Muchas de las jóvenes que trabajan en las barras show ocultan a sus familias su verdadera ocupación nocturna.
Algunas llegan a sus casas en horas de la madruga con olor a licor, ebrias y golpeadas, producto de riñas entre ellas, por celos o supuestas competencias.
Muchas dicen que trabajan como empleadas de cocina, meseras o cajeras en restaurantes; o como edecanes e impulsadoras de productos en bares y discotecas.
En otros casos son esposas que son llevadas al club por sus propios maridos, quienes sin ningún remordimiento las dejan en la tarde y pasan por ellas en la madrugada.
En fin, el trabajo en las barras show realizado noche a noche varía mucho de la fantasía y buena remuneración que se vende en los anuncios que los clubs promocionan y ofrecen en sus páginas web, muros de Facebook o clasificados; la explotación y denigración a la que son expuestas estas mujeres al ser usadas como simples objetos o esclavas sexuales son muy amplias e inimaginables, ya que en ellas no existe un control del Estado, a través de sus instituciones responsables como los Ministerios de Trabajo, Hacienda o del ISDEMU, PNC y CAM, entre otras.