Un recurso no renovable: el tiempo

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29 marzo 2013

El tiempo, inexorable, continúa su camino. Y pareciera que no tenemos conciencia de su importancia, de su trascendencia. Nos preocupamos tanto de cuidar los recursos no renovables del planeta, y olvidamos que el tiempo es el recurso menos renovable de todos, el más desperdiciado, el menos apreciado y que, cuando se acaba… se acaba.

Parece que ayer fue Navidad. Y aún sentimos en la frente la ceniza del miércoles, iniciando la Cuaresma. Pero ya pasó el Domingo de Ramos, igualmente pasó la Semana Santa y, jubilosos, celebraremos la mayor fiesta de la cristiandad: la Resurrección de nuestro Dios y Redentor.

¿Cómo utilizamos el tiempo que Dios nos concede?

Pareciera que, en la era del relativismo, también el tiempo se ha convertido en un elemento voluble, acomodaticio, "opinable". Pero, como en todo, la realidad triunfa sobre las falacias y nos enteramos -- a veces, tardíamente-- que el mayor tesoro con que contábamos, desapareció. Y ese es uno de los "denarios" que recibimos, y del que tendremos que dar cuenta a nuestro Creador. Ahora lo traigo como tema de esta columna, porque yo misma soy culpable de este pecado.

En la época de las "redes sociales", el desperdicio del tiempo es casi obligatorio. Me referiré solamente al correo electrónico porque, como la mayoría de personas que trabajamos, inicio mis labores revisándolo, respondiéndolo y dando seguimiento a lo que corresponde.

Generalmente encuentro una mayoría de "cadenas"; otras, presentaciones muy bonitas y algunas muy interesantes pero repetidas infinidad de veces; música, videos, chistes, anuncios, chismes, correos difamatorios hacia personas del ámbito nacional e infinidad de basura. Y, mucho de todo esto, de personas que no conozco, pero que toman la dirección de correo de quienes retransmiten cualquier cosa, sin tener ningún cuidado respecto a las direcciones de los demás.

¡Qué alegría recibir noticias de parientes y amigos! Pero qué triste que lleguen correos sin una sola frase personal, sino solamente reenviando algo que ellos recibieron primero. Me ha sucedido que, cuando he llamado a alguno de los remitentes para protestar por algún correo que me parece totalmente inapropiado, me han respondido que no lo habían leído antes, sino que, simplemente, lo reenviaron, tal cual.

Por otra parte, también recibo correos maravillosos, que vale la pena guardarlos y volver sobre ellos después, porque son fuente de crecimiento personal, de cultura, de conocimiento. Gracias a esos correos, he podido conocer temas que ignoraba totalmente, visitar ciudades fabulosas a las que nunca iré, saber más acerca de personas ejemplares, etc. Y, principalmente, son un lazo de unión con mis primos y sus hijos, con amigos que están ahora lejísimo, pero siempre muy cerca del corazón; con amigas con las que hemos compartido alegrías, penas, triunfos y fracasos y que, gracias a la tecnología, podemos continuar unidas, aunque nos veamos muy ocasionalmente.

Las modernas herramientas de que ahora disponemos, debemos utilizarlas debidamente: para trabajar mejor, con mayor eficiencia y eficacia; para fomentar el cariño, la solidaridad y la unión con nuestros seres queridos y para nuestro crecimiento personal: espiritual, cultural y laboral. Pero, eso sí: sin desperdiciar el tiempo que el Señor, generosamente, nos ha regalado.

Demos gracias a Dios por otorgarnos tantos beneficios. Que, de regreso a nuestras labores, con la alegría de la Resurrección, nos propongamos utilizar debidamente nuestro tiempo. Porque, recordemos: el tiempo, es vida.

*Columnista de El Diario de Hoy.