¿Y cuándo la reinserción social y la prevención?

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07 abril 2013

Mucho se ha comentado sobre la tregua entre pandillas y municipios santuarios libres de violencia pero muy poco sobre resocialización y todavía más poco sobre programas de carácter preventivo. Los ciudadanos acosados por la inseguridad se preguntan: ¿Existen en realidad programas con criterio integral concretos y con suficiente respaldo técnico y científico? ¿Con cuántos recursos económicos se va a desarrollar esa titánica tarea? ¿Cuántos profesionales especializados se contratarán? ¿Cuál infraestructura será utilizada? y ¿Cuáles son los resultados de las evaluaciones de cada etapa del proceso?

La recuperación de una persona que se ha forjado al través de los años en un hogar incompleto, con ausencia de un adulto responsable que sirva de guía, sin unidad familiar, sin satisfacer las necesidades básicas en una atmosfera sin valores de ninguna clase, es un trabajo complicado y difícil aun para los países con disponibilidad de recursos porque hay que comenzar de cero.

Tengo la impresión que todavía no existe un concepto claro del problema al menos en algunos funcionarios públicos, porque la vez pasada escuché a alguien decir más o menos lo siguiente: "Los pandilleros todavía no tienen un modus vivendi que les procure el sustento diario y ni modo tienen que seguir extorsionando", como justificando su proceder. En realidad el problema del pandillero no se reduce a la falta de frijoles, tortillas y trabajo sino se trata de una perturbación que involucra toda su conducta y que se manifiesta en una diversidad de formas.

Son ejemplos el caso de los supuestos expandilleros que han montado negocios pero extorsionan a los establecimientos similares, con el propósito de apoderarse del mercado por la fuerza y el de una panadería que para garantizar su mercadeo amenazaron a muerte a los propietarios de las panaderías de la competencia. En ambos casos obviamente no hay rehabilitación porque el transtorno básico de la personalidad antisocial sigue manifestándose. En efecto, la rehabilitación es del cerebro no del estómago.

En los países desarrollados no se andan con sentimentalismos, de conformidad con criterios técnicamente fundamentados, clasifican a los delincuentes y sólo los que tienen posibilidades altas de enderezar sus vidas, los incorporan en programas de recuperación. Naturalmente se hace más prevención encerrando de por vida a los irrecuperables que enviarlos a las calles esperanzados a que cambien.

La impresión que flota en el ambiente salvadoreño es que el problema del pandillerismo se enfrenta con el tradicional enfoque fragmentario, con improvisaciones y probablemente con más entusiasmo que recursos. En esos arranques populistas que vemos con creciente frecuencia se ha hablado hasta de éxito, como si la baja de los homicidios es sinónimo de baja de la delincuencia. Ahí están los asesinatos, incluso en los municipios libres de violencia, las extorsiones, desaparecidos y violaciones. Se ha hablado hasta de rehabilitar 30,000 pandilleros como si se tratara de echar tortillas.

Todo apunta a que se comete un grave error tratar con paños tibios y conceder prebendas a delincuentes con personalidad criminal que por razones biológicas y psiquiátricas carecen de la capacidad para rehabilitarse, peor aun cuando al buen trato responden con reincidencia. El ejemplo de delincuentes en proceso de resocialización capturados in fraganti en el cometimiento de delitos habla por sí solo.

*Dr. en Medicina.

Colaborador de El Diario de Hoy.