Salvadoreño hecho a la medida

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08 julio 2013

Se llama Melvin y tiene un negocio formal reparando autos chocados de todo tipo: autos asegurados por empresas nacionales al igual que unidades dañadas compradas en lugares como Houston, Los Ángeles y otras ciudades donde se encuentran nuestros luchadores compatriotas.

Melvin es un empresario nato. Empezó su carrera como sastre. ¿Cómo sastre le pregunté? "Sí, como sastre y le puedo decir que usted usa un pantalón talla 36 con ruedo americano". ¿Y cómo pasa de sastre a un negocio de reparar carros?, le pregunté. Y me dice: "Un buen día entró a la sastrería un chamaco que me dijo que la reparación de carros era un buen negocio, y aquí me tiene".

Melvin no tiene sosiego. Pasa supervisando cada detalle de cada trabajo de cada obrero en cada carro, seis días por semana. No para. Y no hay tiempo ni para una tacita de café. Trabaja muy duro, crea empleo, paga sus impuestos ytiene clientes como yo que regresan porque reciben buen trabajo a un buen precio. Valor por dinero. Competencia fomentando eficiencia. La mano invisible de Adam Smith trabajando calladamente. Es el primero en llegar a su taller, a las siete de la mañana, y el último en salir, en la noche. Hombre hecho a la medida de lo que El Salvador necesita.

Tiene una cafetería limpia, bonita y agradable en el recinto del negocio y hasta una pequeña cancha de futbol. Lleva a sus trabajadores al mar y los trata algo como miembros de su familia. Señor presidente: La "fabrica de empleos" ¡sí existe! Melvin y miles de otros como él, la tiene. ¡Creemos más personas como Melvin, porque de ellas nacen las empresas grandes que usted ataca, las que generan impuestos para sus obras sociales! Don Rafael Meza Ayau quebró varias veces y por eso le puso "La Constancia" a su empresa; don Bartolomé Poma también quebró tres veces hasta salir adelante y sólo ellos y Dios sabe cuánto les costó el triunfo de sus esfuerzos. Abraham Lincoln mantenía que para favorecer al pobre no se debe debilitar al rico. Los países exitosos han fomentado la empresa privada, no la destrucción de la misma. Empresas de todo tamaño desarrollan am los países, no gobiernos.

Hablamos con Melvin de política y la precaria situación económica del país y me dice: "Mire, como a esos señores no les cuesta, lo único que hacen es ponernos más impuestos, gastar la plata del contribuyente. ¡Que nos dejen trabajar!"

Ese tono de frustrada voz refleja lo que muchos piensan del desastre de gobierno de Mauricio Funes. Lejos de apoyar a empresarios como Melvin, ataca a la empresa privada en general. El gobierno no entiende que el motor de cualquier gestión, de cualquier sociedad exitosa está en lo que hacen sus empresarios. De la riqueza creada por los Melvin de este mundo salen los impuestos para invertir en la imprescindible y necesaria gestión social. La extrema pobreza se tiene que combatir con una compleja matriz de acciones de inversión en educación y apoyo solidario. Los buenos gobernantes saben que pelearse con la empresa privada es una fórmula para un desastre de mayor envergadura. Sólo miremos el éxito de Ortega en Nicaragua, o el desastre de Napoleón Duarte.

El gobierno del cambio sí implementó la famosa "fabrica de empleos": infló la ineficiente burocracia estatal con allegados al partido de gobierno, cubriendo la caja negativa con préstamos de todo tipo y nuevos impuestos, castigando aún más la letárgica economía nacional. Es como si Melvin prestara plata para pagar sus sueldos. Tarde o temprano quebraría.

Pero yo soy optimista. Nuestra joven democracia evacuará a esos líderes deficientes y cuestionados que atropellan la institucionalidad del país. Habrá un golpe de timón buscando aguas tranquilas y un necesario e indispensable consenso nacional.

Por el empuje de nuestra gente nacerán otros Melvin que puedan llevar a El Salvador a un mejor futuro. A una nueva sociedad más justa, equitativa y moderna basada en principios democráticos. No puede haber democracia sin libertades de todo tipo, sin prebendas para nadie. Los subsidios por muy bien intencionados que son para ayudar al más pobre, terminan fracasando por la legendaria ineficiencia gubernamental, corrupción y mal enfoque. El pueblo lo que necesita y busca son nuevos, honestos y eficientes lideres políticos. El Salvador merece hombres y mujeres buenos --no confrontativos-- ,con humildad de gestión que acepten sincera y valientemente sus errores, y por medio de ese liderazgo ayuden a crear nuevos empresarios como Melvin, que en su afán de mejorar sus propias vidas, fomentan el bienestar de toda la sociedad.

*Colaborador de El Diario de Hoy.Los buenos gobernantes saben que pelearse con la empresa privada es una fórmula para un desastre de mayor envergadura