Cuestiones difíciles de entender sobre la decisión del Papa

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02 marzo 2013

Una periodista, Silvia Román, publicó en el influyente periódico madrileño "El Mundo", siete "problemas" y las subsiguientes "soluciones" que provocó al Vaticano la renuncia del Pontífice: uno, ¿qué título tendrá, Benedicto XVI, Papa Emérito, Romano Pontífice, Su Santidad e incluso Benedicto XVI?, la respuesta cualquiera de todos estos, a la usanza estadounidense que se le sigue llamando "presidente" a los exinquilinos de la Casa Blanca.

Dos, ¿dónde vivirá?, lo escogió el mismo Benedicto XVI, en Roma, en el convento de monjas de clausura "Mater Ecclesiae". Tres, ¿qué vestimenta usará?, sotana blanca, sin la capa adosada de los Pontífices. Cuatro, ¿qué pasará con el anillo y sello papales"?, se inutilizaron, pero no destruidos con un martillo de plata como se dice que sucede. Cinco, el peligro de dos Papas: sencillo, renunció y dio paso al nombramiento del nuevo Pontífice, alejado del mundanal ruido, en un convento de clausura. Seis, su presencia en la redes sociales ha terminado, y su cuenta @Pontifex, ha quedado vacante, hasta que el nuevo Papa decida qué hacer. Y siete, salud y dinero: seguirá teniendo el seguro médico privado del Vaticano, atendido por las enfermeras alemanas, y punto.

No me cabe la menor duda lo superflua y hasta amarillista, aunque interesante, que es la perspectiva de la periodista Román, que se suma a una serie de artículos de este mismo estilo publicado por el madrileño "El Mundo"; otro, consideraba la renuncia como una forma de "tirar la toalla" antes que cumplir con el deber aún en la dificultad extrema de la vejez; otro más, critica al "ideólogo del conservadurismo" por romper la tradición de 700 años al renunciar. La lógica de fondo de estos artículos, creo, es que atraen y llaman la atención pero muestran cierta superficialidad característica de una sociedad de consumo, donde el interés mundano, propio de personas comunes y corrientes, más preocupados por el vivir diario, pero que poco o nada les interesa entender, o no quieren entender sobre lo que es "vivir desde la fe", un profundo creyente cristiano como lo es Joseph Ratzinger.

Los valores trascendentes, que únicamente los da la fe, tienen una lógica diferente y por momentos se contraponen con las visiones más mundanas y materiales, propias de la condición humana; aferrarse al poder y los títulos, preocuparse más de la condición material o financiera, el tener una casa y ser reconocido socialmente, sin duda, son cuestiones importantes pero no dan sentido ni mucho menos explican lo actuado por Joseph Ratzinger.

Hay dos afirmaciones y dos hechos que muestran con claridad la perspectiva de fe de Benedicto XVI. Comencemos por las afirmaciones: una, en su última audiencia, dijo que "amar a la Iglesia significa también tener la valentía de tomar decisiones difíciles", y dos, su decisión de renunciar ha sido tomada "en plena libertad".

Los hechos: uno, renunciar al pontificado, luego de que la tradición por más de 700 años ha sido lo contrario, esperar la muerte; y dos, expresar con la lucidez del cristiano puro: "soy un peregrino que llega a su última etapa" para lo cual escoge como residencia un monasterio de clausura, caracterizado no sólo por tener una estrecha, y en algunos casos nula relación con el exterior del convento, sino dedicado a la oración, esa práctica de fe en que la conciencia se "abre" hacia el ser superior; ambas consideraciones solamente se entienden bajo la óptica de la fe.

Una fe que tiene de base la libertad, la libertad de conciencia, entre otras, para abrir el corazón hacia Dios.

Tomar decisiones en libertad implica, incluso, emprender acciones radicales y duras, por ejemplo, dejar el papado y prepararse para la muerte.

Por muy difíciles y complicados que sean los actos realizados desde la fe, se ejecutan con paz, la paz interior que permite, entre otras cosas, pasar de estar al frente de la Iglesia a convertirse en un hombre de oración, otra trinchera, probablemente más silenciosa, pero no por ello muy importante para los creyentes.

Recojo tres célebres, contundentes y reveladoras frases de Benedicto XVI: "La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana"; "Nos hemos de liberar de la falsa idea de que la fe ya no tiene nada que decir a los hombres de hoy" y "Cuando la política pretende hacer la obra de Dios, pasa a ser, no divina sino demoníaca".

*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com