La educación internacional

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09 abril 2013

Para llegar a ser país de renta media alta nos faltan más de cien años a este ritmo, alrededor de tres generaciones. Tal vez los nietos de mis hijos tendrán la oportunidad de vivir en un país mejor. Y pensar que Corea cambió su historia en sólo cincuenta años. Si mantenemos el promedio de crecimiento de la última década, en veintidós años habremos alcanzado el nivel que tuvo Chile en el 2011. ¡Vaya Ud. a saber por dónde estarán Chile, Costa Rica y Corea en veintidós años! Estas tendencias publicadas recientemente deprimen a cualquiera.

No puede ser que ante tanta evidencia de los problemas reales que enfrentamos no podamos hacer más que pelearnos y hacer berrinches. La construcción de institucionalidad y el respeto a las leyes debería ser algo tan natural y de evidentes beneficios que nadie debería andar inventando. La magnitud de los problemas que enfrentarán nuestros nietos no es nada comparada con la de los problemas actuales.

En los indicadores del Banco Mundial del programa "Conocimiento para el Desarrollo (K4D)", Corea triplica los resultados de El Salvador en los de educación y de innovación, lo que produce resultados extraordinarios en términos de producción y crecimiento. Cabe entonces preguntarse para qué estamos preparando a nuestros jóvenes.

Una alternativa sería promover una educación internacional de calidad. Ya en el país varias instituciones educativas le han apostado a ello. Por ejemplo la Academia Británica Cuscatleca, donde colaboro en su junta directiva, cuenta con el programa del Bachillerato Internacional desde 1984 y con la acreditación del Consejo de Colegios Internacionales (CIS) desde 1998, además de continuar ofreciendo el currículo nacional de Gran Bretaña y los exámenes IGCSE ("International General Certificate for Secondary Education") de la Universidad de Cambridge.

Ya no es posible pensar que existe el futuro en aislamiento. Nuestros jóvenes ya compiten con los jóvenes de todos los países del mundo y les estamos fallando miserablemente. Los estamos condenando al fracaso. Costa Rica desde hace casi 35 años comenzó una revolución en la educación que le está dando muchos frutos. Debe ser evidencia de nuestro fracaso que continúa imparable el flujo de nuestros jóvenes hacia el norte, buscando un mejor futuro en Estados Unidos.

Por eso es que muchos hemos insistido en que no sólo se necesitan zapatos y uniformes. Necesitamos invertir seriamente en cambiar nuestro sistema educativo y permitir que nuestros jóvenes se desarrollen al 100% de su potencial. El CIS busca, a través del seguimiento de un programa educativo de alta calidad, permitir que los estudiantes desarrollen el conocimiento, las habilidades y capacidades para vivir sus vidas como ciudadanos del mundo.

El Bachillerato Internacional, más que solo un programa curricular, pretende construir un mejor mundo a través de la educación, por lo que continúa ofreciendo programas de alta calidad y promoviendo liderazgo pedagógico. Reconoce el nuevo ámbito de competencia y de coexistencia de los jóvenes es el mundo, por lo que promueve rigurosidad académica a la vez que comprensión y respeto intercultural. Debemos además fomentar la creatividad y el fortalecimiento de los talentos individuales.

No será posible tener éxito como país si no encontramos nuestra alternativa para ofrecer a los jóvenes una adecuada preparación para destacarse en el mundo de hoy y en el desconocido mundo del mañana. Esa es nuestra verdadera responsabilidad. Nuestros vecinos de Asia avanzan a una velocidad increíble. Debemos tomar las medidas necesarias, aunque sean impopulares, para mejorar nuestro sistema educativo. Debemos encontrar el balance entre lo que compensamos socialmente en el presente y lo que estemos invirtiendo para su futuro. De seguir como estamos el único futuro previsible es el del fracaso.

*Columnista de El Diario de Hoy.