Marvin, Erick y Gerson, además de primos, eran amigos y trabajan juntos. Los tres vivían en la colonia Buena Vista, en Cuisnahuat, Sonsonate.
De los tres, Marvin era quien tenía más tiempo laborando para la empresa de energía, contaron los parientes.
Todos los días, se levantaba a las cinco de la mañana para ir al empleo que había obtenido en San Juan Opico.
El jueves, día de la matanza, también se despertó temprano, se despidió de su familia y viajó a Agua escondida para trabajar. Ni él ni su familia pensó, que ya no regresaría.
Era el primogénito de tres hijos. Su padre comentó que el día de su muerte no lo vio salir de casa, porque estaba dormido. Su madre sí logró despedirse de él, ya que se levantaba a prepararle el desayuno y el almuerzo, que Marvin llevaba para soportar la dura jornada.
Le gustaba el fútbol, por ello que es que en su tiempo libre, jugaba en un equipo de la colonia donde residía.
También le gustaba ir al parque o a un río cercano, porque eran las únicas formas de entretenerse en Cuisnahuat, comentó un amigo del fallecido.
Entre dolor y repudio por el crimen cometido, el joven se quejó de los políticos, incluido el presidente de la República, quienes velan solo por sus intereses y no por los del pueblo, dijo.
El hermetismo en la familia era fuerte, incluso con los medios de comunicación, porque entre dolor y resignación manifestaron que ya toda la sociedad salvadoreña sabe que sus parientes eran personas trabajadoras y honestas, y que matarlos, fue una injusticia.