Umbral 2013

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01 enero 2013

Terminó el año 2012 arrugado por los sobresaltos, vencido bajo una carga enorme de expectativas defraudadas. De no ser por el invariable deseo humano de abrirle paso a la esperanza, aunque sólo sea porque estrenamos calendario, la llegada del 2013 bien podría enfocarse únicamente a partir de los vacíos inmensos que le deja en herencia el año precedente.

El recuento de estropicios acumulados durante los últimos doce meses es ingrato. Los indicadores económicos, para empezar, cayeron a niveles sombríos. El Gobierno persistió en su aventura de apuntalar encuestas enfrentando a los sectores productivos.

Los atentados contra la institucionalidad alcanzaron pináculos de vértigo. Increíblemente, tanto el Gobierno como los políticos que buscaron destartalar nuestra Constitución terminaron el año hablando de sus "logros". El primero cerró su balance económico diciéndonos que estamos bien, en franca mejoría, mientras que los segundos se congratularon de haber "defendido" la Carta Magna. ¡Vaya cosa!

Pero ninguna excusa sirve para ocultar lo obvio: nuestro país registró el menor crecimiento en la región y estamos bastante lejos de la estabilidad jurídica y política que pide a gritos el desarrollo. Tal vez sea lógico que los principales responsables de todo esto se exculpen a sí mismos; lo ilógico sería, en todo caso, que les creyéramos.

Recordemos que el cierre de 2012 también fue aprovechado por nuestras autoridades para meternos un nuevo impuesto a los automovilistas, merced al cual vamos a ser nosotros quienes financiemos las consecuencias nocivas que tengan las irresponsabilidades del sector transporte. De ahora en adelante, cuando veamos a un bus arremeter contra un vehículo o un transeúnte, tengamos presente que la factura de ese "accidente" ya la habremos pagado nosotros… ¡y a la fuerza!

No contento con ello, el Gobierno ha anunciado un nuevo paquete tributario contra los salvadoreños, incluyendo gravámenes a las transacciones bancarias. El déficit fiscal del país ha aumentado ya tanto que quienes dirigen nuestros destinos han dejado de esconder sus verdaderas intenciones: aunque la disminución de los gastos sea una responsabilidad que nadie parece interesado en asumir de verdad, los ingresos sí que van a seguir incrementándose, sea como sea.

Este desenfreno en el gasto, aparejado a los frenos que se ponen a la productividad --porque los aumentos en la carga tributaria inhiben la inversión y la creación de empleo--, terminó excluyendo en la práctica, al menos durante 2012, cualquier esfuerzo serio de transparentar la información pública. Más bien tuvimos lo contrario. El presidente Funes se aferró por varios meses a una reforma legal que le permitía obstaculizar la instalación del Instituto encargado de velar por el cumplimiento de la ley de transparencia, y tuvo que ser la Sala de lo Constitucional la que confirmara el despropósito que aquello significaba.

Ojalá que nuestro mandatario admita la falta cometida y corrija el entuerto, en lugar de hacer lo que esté a su alcance para seguir entorpeciendo cualquier medida que haga más cristalino el desempeño gubernamental. Porque ya es difícil esperar eso de los partidos políticos que intentaron romper el equilibrio de poderes en 2012, a juzgar por las palabras con que dicen ahora defender la "autonomía de la Corte Suprema de Justicia" en torno a los recientes despidos en ese órgano. En otras palabras: el asalto institucional continuará.

Conociendo las tensiones que en nuestro país generan siempre los años preelectorales, ¿qué sorpresas puede traer bajo el brazo el 2013? ¿Conseguirá alguien que el Gobierno se olvide de la confrontación y le apueste a un diálogo franco de agenda económica? ¿Podrá la ética abrirse camino en ese valle oscuro de deslealtades que parece estar dominando la política nacional? ¿Seguirá siendo la ciudadanía organizada el último valladar entre la democracia y el autoritarismo?

El año nuevo nos invita a la reflexión y al compromiso, en ese orden. Un mejor país sólo puede ser construido por sus mejores hijos.

*Escritor y columnista de

El Diario de Hoy.