La locura norcoreana

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05 abril 2013

Se vive en la península coreana el más alto grado de tensión desde mitad de la década de los Noventa cuando, por absurdo que parezca, Corea del Norte estuvo muy cerca de irse a la guerra contra los Estados Unidos. Tras la caída del Muro de Berlín, Corea del Norte, a diferencia de Corea del Sur que es un gigante industrial y que abraza la convivencia democrática, tuvo una hambruna que mató un millón de personas, una quinta parte de su población. Su gente vive en la miseria y aislada y la dinastía comunista Kim hace ver a los hermanos Castro como cosmopolitas y aperturistas. Mueren, literalmente, de hambre los norcoreanos pero el Kim de turno se siente Napoleón porque su ejército posee armas nucleares.

En la actual escalada Kim Jong-un, tercer déspota en cadena, que tomó el puesto tras morir su padre en 2011, le declaró "estado de guerra" a Corea del Sur; ha amenazado a los Estados Unidos con tirar misiles nucleares a sus bases militares en Guam y Hawai, así como a territorio estadounidense, lo cual no tiene capacidad para ejecutar. Cerró acceso al personal surcoreano al complejo industrial Kaesong, única fuente de empleo privado importante en esa nación por ser un proyecto entre las dos Coreas. Y ha dicho que continuará su carrera armamentista para tener más armas nucleares. El problema es que es una incógnita cómo actuará este tipo de unos treinta años, novato en ligas mayores.

Reporta la revista británica The Economist que la "decrépita Corea del Norte sería seguramente barrida por Corea del Sur y los Estados Unidos, pero nadie debería dudar del compromiso --tipo de culto-- que tiene el ejército norcoreano". Culto por hambre y adoctrinamiento, les faltó decir, por la voluntad doblegada de más de veinte millones de personas abandonadas a su miserable suerte, tal como se pudo ver en las "desgarradoras imágenes televisivas" de cuando murió el padre del actual déspota. Precisa la mencionada revista que, según generales estadounidenses, de estallar el conflicto podría morir un millón de personas, y de paso, la economía asiática saldría muy perjudicada. Vaya locura.

Mientras los surcoreanos viven en una de las economías más prósperas de Asia, con Internet de alta velocidad y la totalidad de medios digitales de última generación, los norcoreanos a duras penas subsisten con cartillas de racionamiento y con la electricidad restringida aun en medio del crudo invierno. Me contó una vez mi querido y recordado tío Abelardo Torres que siendo ministro de Economía recibió en una oportunidad a una delegación de empresarios surcoreanos durante la década de los Sesenta, tras el fin de la guerra en la península coreana. "Vinieron a vender peinetas de cuero", me contó, y "ahora (me lo dijo en los Años Noventa) son un gigante industrial".

En lo personal a mí me parece una estupidez marca mayor la política "songun" de Corea del Norte, que da primacía a lo militar en vez de alimentar adecuadamente a su gente, so pretexto de que se firmó en 1953 un armisticio, no la paz con Corea del Sur. Fue una guerra que inició el ejército norcoreano en 1950. Peligroso el tensionamiento que está causando Kim Jong-un, de imprevisibles consecuencias ahora que también hay nueva presidenta en Corea del Sur, nuevo premier en China y nuevo primer Ministro en Japón. La comunidad internacional debería cortar todo apoyo a los norcoreanos, a excepción del humanitario, y ponerse serios con que hay que prevenir una catástrofe en esa región del mundo.

*Director Editorial de El Diario de Hoy.