Se disfrazaban de policías, se llevaban por la fuerza a sus víctimas, simulaban enfrentamientos para matarlas, recibieron al menos un “encargo” desde Estados Unidos. Así cobraron las vidas de 12 personas, la mayoría pandilleros.
De esta manera se resume el testimonio que Sirio (nombre clave) dio a la Fiscalía General, para fundamentar la acusación contra 25 personas vinculadas a una estructura de sicarios que operaba en los departamentos de La Libertad, Sonsonate y Santa Ana, durante 2014 y 2015.
La banda estaba formada por cuatro agentes y un sargento de la Policía Nacional Civil (PNC), un empleado administrativo de la corporación y otras personas cuyo objetivo era “limpiar zonas” de pandilleros, en algunos casos para cobrar venganzas por muertes que los delincuentes habrían cometido.
Al grupo se le atribuye la muerte de 12 personas, 11 de ellas vinculadas a pandillas. Además de dos intentos de homicidio y una conspiración para matar a otra persona.
Según la acusación formal (requerimiento) presentada por la Fiscalía, Sirio, aparte de reunirse con el grupo para planificar los hechos, acompañaba las operaciones, para los cuales era proveído de diferente armamento, como una pistola 9 mm y un revólver 32-20.
Puntos de reunión para planificar las muertes
Las reuniones se llevaban a cabo en la cervecería Tres Puentes, en la colonia El Tempisque, cantón Zapotitán, en Ciudad Arce, La Libertad, así como en otras casas y parcelas de la zona.
La Tres Puentes, según la Fiscalía, pertenece a Joaquín Arévalo, (a) Gato, quien es perfilado como uno de los tres principales que presuntamente encabezan la estructuras y laboraba como motorista de la Policía en la subdelegación de Lourdes, Colón, La Libertad.
Asimismo, el testigo relató que vestían ropas oscuras y uniformes de la Policía para hacerse pasar por agentes y así sacar a las víctimas de su casa u otras veces las mataban dentro de ellas.
Los uniformes fueron proveídos presuntamente por el policía Elmer Aníbal Rodríguez e incluían gorros navarones con el logo de la PNC, según el requerimiento del Ministerio Público.
Sirio no actuaba solo, sino que recibía las órdenes desde los que encabezaban la estructura. Aparte de asesinar, también tuvo la tarea de perfilar a algunas de las víctimas.
En una ocasión caminó por una hora junto a cinco sujetos para matar y enterrar en un barranco a un pandillero, luego que lo sacaron de su casa en el cantón Los Pilastrones, Zapotitán, Ciudad Arce.
En otro caso, atravesó un cañal y un río, para luego llegar a otro cañal, donde ultimaron a un anciano y su hijo, un supuesto pandillero MS.
El Ministerio Público ha determinado que los sujetos cobraban entre $100 y más de $1000 por las muertes, que en algunos eran dobles.
Fueron contactados, incluso, desde Estados Unidos para ejecutar a un pandillero. En uno de los 15 casos establecidos en el requerimiento también se señala a un ingeniero que pagó por el asesinato de un marero que amedrentaba a uno de sus trabajadores en un caserío de Ciudad Arce (ver nota aparte).
La FGR establece en sus investigaciones que la estructura estaba encabezada por Eduardo Castillo Calles, (a) Limón; José Ángel Castillo Calles, (a) Lito; y Arévalo, el motorista de la Policía.
Con ellos también participaban tres hermanos cuyo papel supuestamente era contactar a personas que pagaban por matar: Julio César, Diego Salvador y Leonardo Fabios, todos Morales Urías, conocidos como Los Cuinas.