Idiosincrasia e idioma

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24 mayo 2013

Hace tiempo asistí a un interesante seminario. El conferencista --un español-- expuso su hipótesis sobre por qué los latinoamericanos somos tan diferentes a los sajones, atribuyéndolo a dos causas fundamentales.

Una: que los pioneros que llegaron a lo que hoy son los EE. UU., eran personas de alta moralidad y buenas costumbres, persiguiendo el ideal de construir una Patria que respetara sus principios religiosos, defendiera la libertad y promoviera una cultura de la verdad. En cambio, Cristóbal Colón vino acompañado con gran número de delincuentes, que optaron por la peligrosa travesía como medio para librarse de la pena de muerte o de la vida en prisión. ¡Vaya diferencia!

Por lo que sea, somos proclives a la "animalada", la mentira, lo fácil, lo mediocre. De allí que es imprescindible que nuestros programas educativos se enfoquen en cambiar nuestra mentalidad y actitud, tomando también en cuenta la segunda causa: el idioma.

Decía el conferencista que, por ejemplo, en inglés es imposible decir "se quebró". El verbo debe tener, obligatoriamente, un sujeto: "alguien" quebró algo, no se quebró solito. Probablemente esta particularidad de nuestra lengua nos promueve una inconsciente irresponsabilidad: podemos lavarnos las manos olímpicamente de cualquier cosa, usando términos indefinidos.

Es decir: nuestra manera de hablar es muy importante para formar nuestros valores porque se influyen mutuamente. Este es un tema que me encantaría verlo desarrollado por don Carlos Alberto Saz, pero también por antropólogos y sociólogos. Y -sin entrar en el lenguaje de las maras, que de por sí promueve la violencia-- daré solamente un ejemplo: la palabra "regáleme".

Porque ahora el vocablo "regáleme" ha sustituido muchos otros verbos; todo es "regáleme" (su DUI, NIT, número telefónico, libro, salero, o lo que sea) en lugar de muéstreme, permítame, présteme, deme, páseme, etc.

Percibo que ese "regáleme" es una consecuencia directa de lo pésimamente acostumbrados que estamos a quererlo todo gratis. Hasta se rebaja el nivel educativo para que sea más fácil aprobar ("regalar") el grado a los escolares. Igualmente, las remesas, los subsidios y los programas sociales mal enfocados han cambiado nuestra idiosincrasia de personas trabajadoras a perfectos holgazanes: todo es estirar la mano y "regáleme". ¡Qué tristeza!

Esos programas sociales deben ser solamente un paliativo en determinadas circunstancias, por un tiempo definido y con exigencias y responsabilidades previamente establecidas para los beneficiados, a fin de medir y constatar que han sido utilizados para salir de una precaria situación y nunca como una renta vitalicia y sin obligaciones. Pero, en lugar de cambiar la incultura del "regáleme", estamos promoviéndola.

El acabose ha sido el repudiado FONAT, con el que los ciudadanos (incluso quienes ya tenemos seguros para responder a terceros) ahora tenemos que afrontar las atrocidades de verdaderos asesinos al volante, pagar por medicinas que el gobierno debería suplir con los impuestos que ya pagamos y ¡encima! comprar las destartaladas unidades de los buseros. ¡Totalmente inaudito!

La responsabilidad debe promoverse y practicarse, saber tomar decisiones y afrontar las consecuencias. Es decir: debemos aprender a razonar y el lenguaje es una gran herramienta para ello. Si, como decía el citado conferencista, el idioma es parcialmente culpable de nuestra dejadez, también el idioma podría ayudarnos a desarrollarnos. Apreciemos y aprovechemos nuestro idioma, no sólo por su riqueza, sino también como un agente de cambio de mentalidad y actitud. ¡No más "regáleme"!