El pastor y las ovejas

descripción de la imagen

Por

18 marzo 2013

Una vez más la elección de un nuevo papa ha acaparado la atención del mundo, incluyendo a los más escépticos en materia religiosa. A fin de cuentas, una de las instituciones más antiguas y venerables de la historia --la Iglesia Católica-- ha demostrado su capacidad para preservar su doctrina y sus rituales más allá de los vaivenes políticos y sociales.

En esta ocasión la espectacularidad del escenario de la Plaza de San Pedro vino acompañada de un anuncio que sorprendió a la mayoría de los católicos del mundo. El nuevo papa es primero en todo: el primer pontífice latinoamericano y jesuita que, además, estrena el nombre de Francisco (en homenaje a Francisco de Asís) para presidir la Iglesia.

Cuando el cardenal protodiacónico Jean-Louis Tauran pronunció el nombre de Jorge Mario Bergoglio, hasta los más experimentados vaticanistas se llevaron una sorpresa con la elección del arzobispo de Buenos Aires. Se dice que en 2005 estuvo a punto de contar con los votos necesarios para arrebatarle a Benedicto XVI la silla papal, pero este año Bergoglio no figuraba entre los favoritos de las quinielas.

Si hasta hace unos días Jorge Mario Bergoglio era un desconocido para muchos fieles, hoy su biografía inunda las redes sociales. En su Buenos Aires natal quienes lo conocen señalan que es humilde, austero y dedicado a los pobres, más preocupado por las carencias de la sociedad que por el boato eclesiástico. Pero en el perfil de este hombre que en la capital argentina es descrito como "santo" también haz zonas de claroscuros.

Ningún argentino que vivió de cerca el tenebroso periodo de la dictadura militar desde 1976 a 1983, se libró de la erosión moral que sufrió el país durante la guerra sucia que se cobró miles de desaparecidos. La junta militar puso en marcha una maquinaria de terror y represión contra los militantes izquierdistas, que implicaba el silencio o la complicidad de buena parte de la población. Y Bengoglio, como el resto de la nación, no salió indemne de esos años terribles, en los que los desafectos podían acabar en fosas comunes o arrojados al fondo del mar en los vuelos de la muerte.

Según una investigación llevada a cabo por el periodista Horacio Verbitsky, el actual papa pudo haber facilitado la detención de dos jesuitas peronistas cuando presidía la Compañía de Jesús. Alegaciones que Bergoglio ha refutado de manera contundente, asegurando que hizo todo lo que pudo por proteger a quienes en esos tiempos eran perseguidos. En su defensa ha salido el Premio Nobel de la Paz 1980 Alfredo Pérez Esquivel, quien mantiene que el actual pontífice sí ayudó a religiosos que corrían peligro. No obstante, Pérez Esquivel lamenta que en aquel entonces no defendiera públicamente los derechos humanos.

Era inevitable que surgiera un debate de esta naturaleza al alcanzar el título más alto de la Iglesia el que fuera arzobispo de Buenos Aires. En todos los países donde un sistema despótico ha amordazado a los individuos, la Iglesia se ha visto en la disyuntiva de tenderle la mano a los disidentes o de hacerle el juego al oficialismo. Si en la Argentina del general Videla muchos se sintieron abandonados por el prelado, salvo en contadas y honrosas excepciones, a lo largo de más de medio siglo la jerarquía eclesiástica en la Cuba de los hermanos Castro se ha limitado a defender tímidamente a la oposición. Hasta el día de hoy, por ejemplo, el arzobispo de La Habana no ha acompañado en sus manifestaciones dominicales a las pacíficas Damas de Blanco, en señal de inequívoco apoyo a la causa de la libertad en la isla.

Podría decirse que el papel de la Iglesia es pastoral y no de carácter político, pero incluso entre los propios sacerdotes existen diferencias en lo relativo a la lucha contra las injusticias. Si no, de qué otra manera podría interpretarse la inmolación en Polonia del sacerdote católico Jerzy Popieluszko, que fue asesinado en 1984 por la policía política por su activismo a favor de la disidencia y su vinculación al movimiento Solidaridad.

El papa Francisco, que desde su elección ha reiterado su compromiso con los más necesitados, ahora tiene la oportunidad de potenciar en el seno de la Iglesia la defensa de los derechos humanos donde quiera que haya un gobierno dispuesto a pisotearlos. Hay ovejas que vagan huérfanas.