Ante un problema, las personas podemos actuar de dos distintas maneras: podríamos ser parte de la oscuridad que consume a la luz, o parte de la luz que lucha por expandirse en la oscuridad.
El anterior concepto se vuelve muy importante en la realidad que actualmente vivimos en El Salvador, una realidad en la que cada vez que doblas la esquina te encuentras un problema diferente; es importante también, comprender que en medio de esa oscuridad, hay muchas personas esforzándose por seguir siendo la luz, tratando de resolver los problemas de nuestra nación, uno a la vez.
Con el grupo de liderazgo G40 de la Escuela Americana y la iniciativa de sus alumnos de último año, nos dimos cuenta que queríamos ser parte de esa luz, por ello, junto a nuestros compañeros, profesores, padres de familia y el resto de la comunidad de la Escuela, organizamos el primer Empty Bowls Project de El Salvador.
Nuestro “Proyecto de Tazones Vacíos” nace de una iniciativa llevada a cabo en diferentes países, en el que los organizadores se esfuerzan por crear consciencia sobre el hambre alrededor del mundo.
En la Escuela Americana, esta iniciativa tenía como propósito recaudar fondos para dos organizaciones que combaten el hambre en El Salvador: La Posada Santa María, un comedor que atiende a unas 400 personas diariamente y Hogar de Ancianas San Vicente de Paul.
Durante los últimos meses, varios alumnos y profesores de secundaria de la Escuela dedicaron su tiempo, esfuerzo, y habilidades para decorar 300 tazones hechos de morro; otro grupo de estudiantes se encargó de organizar el Empty Bowls Dinner (Cena de Tazones Vacíos), un evento abierto a toda la comunidad de la Escuela Americana.
Este último evento consistió en una cena en la que los invitados tuvieron derecho a un plato de sopa y pan dulce, mientras disfrutaban de los talentos de diferentes alumnos de la Escuela.
Al finalizar la actividad, los invitados tuvieron la oportunidad de llevarse uno de los morros que decoraron los estudiantes, este les serviría como recordatorio del hambre que afecta a El Salvador.
También durante la cena, subastamos y rifamos obras de arte del pintor Miguel Ángel Ramírez y sus alumnos, quienes se unieron a nuestra causa y nos ayudaron a decorar unos tecomates y morros para nuestro evento.
La experiencia de organizar una recaudación de fondos de esta magnitud nos dejó muchas lecciones a todos los estudiantes que participamos en el evento. Aprendimos sobre la responsabilidad, el trabajo en equipo y sobre qué hacer cuando enfrentamos retos inesperados en el camino; sin embargo, creo que la lección que muchos de nosotros nos llevamos de este evento fue que: así como nos esforzamos para sacar adelante este proyecto, nos debemos esforzar siempre por mejorar las cosas en el lugar que estemos.
Tuvimos la oportunidad de convivir con algunos de los beneficiados de las organizaciones a las que les ayudamos. Me llamó la atención ver que estas personas entraron al evento con una sonrisa de oreja a oreja, y salieron del evento con una sonrisa aún más grande.
A pesar de que logramos recaudar muchos fondos, la felicidad ilustrada en esas sonrisas fue nuestra mayor recompensa, pues al final, esa era la meta que queríamos alcanzar: hacer más felices a aquellas personas que a pesar de sus circunstancias logran mantener una buena actitud.
El recuerdito que nuestros invitados se llevaron de la cena fue un tazón que aparenta estar vacío; sin embargo, en ese tazón va la felicidad de poder ayudar a los demás, la esperanza de poder mejorar las circunstancias y la deslumbrante llama de continuar haciendo esfuerzos como este para seguir construyendo un cambio positivo en nuestra sociedad.