El socialismo: de científico a mágico

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17 abril 2013

Hace más o menos siglo y medio Marx y Engels proclamaron el socialismo científico como la estación por donde pasaría de manera ineludible la humanidad, en ruta expresa hacia el comunismo, casi el paraíso. O más bien eso mismo como decía el himno más entrañable de los comunistas: "la tierra será el paraíso bello, de la humanidad".

La voluminosa obra de los dos pensadores alemanes, que tenía como referente la crítica al capitalismo en Inglaterra fue llamado científico, para distinguirlo del "socialismo utópico", el de los Proudhon, Saint Simon, Fourier. El utópico, me solía decir un amigo en tono de burla, es un socialismo propio para poetas y vagabundos".

El capitalismo desarrollado en su máxima expresión, afirmó Marx, produciría las condiciones objetivas y subjetivas que darían paso hacia el socialismo. El sujeto histórico de este trascendental cambio sería el proletariado industrial. Lo de Marx Y Engels es todo un rollo sobre el materialismo histórico, la dialéctica, el desarrollo de las fuerzas productivas y otros complejos conceptos por los que muchos le otorgaron al marxismo la categoría de ciencia.

Pero por el camino de la historia las cosas no resultaron como profetizaba ese rosario de dogmas que Marx y Engels establecieron. Lenin y sus bolcheviques lo arruinaron todo. Con una extraordinaria voluntad de poder y apoyados más en Maquiavelo que en Marx, el autor de "El Estado y La Revolución", se hizo con el poder en el más atrasado de los países de Europa: Rusia. Un país donde ni siquiera existía un proletariado industrial.

El resto es historia conocida. Surgió a Unión Soviética con una férrea dictadura, que trató de imponer a marcha forzada y sangrienta el comunismo; compitió en todo con Estados Unidos durante la Guerra Fría, sus atletas ganaron medallas, entró en crisis terminal y colapsó llevándose de encuentro a todo el campo socialista de naciones. Se acabó aquello. Y a esos países llegó el viejo capitalismo.

Pero para afrenta de los fundadores y seguidores del socialismo científico, a los chinos y los vietnamitas que tanta guerra y tanta muerte pasaron para instaurar el socialismo, no les salieron las cuentas al final y tuvieron que abrazar también con un entusiasmo digno de dragones del Pacífico, al capitalismo. Sólo Cuba y Corea del Norte quedaron persistiendo en el dogma. Ejemplos de perseverancia, eso sí, trágicos y rotosos, a juzgar por la ruina económica y la falta de libertades.

La verdad es que no hay ningún sitio en el mundo donde se hayan validado los postulados supuestamente científicos de Marx. El socialismo utópico nunca fue viable. Y el que decía ser científico colapsó. Entonces en los umbrales del Siglo XXI apareció, como Melquíades en Macondo, el teniente coronel Hugo Chávez, cuyo socialismo no tiene nada qué ver con todo el pesado mapa de conceptos de Marx, Engels y Lenin, sino más bien con una verborrea impregnada de misticismo, religión y ocurrencias folclóricas.

Nada de proletarios industriales, ni desarrollo de fuerzas productivas, sino una extraordinaria renta petrolera para montar un sistema de dádivas que no saca a nadie de la pobreza. Socialismo de subsidios y discursos encendidos para crear un frágil tinglado de apoyo popular. Frágil porque a falta de subsidios o de caudillo carismático, desaparecerá. La mala noticia es que ya no hay caudillo y todo indica que muy pronto tampoco habrá subsidios.

El heredero de Chávez, Nicolás Maduro, que nunca leyó ni a los utópicos y menos a los científicos se aferra a punta de fraude, al socialismo mágico. En el Otoño del Patriarca, inspirado, por cierto, en un caudillo venezolano, el personaje es un dictador anciano e ignorante, que no recuerda su edad, que cura enfermos, muere y revive dos veces, le poner paro a los diluvios y hace que los eclipses se arrepientan.

Maduro no llega a tanto, pero pasó de chofer a diplomático y luego a presidente, cree en la inoculación del cáncer, pasea ataúdes por las calles, invoca a los muertos, convierte las restas en suma y platica con pajaritos chiquiticos. El socialismo mágico es la farsa en la que vino a terminar la supuesta ciencia de Marx y Engels. Pobres.

* Columnista de El Diario de Hoy.