El desafío de recuperar pandilleros

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15 mayo 2013

El gobierno central invertirá cuantiosos recursos para financiar diferentes proyectos de desarrollo social y económico en favor de los pandilleros en proceso de rehabilitación e inserción social (no reinserción porque antes no han estado insertados); sin embargo, desde la óptica magnitud del beneficio al mediano y largo plazo me parece de mayor trascendencia el proyecto de prevención del crimen y violencia (inversión inicial de 24.8 millones de US dólares) que impulsa USAID, recientemente inaugurado en Nejapa por el ministro de Seguridad y la Sra. embajadora de los Estados Unidos de América.

La inversión de más de 33 millones de US dólares en intentar rescatar pandilleros convictos, muchos de ellos curtidos delincuentes con un nutrido prontuario policial que han causado enormes daños al país, deja un mal sabor de boca pero ni modo. En efecto rescatar resulta ser mucho más caro porque significa hacer cambiar gradual y progresivamente la mente que controla la forma de pensar y actuar del pandillero, usando técnicas especializadas y muchos recursos, para que el educando incorpore formas conductuales aceptadas por la comunidad.

Lo crítico del asunto es que aun contando con los profesionales especializados y los recursos del caso, la tarea es compleja y no tiene garantía de éxito en una buena parte de los casos. Influyen varios factores entre los que destaca la adecuada selección de los candidatos que se pretenden rehabilitar. Aquellos con personalidad criminal son refractarios al tratamiento y reinciden sistemáticamente, lo mismo ocurre con los violentos por desórdenes hormonales, cromosómicos y otras causas.

Reivindicar un pandillero convicto prácticamente es comenzar de cero, lo que significa enseñarle a comportarse como persona, alumno, empleado, hermano, padre de familia y ciudadano. Fortalecer su identidad y de ser posible reconstruir su capacidad para enfrentar la vida. Probablemente lo más difícil es incorporar los valores, distinguir las buenas de las malas prácticas, respetar los derechos del prójimo como su vida, su trabajo, su tranquilidad y sus pertenencias, incorporar el sentido de la responsabilidad y naturalmente controlar su carácter.

Punto importante es la voluntad y determinación para superarse, lo que significa abandonar las malas costumbres, las formas equivocadas de conducirse y comportarse, la violencia en todas sus formas y matices, el abuso de la mujer y los niños, agredir a otras personas, manchar paredes y muebles, "rentar" para comer y ayudar a la familia, imponerse por la fuerza y desobedecer las leyes.

Por su peso caen algunas interrogantes como las siguientes: ¿Está dispuesto el pandillero a abandonar sus jugosos ingresos producto de la extorsión, narcomenudeo y sicariato para dedicarse a trabajar digamos en una zapatería devengando un salario mínimo? ¿Está dispuesto a cambiar su estilo de vida? ¿Conviene a la sociedad salvadoreña la incorporación masiva de nuevos artesanos, microempresarios y comerciantes que exceptuando su trabajo lícito continuarán con su deplorable estilo de vida caracterizado por su personalidad antisocial?

*Dr. en Medicina. Colaborador de El Diario de Hoy.