La Semana Santa es una época en la que miles de feligreses asisten a diferentes actividades religiosas.
Aunque con el paso del tiempo algunas de las costumbres y tradiciones se han ido perdiendo, estas fechas tienen un significado especial para los salvadoreños.
Feliciano Urquilla es una persona de la tercera edad, que nació en 1925, en Apastepeque, SanVicente.
El anciano recuerda con nostalgia sus años de infancia, cuando sus padres le obligaban a respetar algunas restricciones durante la Semana Mayor.
“Antes las tradiciones eran diferentes, recuerdo que mis padres no dejaban que nos bañáramos el jueves y viernes Santo, ni mucho menos que fuéramos a comer carne, escupir o decir malas palabras en esta época, ya que era prohibido”, dice Urquilla.
Mientras que en las procesiones, las personas que cargaban las urnas estaban consagradas aDios y mostraban una conducta intachable durante todo el año, por eso se ganaban el derecho a ser cargadores, afirma el anciano.
Además, otra de las tradiciones que existían antes en Apastepeque, era que todos los viernes de Cuaresma, un feligrés con un tambor, tocaba melodías sacras por espacio de una hora en el atrio de la iglesia.
Mientras que en la capital, a inicios de la década de los años 80s, las procesiones recorrían las calles de SanSalvador a altas horas de la madrugada, guardando mucha solemnidad.
A estas actividades asistían fieles de diferentes lugares del país, quienes guardaban mucha devoción por estas celebraciones.
Sin embargo, debido al inicio del conflicto armado, los horarios fueron cambiando y se redujeron los recorridos procesionales, perdiendo un poco la identidad del pasado.