Mujeres que viven atrapadas en barras show

El Diario de Hoy habló con cuatro bailarinas de estos lugares, dos de ellas aun trabajan en estos sitios ubicados en la colonia Escalón; las otras dos, dejaron esa ocupación debido a los abusos que vivieron en los mismos.  

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03 April 2016

Abril, Foxy, Vicky y Brithany, a la pista... Esta es la llamada que se escucha cada noche en las barras show que funcionan en diferentes puntos de la capital, unas más concurridas que otras, aunque algunas solamente separadas por una pared; lugares donde a través de una investigación se logró descubrir lo que son estas mujeres: madres solteras, acompañadas, casadas, divorciadas y algunas sin compromiso de pareja, pero sí de familia. Viven cada noche para entretener a quienes acuden a estos lugares.

Durante varias visitas a esos sitios se evidenciaron las formas de explotación de las mujeres que ahí trabajan, algunas   insospechadas por los clientes, como por ejemplo, que tengan ellas que pagar prácticamente por todo lo que necesitan para realizar su trabajo durante cada noche, o que sean multadas por faltas, por infracciones que aplican los gerentes o dueños de esos lugares, tal como lo explicó una de ellas, que tuvo que abandonar uno de esos clubs nocturnos por no poder cancelar una “multa” que sobrepasaba los 300 dólares por inasistencia.

El Diario de Hoy habló con cuatro bailarinas de las barras shows, dos de las cuales ya dejaron de trabajar en esos lugares: la primera debido a la multa y la segunda porque lo que ganaba no le alcanzaba; las otras dos aún trabajan en esos sitios.

Ellas narran la explotación que sufren como “stripers” y los vejámenes a los que se ven expuestas cada día. A ellas las llamaremos Carmen, Alicia, Luisa y Fernanda (nombres ficticios).

Las cuatro coinciden en señalar que carecen de las mínimas prestaciones laborales que en cualquier empresa o negocio podría proporcionarles como Seguro Social, AFP y vacaciones, entre otras; es más, aclaran que en época de vacaciones en uno de los negocios ubicados en la colonia Escalón trabajan de corrido de domingo a domingo, sin que ello les signifique un reconocimiento especial.

En el caso de Carmen y Alicia, ambas relatan que las exigencias van más allá, ya que solamente les aceptan incapacidades médicas proporcionadas por la Unidad de Salud cercana a su vivienda y que si no logran comprobar una inasistencia documentada son multadas por lo menos con 150 dólares por una noche de inasistencia.

Al ahondar más en las conversaciones y ver el estilo de vida que cada una de las cuatro bailarinas lleva se comprobó que uno de los lugares que deja mejores remuneraciones está en la colonia Escalón, mientras que las otras jóvenes de otro club que también está en la misma zona no obtienen muy buenos dividendos, según afirmaron.

Explican que hay compañeras que llegan en sus carros, se realizan operaciones estéticas para mejorar su apariencia física, viven en zonas de clase media, mientras que en el caso de las otras dos ninguna de ellas puede darse ese tipo de lujos: viven en colonias más populosas y conflictivas, donde para llegar a sus casas en la madrugada que salen de trabajar deben pagar entre siete y 12 dólares de taxi todas las noches, dependiendo de la zona y distancia.

En los clubes las chicas pagan por todo

En todas las barras shows las bailarinas deben de pagar “cuotas” por estar ahí, comprar todo lo que necesiten; la obligación en estos sitios es que todo lo deben adquirir en el mismo lugar, tal como narraron Luisa y Fernanda.

En la mayoría de los establecimientos hay una tienda donde les venden desde las botas y zapatos de plataforma, pasando por los trajes y accesorios, hasta llegar a las tangas; en algunos casos los clientes se las pueden “regalar” como propina por los servicios prestados. Es prohibido adquirir cualquiera de esos productos fuera del club, afirman todas.

También reciben y deben pagar por los servicios de salón de belleza que son proporcionados por estilistas dentro del local y, además, pagar un porcentaje en concepto de seguridad y meseros del sitio. “Aunque no lo creas, hasta el papel higiénico y agua nos cobran”, afirma Fernanda.

Otro de los lugares tampoco se queda atrás, según comentó Carmen. “Aquí la gerente y los propietarios nos hacen comprar los trajes para los eventos especiales que se realizan cada fin de semana; cada uno de los vestidos ronda los 30 dólares y son cuatro al mes, equivale a unos 120 dólares que nosotras mismas pagamos”, detalla.

Además relata: “pagamos por los servicios de cosmetología, alimentación que es servida por uno de los otros negocios que posee el propietario del club, ya que también es dueño de otras dos barras show en la misma zona de la colonia Escalón”.

Las cuatro bailarinas coinciden en que la situación económica y delincuencial ha incidido en la baja afluencia de clientes para esas barras show. En diciembre pasado fue un mes “bastante flojo, no llegó la gente que se esperaba”, afirma una de ellas y cuenta que en algunas ocasiones no pasaban de tres personas en los lugares.

En uno de los clubes que se visitaron había 11 bailarinas esperando clientes, la mayoría casi dormidas en los sofás que se encuentran alrededor de la pista. Ellas danzan al son de tres canciones: dos movidas y una tranquila, esa última es la que usan para quitarse las diminutas prendas y quedar desnudas.

Mientras, en otra de las barras show había más afluencia de “clientes”, pero se tenían que distribuir entre más de una veintena de chicas; la competencia era reñida entre las compañeras de baile. Luisa comentó que, increíblemente, en diciembre se fue en la madrugada para su casa sin haber “fichado” un solo trago; “fichar un trago” (es la bebida que los clientes les invitan para que ganen algo extra y que para ellas tiene un precio entre 10 y 20 dólares, aunque para los clientes cueste cinco dólares).

Fernanda recuerda el caso de una chica que trabajó en uno de esos dos lugares y que cansada de los atropellos que vivía a diario en el establecimiento creó en su momento un muro de denuncia en Facebook (Alejandra Denuncias L...) donde colocaba lo que consideraba “injusticias” y hacía reclamos hacia los dueños del negocio, lo cual derivó en una disputa digital entre la chica y los propietarios.