La escuela taller de la Cooperativa de Artesanos de La Palma, Chalatenango, fue uno de los proyectos modelo que Fomilenio I utilizó para mostrar las bondades que traería el programa. Cinco años después, esa propiedad está ahora cerrada, sin uso y a punto de que la adjudiquen a una empresa privada.
El presidente de la Asociación de artesanos (Acoproarte Renacer de R.L) Germán Jiménez, no oculta su decepción por el proyecto. “Nos hicieron tantas promesas y ninguna se cumplió. Dijeron que iban a darnos diseñadores, a expertos en venta. Sí llegaron, pero no le dieron seguimiento a este proyecto”, dijo.
A la cooperativa le pasó como al resto de pequeños empresarios que tomaron dinero prestado para mejorar su dinero bajo promesas de que se les daría asistencia técnica y sus ventas crecerían. Pero en la práctica la realidad fue otra. “Nos dijeron que íbamos a estar vendiendo $100 mil dólares en artesanías, pero los pedidos que se hicieron apenas alcanzaron los $5,000”, recuerda. Pero el crédito de $65,000 que tomaron con Fidenorte tenía que pagarse puntual a Bandesal y no lo lograron.
Por tratar de solucionar las cosas, recurrieron a otra cooperativa de ahorro y crédito de la zona en la que parte de los 55 asociados puso hasta sus casas y terrenos en garantía que ahora corren peligro de embargo. “Nos vendieron puras ilusiones”, se lamenta.