La educación y la democracia

descripción de la imagen

Por

19 febrero 2013

Aveces pareciera que en el fondo hay un interés oculto en mantener a la población con tan poca educación de forma que sea más susceptible a políticos populistas y a cantos de sirena. Uno de los fracasos más grandes que tenemos como país es precisamente el bajo nivel escolar con el que mantenemos a amplios sectores de la población. Gruesamente en las ciudades se ha logrado un promedio de 7 años de escolaridad y en el campo apenas 4 años.

¡Se imaginan Uds. lo que significaría en sus vidas haber logrado cursar únicamente hasta tercero o cuarto grado! Obviamente, con tan bajo nivel de escolaridad, no sólo estamos evitando que la mayoría de la población adquiera una inteligencia más sofisticada y una habilidad para dirimir cuestiones complicadas, sino que además estamos evitando que todos podamos llegar a desarrollarnos al tope de nuestra potencialidad. No invertimos en desarrollo humano.

Hace pocos días participé en una charla del Lic. Joaquín Samayoa sobre la democracia y los Acuerdos de Paz. Hablaba ante una generación de jóvenes que no había ni nacido cuando ya transcurrían los primeros años de paz en el país. Una de las áreas que mencionó dentro de las que hay que trabajar para profundizar la democracia en el país es la educación. Los pueblos necesitan educarse para tener oportunidades de participación real en una democracia.

Obviamente mencionó otras áreas como la necesidad de fortalecer la institucionalidad para profundizar la democracia. Sin embargo, me pareció especialmente crítico el tema de la educación. Ha habido mejoras importantes en los últimos años, especialmente en la ampliación de la cobertura, pero quedan retos significativos en el área de la calidad y como vemos también en el logro de metas educativas como la escolaridad.

Mantenemos niveles históricos de inversión en la educación cercanos al 3% sobre el PIB desde hace demasiados años. En la década de los años 90 la inversión rondaba el 2% y se logró subir un punto, pero no hemos logrado como país más que eso. Muchas instituciones especializadas en el tema han demostrado que si no logramos mantener al menos un 5% de inversión en la educación no lograremos jamás la meta de alcanzar niveles de escolaridad cercanos a los 11 años.

¿Duplicaremos la inversión en la educación? Ya el ex presidente Saca se había comprometido a elevar año con año los niveles de inversión con la aprobación del plan 2021, pero como en muchas otras cosas no nos cumplió. Y lo más simpático es que ni siquiera se le reclama. No tuvo costos políticos para él entonces y tampoco parece estar dañando sus nuevas aspiraciones presidenciales. Necesitamos elevar la consciencia de la importancia de subir al 5%. Obviamente no sólo es cuestión de dinero, pero sin dinero no avanzaremos a la velocidad que es necesaria.

Ya no tenemos mucho tiempo. El Salvador continúa rezagándose y ojalá que el próximo Presidente del país se convierta en el Presidente de la Educación. Con base en este criterio se debe reorientar el presupuesto nacional. No tenemos dinero sobrante para invertir $150 mil en obras de arte para el Palacio Legislativo. No tenemos dinero sobrante para los viajes del vicepresidente a Uruguay. No tenemos dinero sobrante para las jugosas dietas de la empresa estatal INE. No tenemos dinero sobrante para tanta publicidad.

Debemos transformar ya la gestión pública en una misión para reconvertir al país en un pueblo de personas educadas. Tenemos el plan de la Escuela de Tiempo Pleno. Tenemos funcionarios cercanos a la educación. Nos falta ahora asignar los recursos para comenzar a realmente hacer la diferencia. Ojalá que dicho proceso pueda comenzar ya, pero como límite ojalá que el próximo Presidente de la República se convierta, no sólo con base en uniformes y zapatos, en el Presidente de la Educación.

*Columnista de El Diario de Hoy.