denuncia que el programa de diálisis ambulatoria fue afectado por errores administrativos. 

descripción de la imagen

El director del Hospital Rosales y el jefe del servicio de Nefrología siguen en polémica por el uso de los catéteres rígidos en pacientes renales.

Por

02 June 2016

Cuando un paciente con daño renal llega al Rosales no es porque ha sido diagnosticado y tiene tiempo para iniciar por pasos su tratamiento, mucho menos llega en un estadío en el que aún es posible recuperar el riñón; cuando llega ya está en una fase terminal y necesita una diálisis con urgencia. 

Llegan con uremia, que es una serie de síntomas provocados por la acumulación de tóxicos en la sangre que no han podido ser eliminados por los riñones porque ya no funcionan. 

El jefe de Nefrología, Ricardo Leiva, expresó que es una epidemia de pacientes que abarrotan la Emergencia del Rosales con náuseas, vómitos, hipertensión, retención de agua, edema agudo de pulmón, todos los síntomas ya relacionados a una fase terminal de la enfermedad renal. 

Cada mes llegan al menos entre 50 a 40 pacientes en estas condiciones. 

“La forma más rápida de salvarles las vidas es con el catéter rígido”, declaró Leiva. 

Ante la gran cantidad de pacientes, lo usual es que pasen más de un día en Emergencias, a la espera de una cama, no en Nefrología, sino que en otros servicios. Ahí un residente se encarga de ponerle un catéter rígido y las diálisis son llevadas por un estudiante de medicina, describió el nefrólogo. 

Cuando pasan al programa de diálisis peritoneal, llegan cada ocho días al hospital donde son ingresados para recibir la diálisis. 

Desde el momento que les colocan el catéter rígido, deben mantenerse atados todo un día a la máquina para dializarse. A la siguiente semana regresan para repetir el procedimiento. 

En medio de los apuros provocados por el desabastecimiento de catéteres rígidos en el Hospital Rosales, resurgió la crisis que ha prevalecido por años: la epidemia de la enfermedad renal crónica sigue saturando al hospital. 

En un par de días, la falta de los catéteres rígidos provocó que unos 200 pacientes renales no recibieran su tratamiento de diálisis peritoneal y hemodiálisis, de acuerdo a  médicos del centro.  

Ante las denuncias de pacientes, tanto la dirección del hospital como las autoridades del Ministerio de Salud sostuvieron que no hubo razón para dejar de brindar el tratamiento ya que sí había catéteres blandos, surgiendo una disputa por su uso. 

Estos insumos, usados para brindar la diálisis  peritoneal  y hemodiálisis, han sido señalados por el Minsal como la alternativa al uso de los catéteres rígidos, además han insistido en que estos ya no deberían utilizarse para el tratamiento de los pacientes. 

El director del Rosales, Mauricio Ventura, ha alegado que es Leiva quien se ha opuesto al uso de estos y que hay 100 que fueron comprados desde el año pasado, pero no se han utilizado. 

“El hospital tiene la capacidad para el blando, ya si no lo quiere colocar Nefrología, el departamento de Cirugía puede asumir esa responsabilidad”, aseguró el médico. 

No obstante, desde hace varios años, ha sido Leiva quien ha manifestado que el catéter rígido es muy obsoleto. Pero, a la vez, el nefrólogo ha señalado que las mismas condiciones del hospital, de falta de recursos tanto humanos como económicos, los mantienen atados al uso de este.

 

Soluciones atadas a pocos recursos 

Ventura sostuvo que el uso del catéter rígido debería ser solo de transición, que después de ser visto por primera vez se inicie el proceso para colocarle el catéter blando y que el paciente pase al programa de Diálisis Peritoneal Continua Ambulatoria (DPCA), en la que se realiza la diálisis en su casa.  

Pero Leiva ha señalado que están limitados para la colocación de los catéteres blandos, a diferencia de los catéteres rígidos que pueden colocarse en 15 minutos, estos requieren de una intervención quirúrgica que puede durar hasta más de una hora. Además, quien los implanta debe estar entrenado. 

Ventura sostiene que ha habido una falta de voluntad que ha impedido que se sigan colocando los catéteres blandos. Añadió que ha ordenado que los servicios de Cirugía y Nefrología establezcan un protocolo para pasar a los pacientes a dicho tipo de instrumento. 

El director dijo que el año pasado había 150 pacientes con catéter blando y actualmente hay menos de 90. A su ver, el servicio ha dejado de ponerlos. 

Ante esto, Leiva aseguró que no han dejado de colocarlos y todos los días intentan poner de tres a cuatro, pero sigue una larga lista de espera y necesitan más personal. 

El servicio cuenta con siete nefrólogos, solo tres de ellos contratados por ocho horas diarias, para alrededor de mil pacientes que están en programas establecidos o dispersos a demanda. 

Pero Ventura puso como ejemplo el Hospital de San Miguel donde solo hay cuatro nefrólogos, pero habría más pacientes con catéter blando que en el Rosales. 

“Yo no creo que necesiten más recurso humano, lo que necesitan es comprometerse más con los pacientes, buscar cómo resolver la situación a los pacientes y no estar cómodamente sentados en sus oficinas”, expresó el médico. 

Para Leiva la comparación con San Miguel y el hospital de Santa Ana no es válida, ya que los que no pueden ser atendidos ahí llegan al Rosales. 

“No hay un plan nacional de atención al enfermo renal como debería haber, el volumen de pacientes que vienen al Rosales es enorme”, señaló el nefrólogo. 

A su ver, debe haber un programa que descentralice la atención del Rosales, que haya más centros de diálisis al interior del país y un verdadero programa de trasplantes renales, además de un plan preventivo. 

Por su parte, Ventura, aunque coincidió en que es necesaria la prevención, consideró que un programa de trasplantes no sería la respuesta para atender la necesidad del hospital. 

“Que eso va a impactar para descongestionar al hospital tampoco, la opción para descongestionar el hospital es la diálisis ambulatoria, de que el paciente ya no venga al hospital a buscar su diálisis”, sostuvo el médico. 

Añadió que por esta razón ha exigido a los distintos servicios del hospital que implementen un protocolo para el manejo de los pacientes y la colocación del catéter blando. 

“La solución no es tener más máquinas de hemodiálisis, más camas, o hacer más grande el servicio, la solución como en otras partes del mundo y otras instituciones es la diálisis ambulatoria”, reiteró Ventura. 

Las limitantes que han rodeado al programa de diálisis ambulatoria durante los últimos años contradicen la postura del director, consideró Leiva. 

El jefe del servicio señaló que, entre las medidas para descentralizar la atención en el hospital, solicitó fondos para poder tener 300 pacientes en la DPCA, pero solo le dieron para 150. 

Además, la reducción de pacientes en el programa se ha debido a fallas administrativas que provocaron retrasos en las compras de dialisales para los pacientes que reciben diálisis en el hospital, dijo el nefrólogo. “Teníamos la cantidad de bolsas para los pacientes en ambulatoria, pero no podíamos dejar a la gente desprotegida, se me morían. Tuvimos que agarrar y dárselas a los otros pacientes”, declaró Leiva. 

Añadió que, a la fecha, no ha recibido un presupuesto que permita aumentar los pacientes en el DPCA. 

Para que un paciente pueda hacerse las diálisis en su casa debe poder remodelar un cuarto para que cumpla las condiciones mínimas, además debe recibir entrenamiento durante una semana. 

En el servicio hay una habitación que solo puede albergar a dos pacientes para mientras aprenden a realizarse la diálisis por sí mismos. 

Leiva expresó que, al ponerle un catéter blando a un paciente, debe garantizarse que se podrá enviar a su casa para que sea parte del programa, ya que si es regresado a un servicio en el hospital existe el riesgo de que se contamine la zona donde tiene el catéter. 

Sacrificios para un mejor tratamiento 

Durante la semana pasada, José Antonio Umaña, de 52 años, se ha levantado todos los días a las 3:00 de la madrugada para poder salir de su casa en San Lorenzo, San Vicente, y llegar a las 6:30 al Rosales. Por cinco días, una enfermera de Nefrología le enseña a realizarse la diálisis por sí mismo. 

Hace un año y cinco meses, Umaña fue diagnosticado con la enfermedad renal crónica e inició las diálisis con el uso de catéter rígido.  

“El rígido lo termina a uno. Es doloroso, es duro, la diálisis. No se puede mover, desde que llega uno lo conectan debe estar todo el día y toda la noche con la diálisis puesta y sin moverse”, contó Umaña.

Las doctoras que lo atienden le recomendaron que se pasara al programa de DPCA y aunque él no sabía muy bien de qué trataba aceptó.  “Con este se descansa bastante, se ve la mejoría”. 

Pero antes de pasarse, Umaña dijo que, con sacrificios, su familia logró levantar una habitación, con plywood, para que él se realice las diálisis. En ese cuarto solo él puede entrar.   

Aunque solo lleva pocos días, él ya siente la mejoría con el catéter blando. Pero también señaló los sacrificios que debe hacer, no puede acostarse en su hamaca, ni en una mecedora, no puede andar en bicicleta y debe tener mucho cuidado al andar en autobús. La enfermera que lo atiende dijo que no todos los pacientes tienen la capacidad de arreglar un cuarto. 

Umaña dijo que espera seguir adelante, pero reconoció que la enfermedad lo ha atado a una vida a la que aún no se acostumbra. 

“Ahora ya no puedo trabajar nada por la enfermedad, es duro para uno porque uno que se ha criado en el campo y la agricultura y uno no tiene beneficio de otra cosa”.