Falta de memoria

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07 febrero 2013

Los políticos salvadoreños se ponen de acuerdo en muy pocas cosas. Una de ellas es la de decir que en la política los liderazgos y los espacios no se conceden sino que se ganan. Normalmente esta aseveración la vierte algún viejo político para justificar la ausencia de jóvenes, semi-jóvenes y aun semi-semi-jóvenes en la gerontocracia que toma las decisiones clave en todos los partidos políticos. De paso, los que dicen esto dejan entrever un inconfundible machismo ya que, por supuesto, es a ellos mismos a los que se refieren al decir que los espacios se ganan y no se conceden jamás.

Al oír estas palabras, uno imagina el mundo que prevalecía cuando ellos nacieron hace muchos, muchísimos años, cuando la vida todavía no era en tecnicolor sino en blanco y negro, y vislumbra a los bebés que ellos fueron, abriéndose paso a codazo limpio en la clínica donde nacieron, y luego en el kindergarten, y en la vida entera. Con frecuencia, uno siente que es mejor apartarse para que no le caiga también un codazo, por lento.

Es triste que nuestros políticos digan estas cosas porque evidencian que están muy separados de la realidad. Al hablar de sí mismos como líderes que se ganaron sus posiciones a codazo limpio, se autodefinen como líderes. Nada puede estar más lejos de la percepción de la ciudadanía, que se queja de la falta de liderazgo en el país. La ciudadanía tiene muchas razones para quejarse. Si hay tantos líderes, y son tan recios y autosuficientes, ¿cómo es que no logran detener el deterioro institucional del país, el desastre fiscal, y la decadencia de los servicios públicos?

También es triste porque denotan una incompetencia fundamental para manejar partidos políticos y gobiernos. Para ser competentes, los líderes tienen que asegurar la continuidad de la defensa de los ideales de los ciudadanos que los apoyan. Es su responsabilidad el desarrollo de nuevas ideas y líderes. Si no han logrado generar estos nuevos líderes, es por su incapacidad de generarlos.

También es triste que digan que los jóvenes tienen que abrirse paso a codazos porque olvidan la gran ayuda que ellos mismos recibieron de líderes mayores cuando ellos estuvieron jóvenes, una ayuda que ahora quizás niegan pero que fue muy fuerte y efectiva para muchos de los políticos actuales. Pareciera que han olvidado lo que es estar joven y no saber por dónde empezar, y no conocer todavía las vicisitudes del actuar político.

Es triste también que se describa la política como un juego de rivalidades dentro de un mismo partido, en donde debería de prevalecer la cooperación para lograr el fin común del partido mismo. No hay duda de que la política incluye un elemento de rivalidad del que no escapan los miembros de un mismo partido. Pero no debe de ser como el ambiente de los tiburones, que se comen a sus hermanitos en el vientre de su madre. Hay mucha gente que parece creer que esa es la esencia de la vida y la ruta al progreso. Pero los tiburones mismos dan la evidencia para negar la validez de esta manera de ver la vida. El bloquear la entrada a los jóvenes y esperar que empujen y codeen para ganarse una posición es la mejor manera de lograr que nada cambie en el país, que se perpetúen los errores de las generaciones pasadas. Esto es lo que les ha pasado a los tiburones, que no han cambiado por millones de años. En el ínterín, los seres humanos, que éramos apenas unos renacuajos cuando los tiburones dejaron de evolucionar, hemos evolucionado y llegado a ser lo que somos, varios niveles arriba de ellos. Un partido político que no tiene los mecanismos para atraer a los jóvenes y educarlos en su liderazgo estará condenado a lo mismo: a estancarse y declinar en su importancia relativa en un mundo que está cambiando diariamente.

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.