El sopor

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14 febrero 2013

La situación del país está cada día más alarmante. El FMLN se está apoderando de las instituciones gubernamentales a una velocidad cada vez mayor. El cerco que está tendiendo, económica y políticamente, alrededor de esta sociedad se está volviendo cada vez más asfixiante, y las instancias legales para defenderse de la tiranía que ya se ve venir de una manera muy clara son cada vez menos.

El último ejemplo ha sido la reforma de la ley de transparencia, que dejó en el gobierno la plena potestad para decidir si entrega o no la información pedida por los ciudadanos. Eso convierte a la ley en un papel manchado. Al mismo tiempo, Alba está comprando empresas en todos los sectores sensitivos de la economía --petróleo, medicinas, leche, otros alimentos, servicios financieros-- y las está poniendo a operar con objetivos puramente políticos. Así como vamos, pareciera que un día nos despertaremos en un país totalmente dominado, política y económicamente, por el FMLN.

Que el FMLN quiera hacer esto no debería de sorprender a nadie. Esta es la estrategia que sus partidos hermanos han seguido para capturar Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia y, cada vez más, Argentina. Lo que es sorprendente es que el FMLN esté logrando ponerla en práctica tan fácilmente en El Salvador, después de que todos los salvadoreños hemos visto cómo lo hacían en esos otros países.

Esta facilidad no proviene de que los salvadoreños seamos radicales. No lo somos. Los que quieren un régimen de tipo castrista en el país no pasan del 15 por ciento de la población. Repetidamente, el resto ha reafirmado su deseo de vivir en una sociedad democrática con plenas libertades ciudadanas y económicas. La facilidad con la que el FMLN está destruyendo la vida institucional del país proviene de un trabajo largo que el FMLN mismo ha llevado a cabo para ablandar al pueblo. Este trabajo tiene varias dimensiones:

Primero, el FMLN ha inyectado mucho odio en la población. El FMLN dice que este odio lo inyecta para unificar al pueblo contra lo que ellos llaman "el enemigo de clase". En la realidad, el odio sirve para el propósito contrario, para separar a los ciudadanos unos de otros, permitiéndole así al FMLN dividir para vencer. El odio sembrado por tantos años ha logrado que distintos segmentos democráticos no quieran cooperar con otros en la defensa de la democracia y la libertad. Con un pueblo dividido, es fácil para el FMLN dominar a la sociedad entera.

Segundo, el FMLN ha inyectado un cinismo profundo en la población, orientado a hacerle sentir que las cosas han estado mal siempre, haciéndoles perder la esperanza y bajándoles el estándar de lo que debe exigirse de un gobierno. Así, la población termina aceptando que las calles estén llenas de hoyos, porque olvidan que alguna vez estuvieron bien mantenidas, y aceptando que no haya medicamentos porque olvidan que alguna vez no faltaron.

Tercero, el FMLN tiene un mensaje lleno de ambigüedad en varias dimensiones: decir cosas contradictorias entre sí, negar lo evidente, dar excusas absurdas para justificar cosas injustificables y llamar las cosas por nombres que no tienen que ver con lo que son. En todas estas dimensiones, esa ambigüedad está dirigida a socavar la percepción de la realidad de la ciudadanía, de tal forma que ésta no pueda distinguir lo que es cierto y lo que no.

Cuarto, el FMLN usa los insultos, que están dirigidos a intimidar a la población para que nadie se atreva a protestar contra el gobierno o siquiera a cuestionarlo.

Quinto, el FMLN, que de invencible no tiene nada, trata de proyectar una imagen de invencibilidad para reducir a su oposición a una actitud timorata.

Emasculada por la falta de esperanza, y dividida por el odio, la sociedad salvadoreña ha entrado en una inactividad total que es lo que el FMLN quiere que exista para lograr sus propósitos. ¿Vamos a seguir en esta inactividad?

*Máster en Economía,

Northwestern University.

Columnista de El Diario de Hoy.