El Servicio, una caricia del amor de Dios

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08 abril 2013

En su homilía el papa Francisco explicó que el Servicio es una caricia del amor de Dios. El amor es virtuoso, es fuerte y una de esas fortalezas la vimos convertida en caricia el jueves santo. De todos es sabido cómo por "razones que sólo el corazón entiende" el Santo Padre Francisco decidió celebrar la misa de la última cena del Señor en una cárcel para menores en Roma.

Durante la homilía el papa Bergoglio habló a los jóvenes con amor, como un padre a sus hijos, un mensaje valido, tanto para los presentes privados de libertad y para nosotros, quienes estamos fuera de las rejas, pero no por eso totalmente libres, no por estar fuera de un centro penal, nuestra vida y nuestro mundo está libre de todo mal y peligro. El papa nos invito a un cambio de vida desde la novedad cristiana del Servicio, recordando el gesto del lavatorio de los pies que hizo Jesús a sus discípulos en la última cena, que trae a nuestra memoria otro pasaje del evangelio donde el Divino Maestro nos afirma que no ha venido a ser servido sino a servir.

El papa después de predicar sobre el Servicio pasó a servir, del dicho al hecho. Se ciñó una toalla en la cintura, tomó una vasija de agua, otro recipiente vacío y comenzó a lavar los pies de doce jóvenes delincuentes. Un hecho de humildad enorme, podríamos decir que el más grande e importante en la iglesia, el mayor edad casi 4 veces respecto a los presentes, a quien viste del blanco a quien le sirven y obedecen miles de personas, a quien le llamamos Su Santidad ya en vida por su especial unión a Dios, a él, al papa, lo vemos de rodilla, como un siervo, casi como un esclavo, delante de delincuentes, jóvenes marginas y privados de libertad, sin fama, con una inocencia y muchos sueños robados. ¿Será posible? ¿Se equivocó con este gesto el papa? ¿O será que aquí hay una enseñanza muy grande, que está más allá de lo evidente, más allá de lo que ilumina mis ojos? Si hay algo más que aquello que vemos desde nuestro sillón en esta ambiente de vacación desde la comodidad de nuestro yo, en el reino de nuestra casa.

Hemos presenciado un signo que tiene un significado profundo, que sólo se alcanza a conocer con la luz de fe. Con el auxilio de la fe volvamos al autor principal de nuevo rito del lavatorio de los pies, leamos el evangelio, miremos a Jesús, san Juan 13, 1-15, lo que el maestro hace es un acto de servicio lavar unos pies sucios y cansados. Y es que según una costumbre oriental cuando alguien venia de un largo viaje, entre los detalles de hospitalidad estaba el proporcionarle agua y perfume para que el visitante se pusiera cómodo ya que el polvo y el fuerte sol del desierto no eran fáciles de hacerles frente con un par de sandalias y un turbante. Hasta aquí no hay nada nuevo, la novedad llega con quien realiza la acción de lavar los pies, continuando con esa tradición este oficio era propio de un siervo, un esclavo, y aquí encontramos la novedad, Jesús, el Maestro se hace un siervo, el Señor se humilla ante su criatura. Jesús bajó de su categoría de Dios y se hizo siervo de sus discípulos para purificarlos y elevarlos con él. Esto es el perdón, esto es la redención: una admirable condescendencia que canta el pregón de pascua, el admirable intercambio.

Humillarse es lo que siempre ha hecho Jesús, quien para entrar en nuestra historia humana bajó de los cielos viniendo a la Tierra se hace hombre, Dios se hace hombre para el hombre participe de la gloria Divina. Con este gesto Jesús es el que el papa Francisco y cada sacerdote hizo presente en esa celebración del jueves santo. El papa baja, se humilla con Cristo, para que este mensaje llege a lo más profundo del corazón de estos jóvenes y de todos los hombres, reconciliándonos con Dios, y a la vez convirtiéndonos en servidores los unos de los otros. Si, un poco de misericordia hace el mundo menos frío, nos dijo el papa Francisco en su primer ángelus. Un poco de tu servicio de misericordia hace tu familia, tu trabajo, tus amistades menos frías… sé misericordioso, ten la valentía de bajarte del trono de tu perfección y ponte cerca del que se equivoca, de quien te ofende, de los enfermos y necesitados, y verás cómo es el amor el que convierte y salva el mundo. Y al primero que debe convertir el amor es a ti, déjate amar por Aquel que murió y resucitó y ahora vive para siempre, Jesús, y luego siembra amor y cosecharás amor.

*Sacerdote diocesano de la arquidiócesis de San Salvador.