Política de eslóganes y política de mentiras

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25 mayo 2013

Recientemente comenzó a despuntar la estrategia de simplificar y sintetizar la información con el fin de hacerla más accesible y rápida. Esta idea es la esencia de plataformas como Twitter, herramienta en línea que no distingue jerarquías entre usuarios y cuya accesibilidad puede acercar a políticos con sus ciudadanos.

Una de las críticas que recibe esta tecnología es la tendencia de preferir síntesis sobre contenido y rapidez sobre veracidad. Lo anterior sería menos grave si se limitara al campo de la tecnología de la información, las comunicaciones y el mercadeo, sin embargo cobra especial relevancia cuando esta manía de reducir cuestiones complejas a eslóganes en la búsqueda de "viralidad" trasciende al ámbito político y electoral de un país.

En El Salvador abundan ejemplos de la política de eslóganes y no de propuestas concretas. Constituiría una propuesta concreta, un plan en el que se planteara un objetivo y se sugirieran, además de pasos a seguir, las maneras en que se financiarán dichos pasos. Es cierto que traducir información tan compleja en spots de 30 segundos o en menos de 140 caracteres es un reto prácticamente imposible, pero simplemente simplificar este contenido en un eslogan termina convirtiendo medias verdades en mentiras completas, como aquello de que "las mujeres no estarán solas".

Tampoco sirve para el fin de ayudar al elector a escoger propuestas concretas para el país el establecer una franca oposición hacia un tema sin proponer alternativas, como recientemente hiciera el alcalde Quijano al respecto del tema de la tregua de pandillas. El problema no es oponerse, pues es sano y necesario que se abra un debate más amplio en el tema de la tregua, del que la ciudadanía sabe muy poco. Lo malo es oponerse sin proponer acciones específicas para afrontar la problemática real de la delincuencia. Aunque se oiga bien lo de "estar siempre al lado de las familias salvadoreñas", no indica una alternativa a la tregua entre pandillas.

Sin embargo, aunque sigue siendo criticable, en el ámbito electoral se entiende que la política manipule palabras y lenguaje como parte de su arsenal de marketing. En donde es inadmisible, pues cae en la mentira, la desinformación y la manipulación mal intencionada, es desde los cargos de poder. Es vergonzoso que haya diputados, como Lorena Peña, que se empeñen en referirse (quién sabe si en afán de simplificar o alevosamente, de engañar) a aspectos de la ley de asocios públicos privados como "privatización" a pesar de que ni siquiera se esté hablando de traspasos de derechos de propiedad hacia el sector privado. A base de engaños y manipulaciones, terminan bloqueando lo que podrían ser propuestas creativas a los problemas actuales del país.

Tanto hacen uso de esta retórica demagógica basada en la mentira, que palabras como "privatización" están demonizadas gracias a prejuicios ideológicos sin verdadera utilidad práctica, pues se la usa para asuntos que nada tienen qué ver con ella. Ejemplo de esta demonización es que la mera sugerencia de incorporar la colaboración del sector privado para mejorar la calidad educativa de la educación superior en el país sin que ello implique ningún traspaso de títulos de propiedad, cierra automáticamente el debate y se termina preservando a través de leyes nuevas el mismo statu quo deplorable. Si en Malasia hubieran tenido gobernantes como Lorena Peña, jamás se habría implementado EduCity, un concepto en que en un asocio se ha logrado agrupar a las mejores universidades del mundo para darle oportunidades de educación de altísima calidad a millones de jóvenes, convirtiendo a Malasia en un fiero competidor en la carrera hacia el desarrollo. Suerte la de ellos.

*Lic. en Derecho.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg