El Salvador: un destino de contrastes y contradicciones

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03 julio 2013

Si de atracción turística tratara esta columna, iniciaría más o menos de la siguiente manera: "El Salvador es un país de contrastes. Si usted lo desea, puede perfectamente comenzar la mañana degustando deliciosos mariscos frente al mar, continuar su jornada en algún sitio arqueológico, contemplar el atardecer desde cualquier volcán o montaña y terminar la noche en algún pueblo vivo junto al Lago Suchitlán, por ejemplo. Todo esto en un día". Si bien este artículo no abordará el tema del turismo --y lejos de contener un lenguaje optimista será más bien sombrío-- el formato anterior sirve para iniciar una reflexión sobre la política salvadoreña:

El Salvador es un país de contrastes y contradicciones. Si usted lo desea, puede perfectamente comenzar su día con sabor a decepción cuando lee en el periódico sobre las condiciones inhumanas de los hospitales, la reprobación masiva de estudiantes del sector público en la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES) y la falta de recursos para fortalecer aquellas instituciones encargadas de perseguir a los criminales y prevenir el delito. Y este es sólo es comienzo de su jornada.

En el transcurso del día aparecen los contrastes. Por la mañana, un candidato presidencial inaugura su enésima clínica de salud y, entre la retahíla de promesas anunciadas, ofrece el pasaje a la Copa Mundial de Fútbol 2018 en Rusia en un país donde las medicinas escasean desde su administración e incluso antes. Al medio día, otro candidato presidencial acompaña la entrega de becas a cientos de estudiantes que, bajo su conducción en el ramo de Educación, recibieron uniformes, zapatos y útiles escolares --siempre de forma tardía-- pero probablemente nunca recibieron un aula decente ni una enseñanza de mayor calidad, ya que esa no fue una prioridad en el presupuesto. Durante la tarde, otro candidato presidencial distribuye "paquetes solidarios" de varias libras de pollo y ofrece seguros agrícolas a un sector que, protegido desde siglos atrás, todavía no muestra señales de competitividad y sostenibilidad.

Ninguno explica con claridad el financiamiento de sus promesas. Por un lado, el primer candidato dice que "Dios proveerá". Por su parte, el segundo candidato atiende con ambigüedad el tema de la dolarización, al punto que el secretario general de su partido propone abordarlo "pasadas las elecciones" para "descontaminar" la discusión. Mientras tanto, el tercer candidato asegura que mantendrá los programas sociales del gobierno que ha acusado de despilfarro. Dado que no explican cómo financiarán sus promesas, difícilmente explicarán cómo están financiando sus campañas millonarias. ¿Nunca se ha preguntado de dónde proviene todo este dinero? ¿Cuántas veces se ha mencionado la palabra "transparencia" en la retórica electoral? Aquí es cuando las contradicciones emergen.

El Salvador, un país situado en el triángulo norte y por tanto asediado por las pandillas y el narcotráfico, tiene una "Ley de Partidos Políticos" --aprobada por la Asamblea y sancionada por el Ejecutivo--, que no brinda un solo instrumento real para fiscalizar quiénes son los donantes de los partidos, a cuánto ascienden los montos trasladados y cómo se gasta el dinero. El Salvador, un país donde la corrupción se percibe a diario, carece de una Corte de Cuentas confiable y despartidizada, que garantice el uso honesto de los fondos públicos. El Salvador, un país de contribuyentes que ni siquiera saben cuánto gasta la presidencia en publicidad, tiene un Instituto de Acceso a la Información Pública con comisionados sin salarios. El Salvador, un país sumergido en la pobreza y la violencia social, todavía no escucha una propuesta puntual de cómo enfrentar el endeudamiento y el déficit fiscal; no obstante que la campaña millonaria continúe repartiendo regalos, insultos y promesas que premian lo popular sobre lo técnico.

En fin, mientras millones de dólares se mueven a favor de uno u otro candidato, millones de salvadoreños buscan sobrevivir día a día. Mientras la palabra "transparencia" adorna la mayoría de discursos, nadie revela las fuentes de estas grandes sumas de dinero. De allí que, con tales contrastes y contradicciones, el pulgarcito de América se aleje más de ser un destino turístico pese a las bondades mencionadas al inicio de esta columna, y peor aún, se aleje más de ser un destino de oportunidades para vivir con dignidad.

*Colaborador de El Diario de Hoy.

@Guillermo_MC_