La gallinita de los huevos de oro

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11 abril 2013

ecientemente tuve uno de esos sueños que no se olvidan con facilidad; de los que se convierten en temas de conversación.

Soñé con un deforestado volcán de San Salvador cubierto de champas, desde las faldas hasta el copete. Algo así como la primera impresión de Caracas, cuando se aterriza de noche en Maiquetía. En la oscuridad, las zonas marginales que cubren cada centímetro cuadrado de sus cerros parecen Nacimiento, pero de día aflige el asentamiento.

Lo bueno es que era sólo un sueño. Lo malo que, juzgando por el montón de nuevas champas por todos lados, mi sueño del volcán está más cerca de convertirse en realidad.

Los residentes de los cerros de Caracas están tan pasmados por la muerte de "Jesús Cristo" Chávez, que le creen a Maduro cuando jura que su comandante supremo le cantó una melodía más dulce que la de un ruiseñor. ¿Será que el "pajarito chiquitico" también le cantó al cipote coreano para que cucara a los gringos?

Difícil será sacar al venezolano de los cerros ante semejante estupor, pues el chavismo les ha mejorado su vida: Agua potable, doctores, profesores, canchas deportivas con todo y entrenadores cubanos.

Lástima que en El Salvador no tenemos $6 billones anuales de petróleo que canjear con Cuba a cambio de "misiones" que ayuden a mejorar las condiciones de vida de los pobres.

Parte el alma comprender lo duro que es la vida de un salvadoreño de champa. Sin agua potable, sin luz, sin servicios sanitarios, sin trabajo, ni adecuada protección contra las inclemencias del tiempo, vulnerables a tanta enfermedad. Seguro a ellos se refería el estudio internacional que el año pasado calificó a El Salvador como uno de los peores países para nacer.

También parte el alma comprender que, en poco tiempo, hemos pasado de la cabeza a la cola en otros estudios, índices internacionales de competitividad.

Da cólera escuchar la otra cara de la moneda en los discursos y campañas de Funes & compañía, sobre el país de las maravillas.

El actual gobierno bien sabe que la gente ya no se traga que toda la culpa de nuestra miseria la tienen los 20 años de ARENA, y después de un reciente dime que te diré con Fusades aceptó que, en los últimos años, la pobreza ha aumentado en varios cientos de miles.

Ya era hora que comprendieran que el país se les ha salido de control. También ya es hora (aunque les queden los días contados) que dejen de pelearse con los empresarios y hagan algo para controlarlo.

¿Como es posible que a pesar de una gruesa vacuna fiscal, que está chupando más impuestos que nunca, y un creciente endeudamiento, la cobija no alcance para evitar que medio millón de hermanos caigan en al abismo?

"Titalón", mi abuela materna, tenía una pícara pareja gallo gallina en el patio central de su casa en Santa Tecla. La presentaba como "la de los huevos de oro", explicando que hasta que la gallina no gritara "cac cac CAC", sus nietos no podíamos desayunar .

Un triste amanecer, quizás porque el gallo ya no encontró Viagra en la farmacia, la gallina nunca más puso huevos, y la pobre se convirtió en sopa. No quedó otra que cambiar los huevos de amor por los huevos de la tienda.

Sirva esta anécdota para que los salvadoreños comprendamos, que por más que nos ofrezcan duplicar el modelo Alba para salir de la pobreza, esto no va a suceder, pues al igual que la gallina el "pajarito del oro negro", se "acabuche pate cuche". No nos queda otra que dejar de soñar con albamilagros y ponernos a trabajar.

Son tantísimos los problemas en Venezuela, que el nuevo inquilino de Miraflores tendrá que dejar de regalar pisto afuera y ponerlo a trabajar adentro.

Que Dios nos ilumine para que, el próximo 2 de febrero, los salvadoreños con DUI marquemos la bandera que represente mayor capacidad y menor corrupción; la que nos incentive a remar en la misma dirección para mejorar nuestras condiciones de vida, sin tener que seguir soñando con pajaritos preñados de pisto, ni con más champas en el volcán.

*Colaborador de El Diario de Hoy.

calinaalfaro@gmail.com